Opinion

Mezquinos y neofascistas

Sixto Duarte
Analista

2018-12-31

La semana pasada, de manera concreta el 24 de diciembre, la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso, y su esposo, el senador y exgobernador del mismo estado, Rafael Moreno Valle, fallecieron en un terrible accidente aéreo, al desplomarse el helicóptero en el que viajaban. Hasta el momento no existe un dictamen emitido por especialistas en el cual se describan las causas de este lamentable suceso.
Como siempre que suceden hechos tan tragico como éste, las especulaciones y versiones extraoficiales empiezan a circular, de manera especial en las redes sociales; en ocasiones somos tan soberbios que no podemos creer que los accidentes pasan, y que lo ahí sucedido puede no ser un atentado. No estoy diciendo que descarto esa posibilidad, simplemente al día de hoy, nadie tiene elementos para afirmar que el accidente en Puebla sea producto de un atentado. Lo único que sabemos es que un helicóptero se cayó, y que los expertos están estudiando la evidencia a su alcance para hacer un pronunciamiento.
Precisamente por el sospechosismo rampante que impera en nuestra sociedad, el Gobierno solicita la intervención de expertos extranjeros para el efecto de darle un toque creíble al resultado de la investigación. Es lamentable que tengamos que traer gente de fuera para darle certeza al pronunciamiento de nuestras autoridades, porque precisamente tenemos la pésima costumbre de no creer en nada de lo que dicen. Este caso se suma al de Mouriño, y al de Ayotzinapa (entre otros).
El accidente es lamentable, por la pérdida de vidas humanas. Desafortunadamente, vino también a evidenciar de nueva cuenta la intolerancia de los actores de la Cuarta Transformación. Ante la ola de señalamientos en el sentido de que el propio Gobierno había sido el responsable del accidente aéreo, López Obrador llamó a esos acusadores como “mezquinos neofascistas”, y justificó de esa manera su ausencia en el funeral de Moreno Valle y Martha Érika.
Esta ausencia, a su vez, vino también a evidenciar que López Obrador quiere ser presidente solamente de los que votaron por él, y no de todos los mexicanos. No le gusta la crítica, y llama mezquinos precisamente a aquellos que repiten la dosis de lo que él sembró por más de doce años. Él hizo pronunciamientos parecidos cuando se dieron los accidentes de Mouriño y Blake Mora; acusó al Gobierno de estar detrás de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, sin tener un solo elemento de prueba. Esas actitudes ¿no fueron también mezquinas en su momento?
En mi opinión personal, repruebo y condeno a aquellos que especulan sobre los accidentes de los secretarios de Gobernación del Gobierno de Calderón, pues a más de diez años del primero de los accidentes, no hay un solo elemento de prueba para dudar que lo que ahí sucedió fue efectivamente un accidente. También repruebo a aquellos que afirmaban que en el caso de Ayotzinapa, el responsable “fue el Estado”. En congruencia con lo anterior, repruebo y condeno a aquellos que acusan al gobierno de López Obrador de estar detrás del accidente del 24 de diciembre. Sin embargo, a pesar de ello, López Obrador y su feligresía no pueden a estas alturas quejarse de que las “benditas” redes sociales (aquellas que dan voz a los idiotas, como dijo Umberto Eco) los acusen, pues ellos mismos lucraron mezquinamente con esto. No puede haber una doble vara para medir, y asumir que podían lanzar piedras en la oposición, pero que todo mundo les respetará siendo Gobierno. En términos generales, fueron mezquinos con el Gobierno de Calderón y con el de Peña. Quien no lo vea así, y a riesgo de ser tachado también intolerante, es un fanático irracional, pues son casos exactamente iguales.
De igual forma, López Obrador muestra que no acaba de entender que ya ganó. Nunca reconoció el triunfo electoral que el Tribunal Electoral –mismo que le dio a él su triunfo en Julio– dio a Martha Érika Alonso. Dijo que no iría a Puebla, actuando como un niño berrinchudo, no como un jefe de Estado que, al menos en teoría, debe ser garante de la unidad nacional. Es preocupante que actúe con ese desdén, y que se cuide de temas tan banales como una posible rechifla “neofascista”.
Aquí en nuestra entidad tenemos ejemplos similares. Un gobernador que trata con desdén a los alcaldes de las dos principales ciudades, y que antepone sus fobias personales al progreso de la entidad. Sin duda, la historia se repite en la localidad.
Hago votos para que el año que hoy empieza sea mejor que el que se fue. A todos nuestros lectores les deseo un ¡feliz Año Nuevo!

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