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Espectáculos

Forjado con fuego y hierro

Arnold Schwarzenegger, el niño maltratado que triunfó en el cine, la política y, ahora, la televisión debuta en Netflix este viernes con ‘FUBAR’

Agencias

miércoles, 24 mayo 2023 | 06:00

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Clive James, escritor australiano, describió en cierta ocasión al Arnold Schwarzenegger de 30 años, culturista de cuerpo como “un condón lleno de nueces”. Es más que probable que Schwarzenegger leyese la frase: según uno de sus biógrafos, Michael Blitz, autor de la desopilante crónica ‘Why Arnold Matters: The Rise of a Cultural Icon’ (Por qué Arnold es importante: el auge de un icono cultural), el actor, político y antiguo atleta austríaco es un narcisista contumaz que intenta “leer hasta la última línea que se publica sobre él”.

Como tantos otros iconos de la constelación pop, Arnold parece tener una relación esquizofrénica con su propio personaje: “Adora el nivel de notoriedad que le proporciona, pero detesta verse reducido a lo que considera una vulgar caricatura”. Schwarzenegger se resiste a la noción de que sus éxitos personales puedan resultar ridículos, que la musculatura soberbiamente bruñida que él concibe como una obra de arte fruto de la determinación y la disciplina pueda ser objeto de comentarios crueles. Pero su sentido de la propia dignidad hace que no tolere del todo bien que los advenedizos pretendan bailar con su legado.

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Siempre en el candelero

Este viernes se estrena en Netflix ‘FUBAR’, la ficción en que Schwarzenegger encarna a un veterano agente de la CIA, y el 7 de junio aterrizará también Arnold, una serie documental de tres capítulos con la que Netflix se ha propuesto mostrar “al hombre que se esconde tras los músculos”.

Y no se trata de un hombre cualquiera. Por mucho que su tríceps haga pensar en un profiláctico abarrotado de frutos secos, Schwarzenegger es un individuo complejo con una biografía particularmente rica.

Está el niño escuálido que competía con su hermano mayor por el cariño de su padre, un simpatizante del nazismo que encontraba un deleite cruel en comportarse con su familia como un Adolf Hitler de pacotilla (Schwarzenegger ha contado que su padre le pegaba, convencido de que era homosexual).

Está el joven atleta que emigró a los Estados Unidos con 21 años, con apenas un puñado de chelines austríacos en el bolsillo y con un vocabulario en inglés que no superaba las 20 palabras. Está el culturista superdotado que ganó en siete ocasiones el Mr. Olimpia y se proclamó, en 1968, Mr. Universo mientras se ganaba la vida como albañil en Los Ángeles.

El actor que empezó a asomar a la gran pantalla en 1970, con el papel de Hércules en Hércules en Nueva York, y que perseveró, pese a las críticas atroces, hasta ganar un Globo de Oro por ‘Stay Hungry’ (1976), a las órdenes de uno de los grandes del New Hollywood, Bob Rafelson.

Está el icono del cine de acción de los ochenta, con esa ristra de taquillazos que va de ‘Conan el bárbaro’ a ‘El último gran héroe’ (1993), pasando por la saga ‘Terminator, Danko: calor rojo’ (1988), ‘Desafío total’ (1990) o ‘Depredador’ (1987).

Está el huésped habitual de las páginas de prensa del corazón que tuvo la osadía de casarse con una Kennedy, la periodista Maria Shriver, mientras expresaba en público su simpatía por los republicanos Ronald Reagan y George Bush, o que se vendía como partidario de la plena restauración de los valores familiares mientras tenía una relación clandestina y un hijo secreto con Mildred Baena, su empleada doméstica de origen guatemalteco.

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Una infancia traumática

Algunas de las anécdotas de su vida abundan en su carácter de individuo terco, de una resiliencia. El Schwarzenegger más conmovedor tal vez habría que buscarlo en el niño que intentó jugar a fútbol porque su padre mostró un cierto interés por este deporte que no se le daba del todo bien a su hermano mayor, Meinhard, estupendo boxeador y alpinista. El espigado preadolescente que era Arnold se obstinó en darle patadas al balón hasta que su padre perdió el interés tras verle perder un partido intrascendente.

De ahí pasó a levantar pesas, harto de que hermano y progenitor le reprochasen que fuese espigado y enclenque y que su padre, el nazi Gustav, agente de policía, veterano de guerra, maltratador crónico, llegase a plantearse si aquel alfeñique sensiblero era o no hijo biológico suyo.

Ganar no lo es todo: es lo único

Otros aspectos fascinantes de la personalidad de Schwarzenegger tienen que ver con el uso en su años mozos de tácticas de desestabilización psicológica a sus oponentes, algo así como el trash talking habitual en el boxeo o el baloncesto estadounidense.. En su opinión, más que juego sucio, el uso de este tipo de artimañas era síntoma de “una inteligencia superior” a la de sus rivales, por no hablar de la ciega determinación y el instinto competitivo que le han guiado siempre.

Un acento inigualable

Ya en Estados Unidos, el joven adulto dio pruebas de su carácter de hierro resistiéndose a cualquier intento de interferir en su carrera. Mark Hamill, el futuro Luke Skywalker, con el que trabó una cierta amistad cuando ambos empezaban a frecuentar pruebas de reparto, le recomendó que “eligiese un nombre artístico que la gente fuese capaz de recordar” y que se librase lo antes posible del espantoso acento que le hacía parecer “un nazi de opereta”.

Lo mismo con la política. Arnold ganó por vez primera las elecciones a gobernador de California en 2003, en una época en que se consideraba discípulo de la austeridad fiscal de Nixon y del conservadurismo cultural de Reagan.

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