Opinion

Pobreza o cambio: retos del nuevo Gobierno

Lourdes Almada Mireles
Analista

2018-12-06

La forma como se ha construido socialmente al personaje de Andrés Manuel López Obrador alimenta la polarización y dificulta las posibilidades de avanzar en temas sustanciales para el país. Llama mi atención que sin ser un personaje formado en la izquierda, se le reivindique y asocie como tal, tanto por sus simpatizantes como por aquellos para quienes mirarlo así representa la peor de las amenazas. Desde esta polarización, estás de un lado o estás del otro. Así, se multiplican comentarios violentos, insultos y descalificaciones del que piensa distinto. De algún modo refleja el país que somos. Un país que no logra generar acuerdos para salir adelante; un país en el que la política –y la vida cotidiana– se construye en contra del otro y no a favor de un proyecto.
Hace unos días una amiga publicó en su Facebook: “ante la nueva etapa del país necesito poner orden en mi cabeza y expresar mis esperanzas y mis preocupaciones”. Hacer este ejercicio con honestidad y argumentar nuestros posicionamientos, tanto sobre lo que nos da esperanza como sobre lo que nos preocupa, hará crecer el diálogo y los acuerdos que nos impulsen como país.
Me preocupan muchas cosas. Sin duda hay que profundizar sobre diversos temas. En esta ocasión, quiero centrarme en el tema económico. Durante los últimos sexenios se promovió en México la acumulación de la riqueza en niveles inmorales. López Obrador representa –todavía– una posibilidad real de acortar esa brecha en la que, según un estudio del ITAM, el uno por ciento de la población acumula riqueza similar a la del 95 por ciento de los mexicanos. Tenemos una élite acostumbrada a acumular sin restricciones, que parece haber fijado su posición desde el 1 de diciembre. Jorge Zepeda, en su columna de El País, lo plantea con elocuencia: “Cuando Claudio X. González asegura, tras oír el discurso inaugural del presidente, que a este país le va a ir mal, está expresando algo más que el deseo de convertir en realidad su profecía. El augurio pesimista del influyente empresario no es una predicción neutra, sino una pulsión que pone en movimiento fuerzas que favorecen su mal augurio. La resistencia, la desinversión y eventualmente la desestabilización que pueden provocar las palabras de los líderes empresariales están a la vista”. Evitar esa desestabilización implicaría la generación de acuerdos, ¿hasta dónde será posible afectar la distribución de la riqueza sin provocar la ira de este uno por ciento?
Es innegable que necesitamos un cambio de rumbo. Según el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social), 53.4 por ciento de millones de mexicanos/as vive en pobreza. Esto se explica en parte por la caída del valor real del salario mínimo, que actualmente equivale al 20 por ciento de lo que representaba en 1976, es decir, para que una familia logre el nivel de bienestar que tenía entonces, necesita el trabajo no de una, sino de cinco personas. Por otro lado, se ha deteriorado la calidad de los servicios educativos y de salud y la carga de gasto para las familias también ha crecido notablemente.
Es imperativo fortalecer el ingreso de las familias, vía el aumento del valor real del salario y vía políticas sociales que mitiguen el gasto de las familias en la salud y la educación; vía políticas complejas que garanticen el desarrollo de niñas, niños y jóvenes. Hacerlo sólo por la vía de la transferencia de recursos sería perpetuar la pobreza.
Es evidente la necesidad de una nueva política, que genere mejores condiciones para los millones de personas que actualmente viven en pobreza. En el caso de la frontera norte, se ha anunciado la disminución del IVA y el ISR, la reducción del precio de la gasolina y el aumento del salario mínimo, sin embargo, a pesar de que estas medidas generarán un cierto beneficio para la población, si no se diversifica el modelo de desarrollo económico –y ciudades como la nuestra siguen dependiendo casi exclusivamente de la maquila–, y si no se genera realmente un modelo de desarrollo social que garantice mejores condiciones de vida para los habitantes de la ciudad, en especial de en niños y jóvenes, las causas de lo que Clara Jusidman ha denominado “una catástrofe social”, seguirán intactas.
Se requiere un cambio de rumbo y un esfuerzo denodado del Gobierno y todos los sectores para generar mejores políticas tanto de producción como de distribución de la riqueza. No hacerlo es perpetuar el fracaso.

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