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Espectáculos

Eterno rey de Wakanda

Con la sorpresiva muerte de Chadwick Boseman, Hollywood pierde a un actor camaleónico y una poderosa voz de la comunidad afroamericana

Los Angeles Times

domingo, 30 agosto 2020 | 06:00

AP

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Los Angeles‒ Hay actores que nos conmueven por razones que van más allá de una simple cuestión de talento, y Chadwick Boseman, por decir lo obvio, fue un actor extraordinariamente talentoso. 

Sus ojos podían mantener un acercamiento de la cámara con una facilidad envidiable. Su voz, ya sea que adoptara el tono áspero de James Brown o el acento Wakanda, podían atraerlo a uno y mantenerlo en la sumisión.

Dominó la pantalla con un inmenso encanto, una gran destreza y gracia poco común, cualidades que nunca se esforzaron en anunciarse a sí mismas, ya que parecieron fluir de él como el agua.

Aunque no sólo fue ese magnetismo interno o admirable técnica la que convirtió a Boseman en un regalo para las películas. 

Fue la amable confianza que pudo expresar en los emotivos argumentos en la corte o las feroces secuencias de acción, sino que hizo aún más elocuentes los momentos de tranquila reserva.

Fue un sigiloso astro del cine, un actor que nos deslumbró en la superficie, pero mantuvo a raya lo crucial, como si poseyera un conocimiento profundo y misterioso.

Guerra en silencio

Ahora sabemos que Boseman estuvo guardando un secreto personal: una batalla de cuatro años contra el cáncer que salió a la luz este viernes con su muerte a los 43 años.

La noticia fue un golpe devastador para la industria del entretenimiento, que se encuentra agitada, pero también fue un recordatorio, en un mundo que se alimenta implacablemente de los chismes de las celebridades, que algunas de las guerras más difíciles se libran en silencio.

Los rigores de la destreza de un actor y los problemas de la supervivencia de un cuerpo son cosas muy diferentes, aunque a nuestras películas les fascina retarnos, en contra de nuestro mejor juicio, para reconciliar las dos cosas, para tratar de hacer lógica la brecha que existe entre el actor que amamos y la persona que pensamos que conocemos.

Ahora parece claro que en la pantalla y fuera de ella, Boseman tenía un genio particular para la sutileza, un genio que mostró con un propósito inequívoco.

Boseman convenció por igual con los héroes y leyendas de las páginas de ficción y de la historia: fue el poderoso rey T’Challa en “Black Panther”, pero también fue Jackie Robinson en “42”, Thurgood Marshall en “Marshall” y James Brown en su más electrizante actuación en “Get on Up”.

¿De qué manera un hombre puede interpretar un ícono tras otro, los afroamericanos, cuyos logros pioneros han remodelado los mundos predominantemente anglosajones del deporte profesional, la música popular, el Gobierno estadounidense y los superhéroes Marvel, sin ser engreído y autoagrandarse?

¿Sin resbalar y caer en una zona peligrosa en donde la ambición del actor parece ser superada por el ego del astro de las películas?

Si Boseman inspiró esa pregunta, fue con toda seguridad porque su propia carrera fue la respuesta.

Fue uno de esos actores que uno sabe que va a lograr una excelente actuación, aun cuando la cinta no sea necesariamente extraordinaria.

Él lograba que uno quisiera ver la película, la mera presencia de su nombre fue usualmente suficiente para inspirar la curiosidad y buena voluntad.

Ése fue un destino extraordinario de alguien, quien ante la evidencia de sus antiguas cintas y las muchas que vendrán, claramente apenas empezaba.

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