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Estado

‘De Cerocahui salgo en ataúd’

Lloran en misa asesinato de sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora

Alejandra Sánchez
El Diario

domingo, 26 junio 2022 | 08:52

Juan Alanís / El Diario de Juárez Alejandra Sánchez / El Diario Juan Alanís / El Diario de Juárez

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Chihuahua— “De Cerocahui sólo salgo en un ataúd”, fueron las palabras de Javier Campos Morales pronunciadas apenas en febrero pasado, recordó Luis Gerardo Moro Madrid, provincial de la Compañía de Jesús en México durante la ceremonia de cuerpo presente de los dos sacerdotes asesinados en Cerocahui.

Jesuitas, rarámuris y laicos de diversas comunidades de la Sierra y de la capital del estado lloraron ayer durante la misa celebrada en el templo del Sagrado Corazón de Jesús de esta ciudad, en memoria a los padres Joaquín César Mora Salazar, el ‘padre Morita’, y Javier Campos Morales, el ‘padre Gallo’, quienes fueron asesinados en Urique el pasado lunes. 

Pese al intenso sol de ayer, desde las 9 de la mañana feligreses provenientes de la zona serrana y de Chihuahua comenzaron a hacer una fila para ingresar al templo.

Durante la espera, Norma Villalobos, quien conocía al padre “Gallo” desde hace 50 años, dijo que este hecho le deja un sentimiento de orfandad y de abandono. 

“Él era como mi papá, no había cosa que yo necesitara y que no me ayudara. De hecho, el miércoles que fue para Monterrey me habló y me dijo que quería comer con nosotros, pero me quedé sin verlo”, contó.

“Él fue nuestro párroco en Guachochi; cuando él llegó yo tenía ocho años, de hecho, él me dio la primera comunión, cenaba con nosotros y nos leía el Evangelio”, afirmó.

Indicó que ella le decía que la Sierra lo iba a extrañar mucho cuando se fuera porque “se la barrió completa, de orilla a orilla”. Yo le decía: “padre, lo va a extrañar mucho el bosque”, y él me contestaba: “yo creo que ni muerto voy a descansar”. 

Al preguntarle qué le diría al jesuita, ella respondió: “Padre, yo sé que usted está en el cielo, no se olvide de nosotros y nosotros de usted jamás. Yo creo que Dios tuvo una manera muy sabia de llevárselo, una manera en que nunca será olvidado, ni por sus obras, ni por la manera en la que se fue. Padre, lo voy a amar siempre, mi casa está llena de sus recuerdos”. 

‘¿Dios me va a perdonar, padre?’ 

La tarde en la que ocurrieron los hechos, Pedro Palma Gutiérrez, quien era perseguido por Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, entró al templo de Cerocahui para intentar refugiarse, pero el agresor decidió quitarle la vida a él y a los dos sacerdotes. 

Héctor Fernando Martínez, sacerdote de Sisoguichi, dijo que el padre que presenció el hecho violento narró que “El Chueco”, al darse cuenta de lo que había hecho, le preguntó si Dios lo perdonaría. “¿Dios me va a perdonar, padre?”. Éste le respondió que sí, pero que no se llevara los cuerpos, sin embargo, hizo caso omiso y se los llevó.

Luego de 72 horas, la Fiscalía General del Estado informó que las víctimas ya habían sido localizadas, a lo que Luis Gerardo Moro Madrid, provincial de la Compañía de Jesús en México, expresó que si la autoridad logró recuperar los cuerpos de los jesuitas y un laico, por qué no es posible recuperar también los cuerpos de tantas personas víctimas de desaparición. 

‘Pasaron a ser parte de nuestras familias’

Genoveva Díaz, del municipio de Urique, expresó que desde que los sacerdotes llegaron a Cerocahui estuvieron muy pendientes de los rarámuris, de los más desprotegidos y de la gente mestiza. 

“Siempre los vamos a recordar con mucho cariño, los queremos mucho. Ellos pasaron a ser parte de nuestras familias, nos daban el consejo y bueno, tenemos un sentimiento muy triste porque les arrancaron la vida”, dijo.

Ella estaba acompañada de otras mujeres originarias de Baragomachi, quienes organizaron una danza en honor los padres Mora Salazar y Campos Morales.

Así fue como en punto de las 12:00 del mediodía, inició la celebración, con coloridos trajes típicos y música originaria de sus comunidades.

