Despiertan estadounidenses blancos ante el racismo ¿Qué más pasará?

Una tarde reciente, mientras lavaba su auto Greg Reese, un papá anglosajón que está quedándose en casa en Campton, Kentucky, quitó un imán con la bandera confederada que había colocado en su cajuela hace seis años.

Fue un pequeño acto para el que no esperó recibir ninguna aclamación. No tuvo que ocurrir que la policía matara a George Floyd, reconoce Reese, para enfrentar lo que desde hace tiempo sabe que es verdad, que la bandera con la que creció pensando que era un “bello tesoro” fue un “símbolo de odio y es obvio que está mal glorificarla”.

La sostenida crítica por la muerte de Floyd ha provocado que muchos estadounidenses caucásicos hayan reconocido el racismo anti-afroamericano que prevalece en Estados Unidos --- y tal vez es momento de examinar su propia culpabilidad de eso.

Es como si la habilidad de los anglosajones de ignorar colectivamente esa experiencia diaria de los afroamericanos haya provocado un corto circuito, al menos por ahora.

Una gran cantidad de estadounidenses anglosajones han asistido a las manifestaciones en favor de la justicia racial, han comprado libros acerca de la desigualdad racial y se han registrado en seminarios en la web sobre cómo criar a sus hijos para que no sean racistas.

Algunos se han preguntado a sí mismos cuánta ventaja profesional han obtenido por ser caucásicos y si estarían dispuestos a cederla si pudieran. Otros han asistido a un tatuador para que les cubran las imágenes de las banderas confederadas, suásticas y símbolos del Ku Klux Klan que tienen en sus cuerpos.

Es difícil saber qué tan profundas y amplias serán esas respuestas --- y si son el resultado de la presión que ejercen sus compatriotas a ser tolerantes o si esas acciones significativas serán seguidas por otros.