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Estado

Guerra en Chihuahua

Mártires y heroínas del agua

'It´s a war!' ¡Es una guerra!: la lucha por el agua estalla en la frontera de México, cabeceó el diario estadounidense The New York Times

Froyla Meza
Colaboración

domingo, 02 octubre 2022 | 19:50

El Diario

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Chihuahua.- “It´s a war!” ¡Es una guerra!: la lucha por el agua estalla en la frontera de México, cabeceó el diario estadounidense The New York Times. “Agricultores en Chihuahua emboscaron a integrantes de la Guardia Nacional y tomaron el control de una presa para evitar el pago de agua a Estados Unidos, en un conflicto por un recurso cada vez más escaso”. “Es una guerra”, dijo Víctor Valderráin, un agricultor que ayudó a liderar la ocupación, “para poder sobrevivir, para poder seguir trabajando, para alimentar a mi familia”.

Eso fue (sigue siéndolo, hoy de menor intensidad, aunque latente), una guerra. Por un lado, el gobierno federal con todo el poder en la mano, hizo uso masivo de la fuerza militar, congeló cuentas bancarias de algunos participantes, incluyendo la cuenta de banco del municipio de Delicias, lanzó acusaciones terribles, sin fondo de verdad, calumniosas, dijo mentiras; la palabra presidencial vinculó a este movimiento social con el crimen organizado, realizó persecuciones a las familias, integrantes de las fuerzas federales cometieron un asesinato que por poco no fueron dos, y mantuvieron en la cárcel incomunicados a cuatro activistas por lapsos de muchos meses.

¿Y por el lado de los agricultores? “Nunca me imaginé que me fueran a encarcelar a mi hijo y a sus otros dos compañeros, nomás para tomar venganza precisamente con ellos”, señaló de entrada Estela Márquez Campos, madre de Juan Carlos Rivera Márquez quien, junto con los primos Rosendo Lerma Lechuga y Juan Lechuga Montes, compartió el encierro de sus personas por 1 año y 2 meses. Doña Estela, a quien en su pueblo y en el seno del movimiento estatal se le conoce y se le refiere como Estelita, fue desde el inicio una fuente de fortaleza e inspiración de la resistencia. Para empezar, y desde que se enteraron de que los muchachos estaban en prisión, cada noche ella practicó una costumbre a la hora de dormir, cuando la preocupación la distraía en una duermevela inquieta: “Yo adrede me quedaba destapada en la cama, para sentir lo mismo que sufría mi hijo en su celda fría”.

“Todavía ahora estamos yendo a terapias, y al mismo tiempo le estamos pidiendo a nuestro creador que nos mande el agua”. A Dios rogando y con el mazo dando, como se dice. “A sus niñas (las chiquitas, de un segundo matrimonio de Juan Carlos), les dijimos que su papá estaba de viaje”. Por otra parte, la niña de Juan Lechuga tenía la idea, porque también le escondieron la verdad cruda, que “mi papá vive en un castillo”.

'GUERRILLA' SIN ARMAS, PERO CON CAUSA

Por su parte, Verónica Santana Campos, amiga de la familia Rivera Márquez, compañera de lucha de Estelita y quien se convirtió en una de las más activas integrantes del grupo principal de la resistencia, relata: “Fuimos a Juárez a perseguir a AMLO, porque iba a llegar para una gira” en la frontera; “hasta sin dinero nos fuimos (ella, la madre y otras personas de La Cruz)… no lo pudimos contactar, nos lo escondieron los guardias nacionales, a lo mejor creían que íbamos a hacerle daño, pero el daño era de él, venía de sus órdenes, por lo que pensábamos reclamarle para que nos soltara a los muchachos”. ¿Qué tanto influyó esa actividad para que al final, después de mucho, soltaran a estos agricultores inocentes de terrorismo y de posesión de explosivos, etcétera? “Sin la madre, sin las madres, las esposas, sin los hermanos, sin la gente cercana, no se hubiera logrado nada”. Verónica Santana es enfática al señalar que, en verdad, esta red solidaria funcionaba en la práctica, claro que no como un grupo guerrillero (y aquí sonríe, porque entre ellas, en broma, así se manejaban), pero sí como un grupo organizado alrededor de doña Estela Márquez Campos y de la fuerza que emanaba de ella.

