El Paso

El ecuatoriano que maravilla en el metro de NY

El mago invidente entretiene a los pasajeros para ganarse la vida

The New York Times

domingo, 20 enero 2019 | 17:29

The New York Times | Para su gran final, pasa un banderín multicolor a través de su puño, de donde sale una paloma

Nueva York – Jaime Permuth no ha olvidado el día en que conoció a Olmedo Rentería en el metro neoyorquino, hace veinte años. Cómo podría olvidar a Rentería: el hombre destacaba entre los pasajeros exhaustos con su esmoquin, su camisa roja y un porte elegante. Sin embargo, después de ese primer encuentro, Rentería desapareció… algo que no es inusual.

Rentería es un mago y no cualquier prestidigitador: es Olmedini el Mago, y saltó de la pobreza a la fama en su natal Ecuador antes de intentar dejar huella en la ciudad de Nueva York, hace treinta años.

La rutina que presenció Permuth en 1998 fue inolvidable: Olmedini silbó la Quinta Sinfonía de Beethoven mientras convertía unos trapos parduzcos en banderines de colores, hacía que apareciera un conejo regordete en una caja aparentemente vacía y lanzaba una jaula al aire para hacerla desaparecer.

Permuth, un fotógrafo guatemalteco en Nueva York, estaba embelesado. “Me identifiqué con él como si estuviera en mi tierra”, recordó Permuth. En 2018 se dispuso a encontrar al mago, a quien localizó gracias a las redes sociales. “¿Usted es Olmedini?”, le preguntó al encontrarse con él frente a frente. “Él guardó silencio y luego dijo: ‘Para servirle’. Se trataba de una voz chapada a la antigua que emanaba de otro tiempo y otro lugar”.

Después de una apoplejía que lo dejó ciego hace diez años, Olmedini comenzó a trabajar en los vagones con una asistente. Para otros ecuatorianos que se lo encuentran, es un grato recordatorio de su infancia, cuando el mago aparecía en programas de televisión y era juez en los certámenes de belleza. “En mi país era un mago extraordinario”, dijo Permuth. “En una ocasión abrió un concierto de Menudo. Era una celebridad”.

Aún lo es, solo que en un escenario móvil y más pequeño.

“Es un personaje sumamente romántico y chapado, a la antigua”, aseguró Permuth. “Cuando lo observo pienso en Don Quijote. A pesar de sus 78 años, sigue creyendo que puede triunfar en la ciudad de Nueva York. Se levanta cada mañana a enfrentarse contra su molino”.

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