El Paso

El coronavirus está matando los grandes planes de AMLO

Esta falla no sólo amenaza sus índices de aprobación, que en algún tiempo estaban por los cielos, sino también la viabilidad de su ambicioso proyecto económico y político

Shannon O’Neil / Bloomberg

viernes, 10 abril 2020 | 06:00

Nueva York— El Covid-19 llegó a México. Las fábricas están cerradas, los aviones están en tierra y las playas están vacías. Unas 2 mil personas están infectadas y han muerto docenas, los casos se han estado duplicando en pocos días.

Durante semanas, el presidente Andrés Manuel López Obrador ignoró despreocupadamente las lecciones que venían de Italia, España y otros lugares.

Llevó a cabo mítines, abrazó a sus simpatizantes, besó a los niños y se mofó de las recomendaciones de seguridad.

Cuando el Gobierno federal anunció finalmente las medidas de distancia social que empezaron el 23 de marzo, el presidente no fue el que enfrentó a la nación. En lugar de eso, envió al subsecretario de Salud para urgirles a los ciudadanos a que se quedaran en casa.

Posteriormente, el canciller, no el presidente, fue el que declaró la emergencia nacional.

Ahora, dos semanas después, el presidente finalmente se dirigió al país.  Su discurso reveló sus límites como líder, dejando a México sin ninguna preparación para enfrentar la pandemia, rescatar la economía o unir al país.

Esta falla no sólo amenaza sus índices de aprobación, que en algún tiempo estaban por los cielos, sino también la viabilidad de su ambicioso proyecto económico y político.

La llamada Cuarta Transformación de López Obrador aspira a volver a implementar un estado paternalista aun cuando está reduciendo su tamaño y les está asegurando a sus simpatizantes que la austeridad terminará con la corrupción.

Económicamente, su enfoque en la energía y en los pequeños agricultores es un retroceso, y su misión es cultivar una coalición política clientelista basada en la entrega de dinero a los jóvenes y adultos mayores, en zonas rurales y urbanas.

Desafortunadamente, mientras López Obrador está tratando de efectuar esa transformación, sus opciones políticas han hecho que México sea más vulnerable a la pandemia.

México es uno de los países del Organismo para la Cooperación y Desarrollo Económico, OECD por sus siglas en inglés, que está menos equipado para tal contingencia, ya que cuenta con 1.4 camas de hospital por cada 1 mil personas, menos de 10 mil ventiladores para sus 130 millones de habitantes, y uno de los más bajos niveles de gasto per cápita en la atención médica.

Sin embargo, en su administración, las medidas de austeridad han reducido millones de pesos del presupuesto de salud, y ha debilitado el sistema de respuesta rápida a la pandemia que fue establecido en el 2009, después del brote de la influenza H1N1.

La reciente remodelación del sistema de salud pública para unos 50 millones de mexicanos ha tenido un pésimo desempeño. Sus hospitales y clínicas están teniendo problemas para atender la diabetes, enfermedades del corazón o incluso mantener en existencia las medicinas básicas.

Con decenas de miles de personas enfermas adicionales, el sistema podría colapsar.

El coronavirus también está afectando muy fuerte a la economía de México. La manufactura, fuera del equipo médico, está detenida.  Las fábricas cerraron para detener la propagación de la enfermedad.

Las órdenes de compra han desaparecido debido a que se desplomó el consumo global. El cierre de la frontera con Estados Unidos al tráfico no esencial ha provocado que sea más difícil realizar ventas.

El turismo está detenido, parando el flujo de decenas de millones de dólares de los viajeros anuales y su derrama económica por más de 200 billones de dólares. Las remesas están disminuyendo debido a que los mexicanos que están en Estados Unidos y en otros lados enfrentan una precaria circunstancia económica.

El Banco de México pronostica que la economía podría disminuir en un 3.9 por ciento en el 2020.  Los bancos internacionales están más pesimistas, estimando un descenso de hasta el 8 por ciento.

Las finanzas públicas también están resultando afectadas.  México nunca ha sido particularmente efectivo en recolectar ingresos. Y ahora, mientras las plantas y tiendas están cerradas, los recursos provenientes del impuesto al valor agregado y los impuestos que se aplican a los ingresos van a disminuir aún más.

Debido a que los precios internacionales del petróleo están en libre caída, Pemex, que es una empresa de energía que es propiedad del estado, está cerca del colapso.

El año pasado, la Secretaría de Hacienda tuvo que inyectarle 5 billones de dólares para mantenerla a flote. Los 2.5 billones de dólares adicionales de recortes fiscales que anunció el presidente no serán suficientes, ya que actualmente cuesta más extraer los barriles de petróleo de Pemex que lo que valen.

Y todo esto es antes de que Pemex invierta billones de dólares para construir una refinería que no será redituable y que el presidente se rehúsa a detener el proyecto.

Economistas de todo el mundo, de izquierda y derecha, están de acuerdo en que la austeridad no es la respuesta al impacto del coronavirus. Observadores fiscales de nación tras nación están de acuerdo en que se realice un gasto extra para limitar el daño económico doméstico y global de la pandemia.

Otros países latinoamericanos han anunciado vastos planes de rescate, invirtiendo decenas de billones de dólares en recortes fiscales, créditos empresariales y subsidios, programas sociales e inversión pública.

México tiene el beneficio agregado de tener una deuda al nivel de producto interno bruto de menos del 50 por ciento, lo cual le da espacio al Gobierno para que solicite créditos.

En lugar de eso, López Obrador parece creer que el Gobierno puede salir de la crisis. Hay poco o ningún alivio para el sector privado en términos de ayuda fiscal, pago de salarios, créditos, subsidios u otro apoyo para que las empresas puedan salir a flote.

Su plan de rescatar “a la gente de México” mayormente es un refrito del gasto social que ya fue considerado en el presupuesto del 2020. Les prometió pagos anticipados a los pensionados, estudiantes y a otros sectores, lo cual será financiado en mayor parte con la transferencia de gasto gubernamental que estaba reservado, conocido como fideicomisos, lo cual será una especie de manipulación financiera en la economía.

El recorte al salario de funcionarios públicos y que el Gobierno se ajuste el cinturón sacará dinero de la economía cuando necesita desesperadamente más inyecciones de dinero.

Incluso antes del discurso del presidente, Standard & Poor bajó la calificación de la deuda soberana de México a un grado por encima del estatus de basura, con una perspectiva negativa.

Los inversionistas globales empezaron a sacar sus activos, los retiros en el primer trimestre fueron cerca de 6 billones de dólares y eso ayudó a que el peso se desplomara más del 30 por ciento.

La situación va a empeorar. Sin un plan estratégico ni desembolso económico, el cierre va a durar más tiempo.  Más mexicanos van a enfermar y a perder la vida.  Más empleos van a desaparecer y más empresas van a cerrar.

Los inversionistas internacionales se van a ir a otro lado. Y el gran proyecto político y económico de López Obrador, la Cuarta Transformación, va a irse a pique.

Aunque sólo podrá culparse a sí mismo de ese desplome.

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