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Estados Unidos
lunes, 18 septiembre 2023 | 16:32
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Nueva York.- Emmanuel Cherry, director ejecutivo de una asociación de empresas de construcción ghanesa, se encontraba en una cafetería a la orilla del Parque Infantil Accra, cerca de una Rueda de la Fortuna y un tren infantil en ruinas, mientras contaba cuánto dinero le deben las entidades gubernamentales a miles de contratistas.
Antes de intereses, dijo, los pagos atrasados suman 15 mil millones de cedis, unos mil 300 millones de dólares. "La mayoría de los contratistas están en casa", dijo Cherry. Sus trabajadores han sido despedidos.
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Al igual que muchos otros en este país situado en el oeste de África, los contratistas tienen que hacer fila para obtener su dinero. Los becarios de maestros se quejan que les deben dos meses de salario. A los productores independientes de electricidad que han advertido sobre importantes apagones, les deben 1.58 billones de dólares.
El gobierno está básicamente en bancarrota. Después de no pagar billones de dólares que deben a prestamistas extranjeros en diciembre, la administración del presidente Nana Akufo-Addo no tiene opción sino obtener un crédito por 3 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, como último recurso.
Es la décima séptima ocasión que Ghana ha tenido que acudir al Fondo desde que obtuvo su independencia en 1957.
Esta crisis más reciente fue provocada en parte por la pandemia del coronavirus, la invasión de Rusia a Ucrania y el incremento en los precios de los alimentos y combustible.
Aunque ese tortuoso ciclo de crisis y rescates ha plagado a docenas de países pobres y de medianos ingresos en todo África, Latinoamérica y Asia durante décadas.
Esas implacables repeticiones serán discutidas en la Asamblea General de las Naciones Unidas que empezará este martes.
La carga de adeudos de los países en desarrollo --- se estima que supera actualmente los 200 mil millones de dólares --- y amenaza con cambiar drásticamente esas economías y echar abajo los avances en educación, salud e ingresos.
Aunque los países pobres y de bajos ingresos han tenido problemas para acaparar una sostenida atención internacional.
La pregunta que sigue en el aire para Ghana y otros países emergentes que están endeudados es: ¿Por qué sería diferente en esta ocasión?
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