Estado

Con 21 tiros acabaron con la familia Romero

Hoy se cumple un año del multiasesinato por un riñón y 500 mil pesos

Staff
El Diario de Chihuahua

sábado, 29 junio 2019 | 14:57

Archivo/El Diario

Chihuahua.- Se presume que antes que las hermanas Daniela y María fueran asesinadas, estaban preparando café para quienes les arrancarían la vida.

Uno les disparó por la espalda. De inmediato, la otra cómplice apuntó al resto de la familia: Daniel y Rita, sus padres, y Ricardo Chávez, esposo de María. Daniel recibió dos disparos. María tres. Rita cuatro. Daniela Cinco. Ricardo siete.

Suman 21 balas, necesarias para deshacer a una familia por 500 mil pesos, cien mil por cabeza. Los probables responsables del multihomicidio de los Romero Armendáriz son también una familia: padre, esposa e hijo: Jorge Alberto C. A., Lisseth C., y Jorge C. C.

“Mi esposa es buena tiradora”, diría Jorge Alberto C. A., exenfermero de una clínica del IMSS, según las declaratorias de un testigo protegido presentadas por el Ministerio Público en julio de 2018.

El asesinato de la familia Romero Armendáriz fue hoy hace un año, durante la noche del 29 de junio de 2018 en un domicilio del fraccionamiento Lomas Universidad.

Los Romero Armendáriz estaban en busca urgente de un riñón para Daniel, el padre de familia, quien sufría graves problemas de salud a causa de una enfermedad asintomática. El 7 de junio de 2018 el enfermero los conoció.

Les había vendido la idea de que él, bajo su presunta posición dentro del IMSS, podría conseguir un riñón sin tener que estar en la lista de espera. La idea costó 500 mil pesos, pero era sólo eso: una idea. Nada más.

El pago fue hecho, pero el riñón nunca llegó. Ante las protestas de la familia, Jorge Alberto tuvo la opción de mejor matarlos con la presunta ayuda de su esposa Lisseth y su hijo Jorge, quedarse con el dinero y largarse a cenar para calmar la fiebre de haber disparado a dos hijas por la espalda.

Era la década de los noventa, probablemente 1994, cuando a Daniela, la hija mayor de la familia, le encomendaron cuidar a los niños de la vecina, en la colonia de Jardines del Saucito. Horas después, al regresar los vecinos a su casa, hallaron las paredes rayadas con crayolas.

“¡Se supone que deberías de cuidarlos!”, recuerda la misma vecina, dos décadas después, con la memoria viva. Daniela y los niños tuvieron que limpiar los garabatos con trapos mojados.

Los niños cuidados por Daniela también crecerían, aprenderían a andar en bicicletas y armarían planes para accidentarse a propósito frente a Daniel Romero y asustarlo. Daniel fue trabajador de la Conagua por muchos años hasta jubilarse. Le gustaba tomar el fresco en su porche por las tardes y siempre portaba botas vaqueras de tacón cubano.

Los niños en bicicleta caían y pretendían lastimarse frente él para despojarlo de su tranquilidad y obligarlo a salir corriendo a su auxilio, aunque él tal vez supiera que todo era una inocente broma. María era la hermana de en medio.

Todos creían que era la mayor por sus rasgos que, a diferencia de Daniela, eran más toscos y gruesos. Invitaba a los vecinos a su casa a jugar al Super Nintendo y dispararle a alienígenas con un Super Scope. Nadie recuerda el nombre de ese juego imposible, cuyo primer nivel nadie logró completar.

Para los niños de la colonia era un relato cómico cuando Daniel Romero llegaba a la casa y gritaba “¡María-chi!”, para levantar a su hija de la cama.

En veces los jóvenes le recalcaban a Daniel: “Oye…¡Tú ya tienes la panza más grande que mi papá!” Rita Armendáriz vendía ropa. La traía desde Los Ángeles, California.

