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Dos años salvando niños en la sierra

Jesús Javier Mireles ha recorrido caminos tratando de llegar a las comunidades más alejadas en busca de infantes en condiciones difíciles

Salud Ochoa
El Diario de Chihuahua

lunes, 25 octubre 2021 | 06:00

Francisco López Matán / El Diario Francisco López Matán / El Diario | Las carencias en materia de alimentación son muchas en la Sierra Tarahumara Francisco López Matán / El Diario | A través de brindarles alimento ha podido disminuir la desnutrición en los niños de la comunidad Francisco López Matán / El Diario

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Chihuahua— Caminar hasta 7 horas en un día para ir en busca de niños huérfanos, que viven en la pobreza extrema o aquellos afectados por la desnutrición, es el día a día de Jesús Javier Mireles Montañez, un hombre de 30 años que ha decidido dedicar su vida a realizar acciones en favor de los más necesitados. En este caso los niños indígenas de la Sierra de Guadalupe y Calvo, donde las diferentes caras de la marginación se hacen presentes, de manera particular la desnutrición.

La historia de la Casa Hogar Betania inició cuando en los recorridos por la región Jesús pudo constatar las múltiples necesidades que había entre los pobladores de las comunidades indígenas. El rostro de esas necesidades lo encontró en Porfirio, un niño de entonces 3 años de edad que padecía desnutrición severa. 

A partir de allí, nace la idea de apoyar a los pequeños que se encontraban en condiciones similares a las de Porfirio y aunque en un principio sólo se trataba de proporcionar alimentos, la realidad demandaba más que eso.

“Porfirio –Pilo le decimos– ha marcado mucho en la historia de la casa. Él tenía problemas graves de desnutrición, cuando llegó acá tenía 3 años y estuvo hospitalizado 8 días por ese motivo. Cuando llegué a su casa lo único que tenía en mi bolsa era un peso. Le pregunté que si quería irse a vivir a otro lugar, él no hablaba español sólo tepehuán y tuvieron que traducirle lo que le estaba diciendo, tengo grabado en la memoria el rostro del niño y como éste cambió cuando le di el único peso que llevaba en la bolsa. Fue increíble”, dice Jesús Javier quien fue seminarista durante algún tiempo.

Para llegar hasta la casa de Porfirio en la comunidad La Cieneguita, Jesús tuvo que caminar durante cinco horas y cuando arribó la gente lo veía como si fuera un sacerdote, porque lo conocían desde esa época.

“Hablando con ellos y buscando a los niños desnutridos, en ese momento es cuando empieza mi programa de vida en favor de los más pobres. Gracias a Dios pudimos rescatar a uno de esos niños. Ahorita Porfirio tiene 6 años de edad y su vida ha mejorado sustancialmente, está acudiendo a la escuela y sigue con nosotros”.

Jesús Javier ha recorrido caminos durante horas, tratando de llegar a las comunidades más alejadas en busca de niños que se encuentran en condiciones difíciles. La vocación de servicio ha sido hasta ahora más fuerte que el cansancio, las largas jornadas o el temor.

“Antes estaba muy tranquilo, pero como mi deseo de servir y ayudar ha sido más grande no me importan las distancias que haya que recorrer o lo que encuentre en el camino. Mi función es otra. Ese día salí a las 6 de la mañana y regresé a las 11 de la noche. El amor y servicio por los más necesitados siempre ha estado conmigo y es lo que quiero hacer. Trabajar con los niños es una labor extenuante pero muy bonita porque los pequeños a veces son agotadores –es parte de sus características– pero verlos crecer y mejorar es la mejor retribución”.

Solo y con prácticamente nada de ayuda, llevó a la práctica su intención de apoyar aunque fuera sólo con alimentos a los menores, sin embargo las cosas fueron cambiando.

“Al inicio mi idea era sólo tener un comedor comunitario, pero empezamos a ver la necesidad de atender un poco más a los niños. Tuvimos cuatro primero, luego ocho, quince y hasta 25. Cuando empecé sólo era yo trabajando en una casa rentada que se fue acondicionando para atender a los usuarios. Luego se unieron 3 voluntarios y después llegaron otras personas y empezamos a constituir una asociación civil. La necesidad nos llevó a pensar en la fundación.

