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Internacional
sábado, 01 agosto 2020 | 15:00
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Dentro, empacada en hielo seco, estaba una pequeña ampolleta de un mililitro que venía de Oxford, Inglaterra, conteniendo un material celular para una de las vacunas más prometedoras del mundo contra el coronavirus.
Los científicos, ataviados con batas blancas de laboratorio, llevaron la ampolleta al Edificio 14, cuidadosamente vertieron su contenido en un tubo de ensayo, le agregaron la mitad de vitaminas y azúcar y empezaron a cultivar billones de células.
Entonces empezó una de las apuestas más grandes en la búsqueda de una vacuna que logre poner fin a la pesadilla del Covid-19 en el mundo.
El Instituto Serum, que ha sido controlado exclusivamente por una pequeña y fabulosamente rica familia y que empezó hace años como una granja para caballos, está haciendo lo que otras cuantas empresas en la competencia para obtener la vacuna: produciendo masivamente cientos de millones de dosis de una vacuna que aún está en prueba y tal vez no funcione.
Pero si lo logra, Adar Poonawalla, el director general de Serum y único hijo del fundador de la empresa, se convertirá en uno de los hombres más acosados del mundo. Tendrá a la mano lo que todos quieren, posiblemente en mayores cantidades antes que nadie más.
Su empresa, que ha hecho equipo con científicos de Oxford para desarrollar una vacuna, fue una de las primeras en anunciar en abril que iba a producirla masivamente antes de que las pruebas clínicas terminaran.
Actualmente, la línea de producción de Poonawalla está preparada para elaborar 500 dosis cada minuto, por lo que su teléfono está sonando interminablemente.
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