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Juárez y el ring, su pasión

Con casi 30 años en la frontera, el campeón cubano será recordado por todos los aficionados que disfrutaron de sus anécdotas

Jesús Ángel Rodríguez / El Diario

sábado, 17 agosto 2019 | 06:00

Archivo / El Diario | La leyenda del boxeo en una conferencia en enero 4 de 2013, cuando un grupo de teatro lo ayudó para remodelar los baños Roma

Adoptó a Ciudad Juárez como su casa, a donde llegó para compartir su experiencia deportiva y sus anécdotas entre los jóvenes talentos, pero el excampeón mundial de box José Ángel ‘Mantequilla’ Nápoles se enamoró tan profundamente de esta frontera que se quedó para amarla tanto como a su par de guantes y botines.

Durante casi 30 años, convencido de ser un orgulloso juarense de los que a diario salen en busca del sustento, Nápoles recorrió las calles de esta frontera, donde será recordado entre los aficionados por su amor a la vida.

Un hombre amable, dispuesto al autógrafo, a la fotografía, ese que nunca tiró la toalla a pesar de la enfermedad o de sus circunstancias económicas, y sobre todo, como el campeón gustoso de relatar sus andanzas y glorias en el mundo del boxeo.

Después de probar las mieles que le brindó su carrera dentro del pugilismo, a principios de los años 90 decidió establecerse en Ciudad Juárez, pero la enorme fortuna que acumuló en sus años como profesional del ring se esfumó.

Aquella opulencia y derroche con el que vivió, quedó en una más de sus anécdotas, como la que platicó en alguna ocasión a Jacobo Zabludowsky en el programa ‘24 Horas’.

“Tengo 400 trajes, cuatro autos del año y algunas residencias”, dijo el cubano durante la emisión.

El arribo de ‘Mantequilla’ a esta ciudad se dio con la intención de que apoyara en su preparación al excampeón César ‘Cobrita’ Soto, pero las calles de Juárez, sus aromas y la vida nocturna terminaron por seducirlo.

“Don Pedro Zaragoza hizo la gestión, la idea era traer a alguien de renombre para apoyar a la ‘Cobrita’”, compartió Francisco Flores, secretario de la Comisión de Boxeo Profesional de Ciudad Juárez.

En entrevista para El Diario en 2003, ‘Mantequilla’ comentó que además de dar clases de boxeo en los baños Roma, los fines de semana frecuentaba los centros nocturnos del corazón de la ciudad, donde vendía videos de sus mejores peleas, guantes y réplicas del cinturón con su rúbrica.

Ciudad Juárez vio cómo el ‘brillo’ del gran campeón mundial se fue apagando. Sobrevivía de los ingresos que recibía por las clínicas que daba de boxeo en el gimnasio de la calle Ignacio Mejía.

Después de dejar el boxeo, en 1975, administró sus negocios que se ubicaban en la Zona Rosa en la Ciudad de México. Posteriormente, como buen cubano se dedicó a un conjunto de música tropical con el cual realizó algunas giras en el centro del país y en esta frontera.

Fue en una de sus presentaciones donde conoció a su “Güera”, como llamaba cariñosamente a su esposa, la señora Juana Bertha Navarro, a quien tuvo de compañera durante sus últimos años.

Aquí en Juárez administró un bar de su propiedad, llamado ‘Tercer Round’, y luego el ‘Negro Santo’, pero lo vendió.

Con la señora Navarro no procreó hijos, aunque tanto ella como él tienen descendencia con matrimonios anteriores.

A mediados de 2015, después de 53 años de exilio, ‘Mantequilla’ regresó a Cuba, puso sus pies en la calle donde comenzó a forjar un sueño, pero su corazón ya le pertenecía a Juárez.

“Sólo fui a fumarme un puro y regresé”, dijo aquella ocasión el legendario campeón del mundo.

Cubano de nacimiento en 17 años de carrera y 79 de vida, el peleador termina su último round como una leyenda del boxeo latinoamericano y un juarense de corazón.

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