Previo a ello, los cuerpos ya habían sido bajados y colocados al frente del templo. Al recinto ingresaron 300 personas entre feligreses, políticos, activistas, familiares de personas desaparecidas y párrocos, quienes entre sollozos y lágrimas les dieron el último adiós. 

‘Ya no alcanzan los abrazos para cubrir los balazos’

En la misa, el jesuita Javier “El Pato” Ávila dijo en su intervención que “ya no alcanzan los abrazos para cubrir los balazos”.

“Se fueron sin pedir permiso y con su morral lleno de historias; es muy fácil ser humano, pero es muy difícil hacerse humano, y en ellos siempre encontramos a dos hermanos, a dos hombres humanos”, expresó el párroco de Creel. 

Además, pidió al presidente Andrés Manuel López Obrador que revise su proyecto de seguridad pública, pues éste no va bien. 

“Este lamentable hecho no es aislado. El Papa Francisco acaba de lamentar este suceso y dijo: ¿Cuántos más en México?”. 

Asimismo, externó que los jesuitas no abandonarán la misión, que seguirán al frente de la Iglesia y que saben perdonar porque la alegría y la paz vive en sus corazones. 

“Aquí seguiremos y jamás olvidaremos a nuestros compañeros, sus nombres seguirán rebotando en el hueco de los barrancos”, finalizó. 

Moro Madrid señaló que la violencia se ha convertido en un modo de resolver los conflictos.

“La sangre de Pedro, Javier y Joaquín se une a aquella sangre que aqueja a nuestro país. Hemos recibido muchas muestras de indignación que nos hacen atender el llamado a esta situación; necesitamos construir puentes para encontrar caminos de paz”, refirió. 

Dijo que México necesita la justicia y la resignación. “Pedimos a Dios que la verdadera justicia nos lleve a una transformación institucional, que comiencen a construirse todos esos puentes, necesitamos escuchar a los pueblos indígenas y a todas las víctimas de la delincuencia”. 

Además, externó que no se irán de la Sierra Tarahumara ya que su mayor deseo es estar con sus pueblos indígenas. 

“Hoy le decimos al pueblo de México que queremos trabajar por la paz y necesitamos de ustedes; Javier, Joaquín y Pedro eran hombres sencillos, incluyentes, siempre los vamos a recordar”, dijo Moro Madrid.  

Luego de los mensajes, se rindió un minuto de silencio por las víctimas y los integrantes de la comunidad indígena llevaron una flor blanca hasta los féretros y rociaron de agua bendita. 

Al final, gritaron “¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Viva el padre Gallo!, ¡Viva el padre Mora!, ¡Ya basta, necesitamos justicia!”.

Las personas que se encontraban afuera del recinto pudieron entrar a la iglesia para también despedir a los jesuitas. A las tres de la tarde, entre llanto y aplausos, los cuerpos fueron sacados del templo y trasladados a Creel, en donde se realizó otra ceremonia. 

Descansarán en Cerocahui

Hoy los jesuitas serán llevados a Cerocahui, en donde se hará una danza y el lunes serán sepultados en ese mismo lugar.

Joaquín César Mora Salazar “Morita”, nació el 28 de agosto de 1941 en Monterrey, Nuevo León. Ingresó a la Compañía de Jesús el 30 de julio de 1958 a los 16 años. 

El primero de mayo de 1971 fue ordenado sacerdote en Monterrey. Fue misionero en la Sierra Tarahumara durante seis meses en 1976, en Sisoguichi, donde fue vicario cooperador.

En la misma Tarahumara realizó su tercera probación en 1976 y regresaría de 1998 a 1999, desde el 2000 fungió como vicario parroquial en Chínipas, hasta 2006, posteriormente como vicario cooperador en Cerocahui desde 2007.

Javier Campos Morales, el ‘padre Gallo”, nació el 13 de febrero de 1943 en la Ciudad de México. Ingresó a la Compañía de Jesús el 14 de agosto de 1959 y en 1972 se ordenó como sacerdote. Un año después empezaría su misión como superior local, vicario pastoral y episcopal en la Sierra Tarahumara, en la comunidad de Norogachi.

Llegó a ser párroco en Guachochi (1974-1983), en Chinatú (1987-1999) y en Cerocahui (1996-2016). Desde 2019 y hasta antes de su asesinato fue superior de la Misión Jesuita, párroco, vicario de Pastoral Indígena de la Diócesis de la Tarahumara y asesor regional de Comunidades Eclesiales de Base.

Otra de las frases en este acto fue aquella de Mario Benedetti, “El olvido está lleno de memoria”. (Alejandra Sánchez / El Diario).

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