“Hacíamos volanteos en el crucero de la carretera con el ferrocarril, convocábamos a ruedas de prensa cada semana en Delicias. Como familia, como comunidad, si alguien no podía ir a una manifestación, nos apoyaba para que fuéramos”. Usted ve a los muchachos (los dos Juanes y Rosendo), son humildes, es gente de trabajo, son agricultores, no son terroristas.

Y durante la entrevista con Juan Rivera en el patio de su casa, con sus hijas a su lado, con su madre alrededor, su hijo, con su hermano Armando y doña Verónica, en efecto, Juan es la personificación de la amabilidad y del amor: se abraza cariñosamente a sus niñas, estrecha a su hijo mayor, un varoncito en la adolescencia madura y maciza a punta de adversidades y de trabajo incesante. ¿Una familia de terroristas? ¡Por Dios, no!

Sin embargo, la guerra era la guerra. “¿Qué vamos a hacer mañana, a dónde nos toca ir, qué puertas hay que tocar? ¿Quedan volantes, cuántos, hay que reimprimirlos?” Se planeaba cada noche en reunión del comité de lucha de La Cruz, Chihuahua. “El grupo estaba fuerte”, considera Estelita. Estaba aquí la familia ampliada, a la luz mortecina de un solo foco, la puerta cerrada, no fueran a entrar “los contrarios”, los federales, los militares. “Nos echábamos porras, envalento-nándonos unos a otros”. Llegaron al extremo de esconderse en otras casas cuando los alertaba el “pitazo” de que iban a venir los federales a catear las propiedades de los muchachos presos. Era una constante, ese estira y afloja, ese pasar de la cuasi clandestinidad a la abierta presencia en una gestión, en una audiencia o una manifestación. ¿Y a qué malhadada hora iban a tener la mala suerte de que se les apareciera una patrulla de la Guardia Nacional en las soledades de la carretera libre y, con la mano en la cintura, los desapareciera, como existe el rumor de que desaparecieron a un señor de por Camargo? Guerra es guerra.

ESTRATEGIAS DE DEFENSA SOCIAL

“Cuando vino López Obrador a Juárez, a él lo tuvieron que cambiar de puerta para que no saliera por donde salía toda la gente del vuelo…”, relató doña Verónica. ¿Fracasaron? “Muchas veces. Sí y no”, campechaneó la astuta mujer su respuesta, porque cuando volvían de la frontera, en la capital les estaban cancelando una audiencia judicial que se había programado para ese mismo día. Tal era el pan de cada día.

Pero no se crea que esta gente estaba sola. A la ida a Juárez a perseguir y picarle la cresta al presidente de la república, acudieron otros (y otras). Allá se aprontaron también Justina Zamarripa (“La Chata”, “Chatita”, la madre de la finada Jéssica Silva), y Martha Holguín, la esposa del líder también en prisión por los mismos motivos, Andrés Valles Valles, entre otros participantes en el movimiento de carácter estatal por la defensa de estos presos políticos y por justicia para Jéssica.

Y si bien la aventada y valiente “Chatita” era un pilar de la lucha, y Estelita fue asimismo desde el principio una verdadera fuerza moral, Martha Holguín, la esposa del líder Andrés Valles, se reveló en medio de esas adversidades, como una verdadera estratega legal y política. Ella estaba exigiendo al Juzgado Décimo Primero de Distrito con sede en Chihuahua, que revisara los cargos con los que fue vinculado a proceso su marido, porque según ella, el juez estaba actuando en obediencia servil de una consigna venida desde la Presidencia de la República.

Según Martha y los abogados, en realidad no se configuraba ninguno de los delitos de los que Valles estaba acusado. La señora Holguín le veía al caso de don Andrés varias “aristas  interesantes”. La defensa estaba alegando que todo este proceso, desde su inicio, se encontraba viciado con imperdonables irregularidades. Martha Holguín reveló un detalle hasta entonces ignorado por el público, y es que el día de la aprehensión del líder de los productores lecheros, sus captores -miembros de la Guardia Nacional y el Ejército- aparentemente llevaban una orden de aprehensión y otra de cateo para el domicilio de la familia; pero cuando se dieron cuenta de que don Andrés no se encontraba ahí, sino en una casa vecina, no vacilaron en allanar el que resultó ser el domicilio de la madre de él; entraron sin permiso, violentaron candados y cerraduras sin escuchar los reclamos de los moradores, y por supuesto, sin portar la orden de allanamiento correspondiente para llevarse a su “perseguido”.