Viajaba a Estados Unidos cada que las estaciones del año cambiaban. Antes de irse en camión, Rita tenía la costumbre de lavar todo en la casa: cortinas, sábanas, cobijas, la ropa de las niñas. Todo impecable.

“¿Para qué tanto, Rita? vas a viajar y vas a llegar toda agotada”, le cuestionaban sus amigas vecinas de manera condescendiente. Y Rita respondía: “Les tengo que dejar todo limpio, no fuera a ser que en uno de estos viajes me pase algo y no regrese”.

Jorge Alberto fue detenido un día después de presuntamente haber asesinado a los cinco. Sin embargo, el motivo de su aseguramiento fue por otro asesinato al que se le acusa: el de Laura Soto el 7 de diciembre de 2017. La Fiscalía General del Estado (FGE) contaba con pruebas suficientes desde diciembre de 2017 para poder aprehender a Jorge Alberto C. A. pero no lo hizo.

De acuerdo con la relatoría del Ministerio Público durante la audiencia de vinculación a proceso del enfermero, las primeras pruebas que señalaban a Jorge como el presunto asesino de Laura Soto datan se habían tomado el mismo mes de su homicidio.

El esposo de Laura había citado el 21 de diciembre de 2017 para llevar a cabo un reconocimiento de fotografías de sospechosos que pudieron haber participado en el asesinato de Laura.

Él identificó al primer sospechoso, asesino de su esposa, en la fotografía número uno: Jorge Alberto C. A. Ella y su esposo habían contactado a Jorge Alberto en agosto de 2017 para conseguir de forma ilegal la recategorización en una clínica de Chihuahua por 30 mil pesos y la compra de una plaza por 80 mil pesos.

Lo mismo ocurrió: nunca hubo una entrega de plazas. Con la promesa de entregarle la papelería para adquirir su nueva categoría dentro del IMSS, Jorge citó a Laura a las nueve de la mañana en la guardería número 1 del IMSS.

Mientras Laura esperaba, una camioneta Suburban llegó. Abordo estaba Jorge Alberto, quien disparó a matar desde el interior del vehículo.

La FGE logró identificar la camioneta Suburban días después por medio de grabaciones de cámaras de vigilancia del IMSS Morelos, según las investigaciones, ese vehículo pertenecía a la esposa del enfermero, Lisseth C.. A pesar de haber sido identificado por testigos y su camioneta Suburban plenamente reconocida, la FGE no emitió orden de aprehensión alguna en contra de Jorge Alberto C. A., sino hasta después del multihomicidio de la familia Romero Armendáriz.

Aunque aún no le han fincado por este caso, el Ministerio Público presume que el enfermero también fue el probable responsable del homicidio de Hazael Díaz Jázuqez, ejecutado en el Parque Hundido el 29 de enero pasado.

Hazael había pagado 100 mil pesos por la compra de una plaza como almacenero en el IMSS, pero la promesa del nuevo empleo no se había cumplido después de meses de espera.

Tras quejas y reclamos por recuperar su dinero, Hazael fue citado en el parque, donde recibiría disparos que le causarían la muerte.

En junio del año en curso se giró una orden de aprehensión en contra de la esposa e hijo de Jorge Alberto.

Los tres fueron vinculados a proceso por los asesinatos de la familia Romero Armendáriz. Según las investigaciones, Jorge y Lisseth accionaron las pistolas que terminarían con la vida de dos padres, dos hijas y un esposo.

El hijo, entretanto, esperaba a los presuntos asesinos en su vehículo. Días antes de ser vinculados a proceso el enfermero dijo: “A los familiares de las víctimas, de todo corazón, salgan adelante. Nosotros somos una familia católica, creyentes y con temor de Dios. Ojalá y esto ayude a esclarecer esta situación, para que ellos se recuperen rápidamente de este tremendo error, porque nosotros así lo sentimos, porque conocemos a la familia”.

Padre, esposa e hijo, se encuentran en estos momentos en el Centro de Rehabilitación Social Masculino y Femenil en prisión preventiva.

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