El Paso

Policías con poco entrenamiento: una tragedia anunciada

Un gran número de ocasiones en las que un agente dispara accidentalmente termina en fatalidades; esto es una consecuencia de la falta de formación adecuada en la Academia

Associated Press

domingo, 15 diciembre 2019 | 06:00

Seattle— Cuando una mujer trató de apartar a su hijo de su marido durante una discusión en una acera cubierta de nieve en el 2015, un agente intervino para poner fin a la pelea. Pero accidentalmente disparó su arma ante la proximidad de un perro y mató a la mujer mientras su familia miraba horrorizada.

Cuando un sargento de Minnesota detuvo a un motociclista que conducía a exceso de velocidad el mismo año, salió de su vehículo revólver en mano y, en el fragor del momento, le dio un balazo en el brazo al motociclista por accidente.

Y en Arkansas una policía mató accidentalmente a tiros a un individuo al que trataba de esposar en el 2012.

En los últimos años se han registrado numerosos episodios en los que un agente dispara accidentalmente su arma en todo Estados Unidos, según comprobó una investigación de AP. Han causado cientos de heridas a otros agentes, a sus compañeros, a sospechosos y a transeúntes. Y a veces han matado personas.

Expertos dicen que esto se debe a que no reciben el entrenamiento necesario para poder manejar armas con efectividad, sobre todo en situaciones de vida o muerte.

Los métodos usados para capacitar a los agentes en el uso de armas “crean la ilusión de que aprenden a hacerlo”, pero son inadecuados, según Bill Lewinski, director ejecutivo del Instituto de la Ciencia de la Fuerza de Illinois, que ofrece conocimientos y capacitación a los organismos policiales.

Los agentes son más competentes en el uso de armas apenas salen de la academia policial, de acuerdo con expertos.

A partir de entonces se los examina una o dos veces al año para determinar sus aptitudes. Y no hay pautas a nivel federal, de modo que en cada lugar se aplican parámetros diferentes.

Nadie lleva la cuenta de estos incidentes a nivel nacional. La AP analizó informes periodísticos y documentos de organismos policiales de todo el país. Las conclusiones finales no son completas dada la cantidad de organismos que hay y el hecho de que no es obligatorio reportar esos episodios. Pero ofrecen una idea de la magnitud del problema, documentando mil 422 disparos no intencionales desde el 2012.

Esa cuenta incluye todo episodio en el que se disparó un arma que el agente no quiso disparar, ya sea limpiando o cargando el arma o empujado por la adrenalina al intervenir en un episodio. Algunos de estos accidentes ocurrieron por algún reflejo muscular o porque el agente simplemente se tropezó.

“En el 99% de los casos el arma funcionaba bien”, dijo Paul Markel, ex agente instructor de armas en Mississippi. “El problema es la persona que le llevaba”.

En el caso del 2015 en Iowa, Autumn Steele estaba discutiendo con su marido y tratando de arrancarle a su hijo de 3 años afuera de su casa en Burlington cuando se acercó el agente Jesse Hill. El marido, Gabe Steele, había llamado a la policía.

Pero el perro de la pareja se abalanzó sobre Hill, quien perdió el equilibro e hizo dos disparos al caer hacia atrás en la nieve. Un proyectil dio en el perro, el otro en Autumn Steele, de 34 años, causándole la muerte.

La AP encontró 21 casos en los que personas murieron cuando un policía disparó accidentalmente. También otros 134 casos en los que el agente se hirió a sí mismo y 45 en los que hirieron a otro agente. Los agentes balearon accidentalmente a transeúntes en 34 ocasiones y a sospechosos en 19.

Generalmente se hacen dos investigaciones de esos episodios: una llevada a cabo por gente de afuera para determinar si hay que procesar a alguien y otra interna que decide si el agente violó los lineamientos sobre manejo de armas y si corresponde suspenderlo.

En el caso de Autum Steele, el fiscal decidió que no había que procesar a Hill. La familia demandó al agente y a la Municipalidad y se llegó a un acuerdo extrajudicial de 2 millones de dólares.

El abogado de Hill no respondió a pedidos de comentarios de la AP.

Gabe Steele, de 40 años, cree que Hill debió responder por sus actos.

“Se va de vacaciones y cobra, por matar a la madre de mi hijo”, declaró Steele a la AP. “Nadie jamás nos ofreció una disculpa mí y a mi hijo. Eso duele”.

Las distintas dependencias tienen varias formas de describir esos episodios: disparos “accidentales”, “por negligencia” o “sin intención”.

Para Dout Tangen, director de un programa de armas de fuego del centro de capacitación de policías del estado de Washington, todos estos incidentes son producto de distintos niveles de negligencia en los que el agente en algún momento violó una o más de las cuatro reglas cardinales del uso de armas: dé por sentado que el arma está cargada, siempre apunte hacia una dirección segura, no tenga el dedo en el gatillo y esté seguro de cuál es su blanco y qué hay detrás de él’’.

En algunos casos, el agente estuvo desbordado de adrenalina, que a veces puede afectar los sentidos. Varios episodios fueron atribuidos a reflejos musculares, en los que una mano o un brazo se contraen.

Los expertos coinciden en que para reducir estos incidentes hay que reconsiderar el entrenamiento que se da a los agentes, empezando con la duración.

La cantidad de horas de instrucción en el uso de armas varía según el organismo, de acuerdo con la investigación de la AP. En algunos casos se requieren 40 horas, en otros 90, pero cuando el agente empieza a trabajar, no está claro qué capacitación adicional recibe, según Sean Hendrickson, instructor de la Comisión de Entrenamiento en Justicia Penal del Estado de Washington, que capacita a la policía de ese estado.

Otro tema es el tipo de entrenamiento que se da. La mayoría de las academias bombardean al agente con información que es difícil retener, dicen los expertos.

Lo que no hay es parámetros para el entrenamiento en la academia y luego a lo largo de la carrera de un policía.

“El entrenamiento básico que recibe una gente en la academia de Policía es una base sobre la que hay que seguir trabajando”, afirmó Curt Carpenter, un oficial retirado. “El problema es que la academia es a menudo el único entrenamiento que recibe el agente”.

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