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Video: Renace Basaseachi, cascada que simboliza la desolación y tristeza de una princesa rarámuri

Conoce aquí la leyenda

César Lozano
El Diario de Chihuahua

martes, 03 agosto 2021 | 18:21

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Chihuahua.– Debido a las lluvias de temporada en las partes altas de la Tarahumara, la cascada Basaseachi, que representa la leyenda del infortunio y desamor de una bella princesa rarámuri, cae rebosante ante los ojos de paseantes y pobladores que, maravillados, comparten las imágenes al mundo.

La video aficionada Rosy Luján, captó la escena que desde lo alto retrata la mesa donde desemboca el caudal y las inmensas montañas que ahora lucen verdes, húmedas y cobijadas por la niebla que levanta del río.

Basaseachi se encuentra a 3 kilómetros de distancia del poblado que lleva el mismo nombre, en el municipio de Ocampo, a 265 kilómetros de Chihuahua capital, y se encuentra dentro del Parque Nacional Cascada de Basaseachi.

Su corriente la forman los arroyos El Durazo y el Arroyo Basaseachi, su caída libre es de 246 metros y es la cascada continua más grande en el país; a partir de la caída, la corriente recibe el nombre de Río Candameña, como el mítico rey rarámuri padre de Basaseachi, y al pasar todo el entorno de la barranca se une al Río Mayo.

Basaseachi es uno de los mayores atractivos de la Sierra Tarahumara por sus bosques de pino y formaciones rocosas donde se puede acampar y dentro de la misma Barranca de Candameña se encuentra la Cascada de Piedra Volada, donde fluye sólo agua de la estación de lluvias.

Así nació Basaseachi

Hace muchos años, cuando los españoles aún no habían cruzado el gran océano y no habían llegado a tierras americanas, en Chihuahua gobernaba el gran jefe Candameña. Amo y señor de la Alta Tarahumara, consiguió dar paz y prosperidad a su pueblo. Los días se sucedían y el bienestar reinaba. Sin embargo, el carácter inconformista de los hombres alimentaba sus aspiraciones. Quería crecer, ser más grande y poderoso. Y claro, la respuesta rápida para hacerse con más territorio siempre es la guerra. Mandó exploradores a los alrededores y tras estudiar varias estrategias sabía que la sangre se derramaría y muchos jóvenes morirían. No se atrevía a dar el paso que podía acabar en destrucción. Finalmente, la belleza de su hija le dio la respuesta: el amor es más poderoso que la guerra y además crea alianzas más estables y duraderas.

Basaseachi era una joven muy hermosa, tanto, que las nubes, a su paso, solían esconder el sol para que éste no pudiera dañar la blancura de su piel. Los que la conocían hablaban de que siempre olía a primavera y de que el viento jugaba con su cabello para ondularlo y darle brillo.

Su padre, Candameña, puso en venta su mano: su hija se casaría con algún importante heredero que sumara más tierras para su pueblo. Fueron muchos los pretendientes que acudieron a la cita. Las propuestas se concentraban más en la fortuna que los jóvenes pudieran aportar que en las virtudes personales que pudieran hacer de Basaseachi una mujer feliz. Era un simple negocio y mercadeo, pero eso sí, para acallar a la mala conciencia, iba envuelto con el celofán del amor.

Tras días y días de desfiles de pretendientes, solo cuatro consiguieron convertirse en firmes candidatos: Tónachi, el señor de las cimas; Pamachi, el hombre que viene de más allá de las barrancas; Areponápuchi, el de los valles verdes; y Carichi, aquel de las filigranas de la cara del viento. La decisión no iba a ser fácil. Por ello, Candameña ideó una serie de pruebas, a cada cual más difícil. Y es que, entregar el amor de una hija no debe hacerse a la ligera.

Extenuados y sin aliento en no pocas ocasiones, los candidatos poco a poco iban superando las pruebas. Ya sólo quedaba una por pasar. Y ésta, fue tan difícil, dura y peligrosa, que los cuatro jóvenes acabaron por encontrarse con la muerte. Fue así como la desolación inundó el corazón de Basaseachi quien entendió que nunca podría desposarse y encontrar el amor de hombre. Por ello, hipnotizada por el dolor y la tristeza, subió a los altos cerros de la Alta Tarahumara para lanzarse al vacío.

Su padre, testigo directo de cuanto acontecía intuyó las intenciones de quitarse la vida de su hija. Y mientras la muerte se acercaba, Candameña ordenó al brujo del pueblo hacer un conjuro para que su hija no muriera. Poco tiempo había para pensar y reaccionar. No obstante, el brujo logró lanzar un hechizo sobre la joven dama cuando está separaba sus pies del suelo y volaba hacía el vacío.

Desde entonces, Basaseachi quedó convertida en una bella cascada de agua cristalina y profunda. Hoy sigue presente y viva fluyendo en libertad para deleite de un pueblo orgulloso y de un turista curioso.

Con información de Diario Femenino.

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