Así los hechos, desde ese momento, y en concordancia con las normas legales del Código Federal de Procedimientos Penales, toda esa operación fue ilegal, el propio arresto fue ilegal y, en estricto apego a la ley, no sólo la aprehensión fue ilegal e injustificada, porque las dichas irregularidades son causal y materia para la automática invalidación incluso de los cargos y de todo

el proceso en contra del presunto inculpado. Con esos elementos, Andrés Valles, doña Martha y la defensa interpusieron una queja ante las Comisiones Estatal y Nacional de los Derechos Humanos (CEDH y CNDH) contra la Guardia Nacional y la Fiscalía General de la República (FGR) por atribución ilegal y excesiva de funciones, por abuso de autoridad, allanamiento y lo que resulte. Sin embargo, la defensa y la familia de Valles Valles tuvieron la osadía de pretender, en última instancia, escalar el caso hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con sede en Washington, porque este organismo no puede ser influido por el gobierno de López Obrador, y su actuación hubiera sido la única garantía de que don Andrés recibiera justicia. Hasta antes de la liberación del líder lechero, esa era “nuestra única esperanza”, reiteraba Martha Holguín, la estratega genial del grupo de madres y esposas.

QUIÉN HIZO A LOS MÁRTIRES

El 8 de septiembre de 2020, luego de la llegada de muchos cientos (tal vez mil quinientos) de productores agrícolas a las instalaciones de la presa La Boquilla, en el Municipio de San Francisco de Conchos, al cabo de alguna resistencia de los militares, quienes arrojaron bombas lacrimógenas a la multitud y respondieron con golpes y toletazos (véanse las fotos de campesinos sangrantes), los guardias nacionales y militares de línea se vieron obligados a entregar la plaza. Sin embargo, no se fueron contentos, no con lo que consideraron una humillación, y no todos se regresaron sin más al cuartel.

Cuando regresaban de La Boquilla, después de haber participado en las acciones de la toma de la presa, y en su camino a Estación Consuelo, donde vivían, Jéssica Silva y su esposo Jaime Torres, atravesaban Ciudad Delicias en su camioneta cuando, de repente, recibieron descargas de arma de fuego que al instante cobraron la vida de ella, y a él lo dejaron gravemente herido. Fue la Guardia Nacional. Según declaró el esposo de Jéssica, ellos simplemente iban de regreso a su comunidad, cuando fueron atacados por los militares. ¿Y cómo iba a faltar la calumnia? El

19 de septiembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador soltó el veneno, al decir que el comandante de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Burcio, sostenía que “la muerte de Jéssica pudo haber sido un accidente suscitado en medio del traslado de manifestantes violentos que habían robado armas y granadas a la Guardia Nacional”. Sin embargo, el 27 de octubre de ese año, la Fiscalía General de la República (FGR), desmintió a López Obrador y al comandante, pues ejerció acción penal contra seis elementos de la Guardia Nacional, que fueron detenidos al considerar que tenían responsabilidad en el ataque que sufrió la pareja de agricultores.

¿Y el otro hecho de injusticia?

Un destacamento de la Guardia Nacional permaneció (luego de que los corrieron de la presa) en las inmediaciones del pueblo de Boquilla-. Secuestraron a Rosendo Lerma Lechuga, Juan  Lechuga Montes y Juan Rivera Márquez luego de que los interceptaran a bordo de un automóvil. Toda esa noche los tuvieron esposados, boca abajo. El miércoles 9 de septiembre, el convoy militar se abrió paso hasta la carretera Panamericana, y de ahí al cuartel en Ciudad Delicias.

“¿Qué les hubiera costado matar a mi hermano y a sus compañeros, como ya lo habían hecho con Jéssica Silva y su esposo en la noche?”, preguntó Armando Rivera, quien supo después, de labios de su hermano Juan, que aquella noche los habían torturado sicológicamente amenazándolos con matarlos “para ver si así se les quitaba lo machito”. Fueron incesantemente interrogados

acerca de cómo habían conseguido aquel cartucho vacío de gas lacrimógeno que les quisieron hacer pasar como una peligrosa bomba. No les dieron alimento ni agua y los dejaron tendidos boca abajo, esposados. 

