Shanghái— China se desahogó hoy después de que el presidente Trump firmara una nueva legislación de derechos humanos que cubre a la ciudad de Hong Kong, asolada por las protestas. El gobierno chino denunció la nueva ley como interferencia ilegal en sus propios asuntos. Convocó al embajador estadounidense por segunda vez en una semana, y prometió tomar represalias.
Las amenazas sonaron severas. También sonaron vacías.
Detrás de la dura retórica, China tiene pocas opciones para responderle con fuerza a Estados Unidos. Y tiene mayores prioridades, es decir, poner fin a la guerra comercial, la cual cada vez más castiga a ambos países. Aunque ambas partes hablan de tener la disposición para llegar a un acuerdo, aún tienen que firmar al menos un pacto interino que evitaría nuevos aranceles potencialmente dañinos que entrarían en vigor dentro de tres semanas.
Hoy, la principal agencia de comercio de Pekín guardó silencio sobre la legislación, incluso cuando otros funcionarios protestaron contra ella, lo que sugiere que el gobierno sigue abierto a un acuerdo comercial e ignoraría volátil problema de Hong Kong, al menos por ahora.
“Pekín hará mucho ruido, pero no pueden hacer mucho”, dijo Steve Tsang, director del Instituto de China de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos en Londres, un centro de investigación. “El acuerdo comercial es tan importante para los chinos que no dejarán que nada lo altere”.