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El Paso

Matanza en Texas: ‘¿Por qué los niños?’

Pesadilla en Uvalde refleja la unidad y las vidas entrelazadas por generaciones

The New York Times

viernes, 27 mayo 2022 | 13:12

Associated Press | Esmeralda Bravo, de 63 años, llora mientras sostiene una fotografía de su nieta, Nevaeh

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Uvalde, Texas.– Xavier López, de 10 años, logró formar parte del cuadro de honor el día que lo asesinaron.

Estaba emocionado por compartir la buena nueva con sus tres hermanos, pero los abuelos de Xavier mencionaron que decidió quedarse en la Escuela Primaria Robb tras la ceremonia de fin de cursos para ver una película y comer palomitas de maíz con la otra familia que adoraba: sus compañeros de clase del cuarto grado.

El salón de clases de Xavier, en el que una pesadilla ocurrió cuando un hombre armado irrumpió y mató a diecinueve niños y dos maestras, refleja la unidad característica de Uvalde, una ciudad agrícola mexicoestadounidense en el sur de Texas en la que las vidas están entrelazadas por generaciones de amistades y matrimonios.

Entre las víctimas están Xavier y su novia de la primaria, quien también murió en el tiroteo. También está la prima, Jackie Cazares, quien hizo su primera comunión hace dos semanas, y Annabelle Rodríguez, una estudiante del cuadro de honor; así como Amerie Jo Garza, una niña sonriente de 10 años cuyo padre comentó que ella “hablaba con todos” en el recreo y el almuerzo.

El miércoles, sus muertes unieron a Uvalde a través del dolor a medida que los familiares comenzaron a enfrentar el saldo de la masacre escolar más mortal desde el tiroteo de la primaria Sandy Hook, en Newtown, Connecticut, hace diez años.

“¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué los niños?”, se preguntó Leonard Sandoval, de 54 años, el abuelo de Xavier, mientras estaba parado afuera del hogar familiar, con uno de los hermanos menores del menor a su lado conforme parientes y amistades desfilaban para dejar agua embotellada y pollo frito.

Destacado beisbolista y futbolista

Recordaban a Xavier como un destacado beisbolista y futbolista, quien siempre se emocionaba por ayudar a su padre a hacer trabajo de paisajismo y bailaba en tiktoks con sus hermanos y primos.

Todos en Uvalde, una ciudad de 15 mil 200 habitantes a casi 62 millas (100 kilómetros) de la frontera sur de Estados Unidos, parecían conocer a por lo menos uno de los niños que murieron, asistieron al bachillerato con uno de los padres o abuelos de las víctimas o perdieron a varios familiares.

“Perdí a dos. Mi nieto y una sobrina. Perdí a dos”, comentó George Rodríguez, de 72 años, entre sollozos mientras se bajaba de su camión de reparto de pizza de Domino’s para saludar a un amigo la tarde del miércoles. 

“Lo sé, lo sé”, respondió el amigo de Rodríguez, Joe Costilla. “También perdimos a nuestra prima”.

La escena se volvió a ver una y otra vez en la larga fila de vecindarios con mucha vegetación y de hogares modestos que rodean la primaria, donde alrededor del 90 por ciento de los 500 alumnos son latinos.

Rodríguez relató que asistió a terapia psicológica en el centro cívico el miércoles, pero que le ofreció poco consuelo para su dolor, entonces le pidió a su supervisor en Domino’s si podía trabajar un turno.

“No podía quedarme en casa y pensar todo el día en lo que había pasado”, indicó Rodríguez. “Tenía que trabajar e intentar distraer la mente”.

Sacó una fotografía de su cartera en la que aparece José Flores (“Mi pequeño Josecito”), de 10 años, a quien Rodríguez narró que crio como un nieto. El niño vestía una camiseta rosa que dice: “Los chicos rudos visten de rosa”. Rodríguez rompió en llanto.

Le encantaba correr maratones y enseñar a sus alumnos

Costilla precisó que era primo político de Eva Mireles, una querida maestra en la primaria Robb que se hacía amiga de niños y adultos con la misma facilidad. A Mireles le encantaba correr maratones y enseñar a sus alumnos de cuarto grado; llevaba diecisiete años como educadora, indicó Costilla. Tenía una hija de veintitantos años y tres perros.

“De verdad era muy cercana a nosotros”, puntualizó Costilla. Pasaron muchos fines de semana juntos cocinando a la parrilla en su patio trasero y lo habrían hecho de nuevo este próximo fin de semana del Día de los Caídos.

“Pero ella ya no está”, expresó Costilla.

Hasta antes de esta semana, la ciudad de Uvalde era tal vez conocida como el lugar de nacimiento del actor Matthew McConaughey y de John Nance Garner, quien fue vicepresidente durante el gobierno de Franklin D. Roosevelt. En 1970, se convirtió en centro de protestas contra la discriminación después de que estudiantes latinos de bachillerato protagonizaron semanas de movilizaciones en las que se salieron de los planteles.

San Juanita Hernández, de 25 años, una residente de quinta generación, afirmó que sus maestros a menudo invocaban la historia de Uvalde y los nombres célebres cuando exhortaban a ella y a otros estudiantes a hacer cosas grandes.

“Todos los orientadores o entrenadores de futbol americano decían: ‘¿Quién de ustedes nos traerá fama y nos pondrá en el mapa?’”, recordó Hernández.

La mayoría de las personas nacieron en el área 

A pesar de la proximidad con la frontera y la presencia de una estación en Uvalde de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, los residentes y funcionarios del ayuntamiento señalaron que la mayoría de las personas nacieron en el área y tenían lazos profundos con la historia de los ranchos de la región. En el vecindario donde se ubica la primaria Robb, más del 40 por ciento de los residentes han vivido en la misma casa durante al menos treinta años, según datos del censo.

Las pérdidas compartidas que reverberan por toda Uvalde atrajeron a las personas a una misa a las 10:00 de la mañana del miércoles en la Iglesia Católica del Sagrado Corazón. A medida que ingresaban al edificio, Rebecca y Luis Manuel Acosta comentaron que el tiroteo había tenido un efecto devastador en una comunidad que parecía que no había más de unos cuantos grados de separación entre familias.

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