Los tres secuestrados fueron mantenidos durante 15 meses en prisión, acusados de “terrorismo”. Con acusaciones similares, fue detenido, asimismo, el jueves 22 de julio de 2021, el líder Andrés Valles Valles, en venganza por el activismo de este productor lechero en la defensa de la Presa La Boquilla. El también agricultor cayó en manos de la Guardia Nacional y los militares, vinculado ilegalmente a proceso por un juez federal por los cargos de “motín, robo de vehículo y obstrucción a las vías de comunicación”.

LOS MOTIVOS PROFUNDOS DEL MOVIMIENTO

“Que por qué nos movilizamos a La Boquilla aquel día, nos preguntan, a veces con malicia, que si habíamos sido manipulados, que si alguien con mucho poder nos obligó, que si nos pagaron”… Nada más alejado de la realidad. “¿Sabe por qué decidimos ir a La Boquilla?”. Justina Zamarripa, madre de Jessica Silva Zamarripa y suegra de Jaime Torres, quienes fueron tiroteados, muerta la hija acribillada por las armas de la Guardia Nacional, herido él de mortal gravedad, aquella; Justina, a quien llaman “Chata” o “Chatita”, lo explica de manera muy clara:

“Aquí en Estación Consuelo nos estaban recortando el riego en el 2020, se secaron chilares por la falta de agua, a los nogaleros sólo les soltaban un riego por mes, etcétera, pero veíamos que agua sí había, porque por aquí a 200 metros de donde estamos, corre el Canal Principal ¡y lo veíamos que iba desbordado! El agua de los agricultores nos pasaba por las narices sin detenerse, nos la robaba López Obrador para entregársela a los gringos”. Supimos, agregó “Chatita”, que las extracciones ilegales (en este caso de la presa Francisco I. Madero, “Las Vírgenes”), las hacían en horas de la noche. “Pensaban que no nos íbamos a dar cuenta de que estaban vaciando la presa”.

“Y claro, cuando supimos que se iba a hacer la toma de La Boquilla el martes 8 de septiembre, todos nos apuntamos para ir; de aquí iban a ir mi esposo (José Luis Silva Anchondo, hoy finado) con mis nietos, pero a última hora llamó mi yerno Jaime para avisarnos que iba a pasar por Jessica, y entonces fue así que se fueron ellos dos solos en su camioneta”.

El caso, los problemas de los agricultores de Estación Consuelo, la falta de riegos, eran en 2020, y son, en resumidas cuentas, los mismos de todos los productores agropecuarios del Sistema de Riego 005, igual en los municipios de Meoqui, Julimes, Delicias, Saucillo, Rosales, La Cruz, Camargo, San Francisco de Conchos, regados por las presas Francisco I. Madero (“Las Vírgenes”) y La Boquilla.

¿De qué se quejaban los productores en mayo, julio, agosto, septiembre de 2020?

En Estación Consuelo, Municipio de Meoqui, refiere “Chatita”, tienen que ser dos riegos por mes, porque la tierra es muy negra, reseca, muy bebedora de agua, y aun así nos estaban estringiendo los riegos… “¡fíjese, con el Canal Principal rebosando de agua para los Estados Unidos!”. A nosotros se nos secaron los chilares (“¡lo que nunca había pasado desde la sequía

de los años noventa!”). Pero cada riego dizque “extra” que solicitábamos, nos lo cobraban a 2 mil 800 pesos, cuando lo normal eran mil 600. Y luego, se desplomó el precio de la leche, de $8.20 a $5.10 el litro, pero el alimento concentrado alcanzó la cifra estratosférica de $320 el saco… tuvimos que vender vacas lecheras, de 18 que teníamos, nos quedaron sólo ocho.