El 3 de febrero de 2019, Jesús decidió fundar la Casa Hogar “Betania” en la comunidad El Pinito, ubicada a 6 kilómetros de la cabecera municipal de Guadalupe y Calvo. Desde entonces no ha parado en su objetivo: atender a los infantes.

“Atendemos niños que se encuentren en tres tipos de situaciones: que sean huérfanos, que tengan sólo papá o mamá o que sean de escasos recursos. Ahorita tenemos 19 niños en la casa, todos de origen tepehuán o tarahumara. Sólo tenemos varones porque las niñas son atendidas en otra casa hogar que está en la cabecera municipal”.

Los menores, dice Jesús, son en su mayoría niños huérfanos cuyos padres murieron a causa de alguna enfermedad o bien que tienen a alguno de los dos progenitores o viven con familiares.

“Todavía no podemos recibir niños custodiados por el DIF, todos los que tenemos tienen un familiar cercano y ellos firman un acta de conformidad para que los niños estén en casa Betania”, explica.

Los niños que habitan en la casa hogar, acuden a la escuela de manera regular, los de preescolar y primaria lo hacen en la propia comunidad de El Pinito mientras que los de secundaria y preparatoria van a Guadalupe y Calvo. Estos últimos son transportados en una unidad que la Presidencia municipal tiene para uso de los estudiantes en general.

“Nosotros no contamos con un vehículo y esa es otra necesidad muy importante. Yo mismo me traslado de un lado a otro caminando. A veces me piden que esté en cierto lugar y tengo que ir caminando o de aventón porque no tenemos transporte. Desde El Pinito constantemente bajo a Guadalupe a pie, son 6 kilómetros pero estamos en la parte alta”.

Las carencias en materia de alimentación, dice, son muchas y en Betania se ha atendido lo que ha sido posible ya que no cuentan con los recursos económicos suficientes para prestar toda la ayuda que se quisiera.

“Sí hay mucha necesidad. Nosotros atendemos lo que podemos, pero si se pudiera atenderíamos un poco más. Ahorita no tenemos un dormitorio, acondicionamos un espacio para que los niños puedan dormir. Al principio vivíamos en una casa de renta y la arreglé para que estuviera funcional. Las necesidades han ido aumentando conforme aumenta el número de niños atendidos”

Según el entrevistado, el DIF estatal les apoya con despensas que incluyen alimentos no perecederos, pero, en aras de abatir el grave problema de la desnutrición, se requieren otro tipo de alimentos para brindar a los pequeños una mejor alimentación.

“El DIF nos provee despensas que contienen frijol, arroz, leche y otros productos, pero, sí requerimos comprar frutas, verduras, un poco de carne para poder darles una alimentación más variada a los niños. Hay un grupo de mujeres voluntarias que hacen una aportación económica y con eso se compra lo poco que se puede. Ellas van apoyando mensualmente y con eso compramos material de limpieza y cosas de uso personal como shampoo, crema, jabón e implementos de higiene que es lo que nos hace más falta junto con material de limpieza”, explica.

La historia de la bolsa de arroz

La historia de Jesús en la Sierra de Chihuahua ha estado salpicada de anécdotas, así como de otras historias de vida que han dejado una huella en él. El caso de Porfirio, ha sido uno de los más significativos, aunque no es el único. 

“Hay una historia que me ha marcado mucho como fundador y me ha impulsado a seguir. Porque mi idea de fundación no sólo es esta casa sino fundar otras casas, pero tengo claro que primero hay que asentar del todo ésta. Cuando salgo normalmente me llevo una mochila y en ella cargo siempre algo de comer. El día que llegué a casa de Pilo llevaba una bolsa de arroz, al ver la situación la saqué y se la di a la madre para que preparara el arroz y cuando la señora nos llamó a comer, los niños lo disfrutaron como si fuera un manjar.  Un alimento tan común para nosotros, para ellos era algo extraordinario. Esa historia me ha marcado mucho”, insiste.

Jesús Javier señala que ver el cambio que se da en los niños es el mayor logro en la vida. Al inicio de las actividades en la fundación, él se encargaba de todo desde cocinar hasta lavar la ropa y atender a los pequeños huéspedes.

¿Desea ayudar?

Puede comunicarse con Jesús Javier Mireles al teléfono 627-139-1416

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