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Estados Unidos

Crece polémica por tratamiento de plasma

Trump lo elogia y los investigadores luchan por finalizar estudios que prueben su eficacia

The New York Times

lunes, 10 agosto 2020 | 06:00

The New York Times | Enfermera dona su linfa en un banco de sangre después de recuperarse del coronavirus

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Nueva York— La mañana del 29 de julio, un vuelo de American Airlines despegó desde el Aeropuerto La Guardia en Nueva York con una carga de cien bolsas de plasma sanguíneo donado por sobrevivientes del Covid-19 con destino a Río de Janeiro. Científicos estadounidenses tienen la esperanza de que los pacientes con coronavirus en Brasil les ayuden a responder: ¿Este suero ‘dorado ’, cargado de anticuerpos contra un patógeno, puede sanar a los enfermos?

La verdad es que nadie sabe si funciona.

Desde abril, el gobierno de Donald Trump ha destinado 48 millones de dólares a un programa con la Clínica Mayo, que ha permitido que más de 53 mil pacientes de la Covid-19 reciban infusiones de plasma. Los médicos y hospitales desesperados por salvar a los pacientes más enfermos se han mostrado ansiosos por probar una terapia que sea segura y posiblemente efectiva. Decenas de miles de personas más ya están inscritas para recibir el tratamiento que ha sido elogiado por todos, desde el presidente hasta el actor Dwayne Johnson, mejor conocido como La Roca.

El 3 de agosto, el presidente Donald Trump promovió su potencial: “Ustedes tuvieron algo muy especial. Tuvieron algo que lo eliminó. Así que queremos ser capaces de usarlo”, declaró, tras instar a los sobrevivientes de Covid-19 que donaran su plasma, al cual se refirió como un “ingrediente hermoso”.

Sin embargo, la demanda inesperada de plasma ha socavado de manera involuntaria las investigaciones que podrían comprobar su eficacia. La única manera de obtener pruebas convincentes es con un ensayo clínico que compare los resultados en pacientes que son elegidos al azar para recibir el tratamiento con los de aquellos que reciben un placebo. Muchos pacientes y sus médicos —a sabiendas de que podrían recibir el tratamiento a través del programa del gobierno— se han mostrado renuentes a participar en los ensayos clínicos que podrían darles un placebo en lugar del plasma.

Los ensayos también se han quedado estancados debido a la disminución de los brotes del virus en muchas ciudades, lo cual dificulta la capacidad de los investigadores de reclutar a personas enfermas. Uno de esos ensayos clínicos, en la Universidad de Columbia, se paralizó luego de que el brote se atenuó en Nueva York. Uno de sus líderes, W. Ian Lipkin, buscó hospitales en otras zonas de alto contagio en Estados Unidos para continuar con la labor de investigación. Pero no encontró muchos interesados.

“Sin un ensayo de control aleatorio, es muy difícil estar seguros de que tenemos algo significativo”, afirmó.

Hasta la semana pasada, solo 67 personas se habían inscrito en el estudio de Columbia, una cifra insuficiente para formular conclusiones estadísticas sólidas. En un último esfuerzo desesperado, el equipo de Lipkin envió el plasma a Brasil, donde la epidemia sigue siendo incontenible.

Ahora, en el punto álgido de una crisis de salud pública, la insistencia del gobierno en ofrecer a pacientes enfermos de gravedad un tratamiento que no se ha probado tan pronto como sea posible tal vez prevalezca a expensas de la finalización de ensayos clínicos que podrían beneficiar a millones de personas en todo el mundo al determinar si estos tratamientos realmente funcionan.

En un comunicado, una vocera de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por su sigla en inglés) declaró que el programa de acceso expandido estaba diseñado para cerrar la brecha hasta que las pruebas pudieran reanudarse y “nunca pretendió sustituir los ensayos de control aleatorio, los cuales son de crucial importancia para comprobar la eficacia del tratamiento”.

La FDA está preparando una autorización de emergencia para usar el tratamiento, según científicos que han sido informados sobre estos planes. La política podría aligerar la carga administrativa que enfrentan los hospitales para la autorización de las transfusiones, lo cual obstaculizaría aún más los ensayos clínicos, según afirmaron los investigadores. Una vocera de la FDA se negó a ofrecer comentarios sobre si esta autorización estaba en proceso.

Esta decisión implicaría que la FDA está “cediendo ante la presión política”, sentenció Luciana Borio, quien supervisó la disposición de salud pública para el Consejo de Seguridad Nacional en el gobierno de Trump y fue científica jefe de la FDA durante el mandato del presidente Barack Obama.

“No me preocupa tanto que los dirigentes políticos adopten un enfoque científico equivocado”, comentó. “Lo que de verdad me inquieta es que los científicos adopten un enfoque científico equivocado”.

El 3 de agosto cuatro ex comisionados de la FDA —entre ellos, Scott Gottlieb, quien ocupó el cargo durante el gobierno de Trump— hicieron un llamado a favor de ensayos clínicos más rigurosos para evaluar si el plasma es un tratamiento efectivo para el coronavirus. “Si queremos que esto funcione, tenemos que hacerlo bien”, escribieron.

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