De aquí a unos 70 kilómetros al sur, Alfredo Chacón Márquez, agricultor del Módulo 1, sección de riego 04, de Estación Conchos (Municipio de Saucillo), tiene una nogalera en desarrollo, es decir, que todavía no produce fruto. Refiere que él siempre ha sembrado también algodón, sandía, alfalfa, maíz y melón, principalmente, dependiendo del año. Y este agricultor tuvo motivación suficiente para participar en la toma de la presa La Boquilla, sin ninguna necesidad de que lo “manipularan” o de que lo “obligaran”. ¿Por qué? Alfredo se quejó principalmente de la falta de agua

en la región ese año, porque en 2020, la precipitación pluvial andaba en 80 milímetros en promedio, cuando que lo normal son 275 milímetros. “Y con 870 millones de metros cúbicos de almacenamiento de agua en La Boquilla, no se completa para hacer un plan de riegos; con esos niveles, la situación apuntaba a ser muy problemática, muy caótica”.

LES LLOVIÓ SOBRE MOJADO (ES UN DECIR)

Chacón Márquez recordó al respecto que, a partir de la extremosa sequía que se padeció en 1995, para empezar, ese año no se abrieron las compuertas de La Boquilla para nada, y desde entonces, se redujo el riego, y se redujeron los cultivos, de 2 ciclos (otoñoinvierno y primavera-verano) que había, a sólo uno: primavera-verano, como lo es en la actualidad. “Desde esos años, hemos pugnado por aumentar la eficiencia y reducir el desperdicio, evitar las filtraciones de agua al suelo… estamos permanentemente creando un colchón de ahorro para garantizar el próximo ciclo agrícola”, explicó el experto agricultor. Por lo tanto, la extracción forzosa que estuvieron haciendo los de Conagua escoltados por un millar de militares, fue el detonante, el motivo que terminó por agotarles la paciencia a él y a otros alrededor de 1,500 productores, que decidieron echar a la Guardia Nacional de La Boquilla y detener el robo de agua. 

Por su parte, miembros de las familias de los tres agricultores del Municipio de La Cruz (Rosendo Lerma Lechuga, Juan Lechuga Montes y Juan Rivera Márquez) que fueron secuestrados, torturados y amenazados por elementos militares, y puestos a purgar, sin otra justificación que la venganza del gobierno federal, un término de prisión de un año y tres meses, desmintieron las maliciosas cuan perversas versiones de la 4T. El mismísimo Andrés Manuel López Obrador, llegó a asegurar que a los asistentes a la toma de La Boquilla los empujaron algunos políticos con

influencias o poderosos terratenientes que protegían “sus propios intereses”. Pero este mandatario nunca explicó de qué maneras misteriosas, tales personajes manipularon a la gran masa de los productores para que se hicieran presentes en las cortinas de la presa para detener el saqueo del agua. 

¿Quién los invitó? “Nadie nos invitó, vimos los mensajes en las redes sociales, y no la pensamos dos veces: nos arrancamos, y ya”, dijo Armando Rivera, hermano de Juan Rivera Márquez. Armando habla en nombre de su hermano, de sus primos y sus vecinos de La Cruz: “Nos animamos porque se estaban llevando el agua, y no queríamos que se la acabaran. En La Cruz, el problema de la escasez de agua de riego no fue algo exclusivo de ese 2020. “Tenemos años batallando con el agua, como para que nos dijeran de repente que ya no hay, era algo intolerable, que requería acción inmediata”. Así que se prepararon para enfrentar el problema.

¿A costa de sacrificios? “Sabíamos que había riesgos, y nos aventuramos a lo que saliera”, dijo, terminante. La suerte, en efecto, se les volteó a sus parientes y vecinos, en la forma de un abuso de poder inimaginado, de cuyas consecuencias, las tres familias de los presos de La Cruz apenas se están recuperando, en lo económico, en lo sicológico, en lo familiar.

Como colofón, en este año de 2022, la reciente temporada lluviosa provocó que la presa La Boquilla llegara a un 80 por ciento de almacenamiento, y que tanto “Las Vírgenes” como El Granero rebasaran su capacidad. El hecho de que Chihuahua, mediante las crecientes del río Conchos y afluentes, haya enviado ¡en menos de dos meses! 477 millones de metros cúbicos al río Bravo y al Tratado Binacional de Aguas (rebasada con mucho por hoy la cuota de México, pagadas las deudas), no exime a nadie de una futura nueva confrontación, en similares condiciones, si el

oponente de los agricultores fuera todavía este mismo gobierno u otro similar que tenga miedo de no poder pagar en plazos que sólo existen en su imaginación, aunque no en el verdadero Tratado.

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