Opinion

El mar de nuestro desierto

Carlos Irigoyen/
Analista

2018-12-06

Juárez, tierra pródiga y bendita para las causas de migrantes y para aquellos que hemos visto nuestro despertar en este mar de arena y sol; una región donde la belleza natural radica en una extensión gigantesca donde el desierto huele a esfuerzo, resiliencia y una gran voluntad por salir adelante.
Fuiste llamada en tus inicios como La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Mansos del Paso del Norte, un paso obligado al territorio de Santa Fe en lo que le dieron a llamar Nuevo México; una tierra donde en 1598 Juan de Oñate reclamó el lugar para el virreinato español que comandaba Felipe VII. Ese inicio de ser un paso de migrantes e importante punto de logística abriría el sello y la vocación de nuestra ciudad, ser un lugar de migrantes además de ser un punto ideal para la comercialización entre la región; la vocación estaba dada, faltaría solamente el detonante que haría glorioso el Paso del Norte.
Cuántas hojas se han escrito en tu fabulosa y fascinante historia, casa del Gobierno federal en alguna ocasión, lugar del comienzo de las visitas presidenciales de México y Estados Unidos, y bastión del movimiento revolucionario de nuestra patria. Y por qué no, punto de arranque de los movimientos prodemocracia y en la actualidad insignia de la campaña que llevó a Andrés Manuel López Obrador a ser el presidente de México con la denominación de ser de un partido de corriente izquierdista. En fin, lo innovador, rebelde y diferente lo trae desde siempre esta tierra. Por más que digan que la ciudad es fea, “el que bebe el agua de Juárez, se queda en Juárez”. Hay un encanto, un donaire y un señorío de esta tierra, la puerta latinoamericana.
Al hablar de Juárez su polémica se da hasta en la fecha de su nacimiento. Por un lado, se señala que fue el 30 de abril de 1598, don Filiberto Terrazas en alguna ocasión –con la chispa y conocimiento que tiene– me lo compartió; por otra, la estructura de la Misión de Guadalupe asiente que fue Fray García de San Francisco que el 8 de diciembre de 1659 fundó nuestra ciudad, ¡Ay, juaritos, así eres!, no convencional y con muchos recovecos. ¿Qué te verían los indios Mansos y los Piros para quedarse aquí? Por un lado los Mansos decían que era un paso obligado para el comercio y los Piros emprendieron la agricultura donde nadie daba un peso por estas tierras; fundaron la grandeza de un territorio que fue etiquetado como la meca del algodón y la capital mundial del arnés; ni duda, tu espíritu emprendedor se forjó en la aridez y escasez de recursos para florecer como una potencia económica mundial muchas veces vilipendiada por los mismos habitantes de la región pero reconocida por muchos a nivel mundial. Qué orgulloso me siento de esta tierra, nuestra nación enfrentó a uno de los ejércitos más poderosos del mundo y desde aquí se erigió el Gobierno para la resistencia y trabajo por el país entero; una personalidad que no cualquier ciudad puede asumir, porque cuando las crisis e inseguridad, económicas o políticas han surgido, Juárez ha salido adelante poniendo la muestra a nivel nacional de que “la estructura se puede doblar pero no se romperá”; es la encarnación cotidiana de la palabra resiliencia, no en vano la fundación Rockefeller nos dio la designación por los esfuerzos que se hacen por salir adelante. Y qué decir de aquella época de 1885 donde Porfirio Díaz fijó su visión en una frontera dominante y con gran capacidad de desarrollo detonando la zona de libre comercio dotándola de infraestructura que la ponían a la par de urbes más desarrolladas; era tanto el glamour e importancia que la escogió como la sede de la primera reunión binacional entre los presidentes de México y Estados Unidos. Hoy se avecina una Cuarta Transformación que quiere poner a la frontera en tal tesitura, ¿será que la revolución nos hará justicia? Digamos que ya han sido décadas de no revestir la trascendencia y poderío que tiene nuestra ciudad.
¿Qué ha pasado por la mente de muchos gobernantes, empresarios, universidades y sociedad en general que han volteado a ver a Juárez con el signo de pesos, como la oportunidad de explotar al máximo el talento de sus ciudadanos sin la consiguiente recompensa, como un gran laboratorio social donde se pueden ensayar algunas medidas para “ver si jalan” o que simplemente se han vuelto ciegos y sordos a las demandas sociales de la ciudad? Querida ciudad, felicidades por ser tan emprendedora, por ser en extremo resiliente, por tener en tus entrañas tantos ciudadanos que queremos ver tu transformación en una región donde la paz y el desarrollo no sean una quimera sino una contundente realidad, pero para que eso suceda, ¿qué debemos de aportar cada uno de tus habitantes? La respuesta está en todos su ciudadanos: una acción resuelta por obtener mejores condiciones de vida en la eterna Paso del Norte.

 

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