Opinion

Los dos invitados de segunda con AMLO

LA COLUMNA
de El Diario

2018-12-02

• Los dos invitados de segunda con AMLO

• Tocar base en las fuerzas armadas, antes que nada

• Nuevo auditor a las órdenes del señor

• En el PES necesitan orden

Testigos en primera fila de la transición protagonizada por López Obrador fueron dos personajes bien conocidos entre ellos y protagonistas de la vida política en Chihuahua: Javier Corral Jurado y Gustavo Madero Muñoz.
Invitado por mero protocolo, el gobernador de Chihuahua acudió a la investidura presidencial como el líder de los mandatarios panistas que rechazan la figura de los superdelegados, exigiendo no les corten la omnipotencia que gozan en sus estados.
Lo malo para Corral es que su papel estuvo lejos por mucho de ser protagónico. Opacado por la naturaleza propia del evento, por la presencia de decenas (si no cientos) de personajes más importantes que él, el gobernador chihuahuense no alcanzó a salir ni en las fotos difundidas por el nuevo Gobierno de la República.
Para sanar el desagravio (no planeado, nos dice el equipo de AMLO), Corral hizo lo que siempre, soltarse contra el que vaya pasando. En un par de entrevistas, vía Facebook, Twitter y en comunicado oficial el mandamás de Chihuahua informó a todo el mundo que estaba en contra del “pacto de impunidad” entre AMLO y el saliente Enrique Peña Nieto.
El comportamiento del mandatario pinta la forma de conducirse de Corral: arenga en público y por la espalda lo que no dice de frente. Desde que ganó la elección, López Obrador no ha escuchado de viva voz reclamo alguno de Corral. La consecuencia será que el tabasqueño mantenga sus reservas ante el gobernador, que ve en el ataque subrepticio el ansiado reflector.
Mientras en el palco Corral se aguantaba el discurso, en el Pleno el senador Gustavo Madero se ponía frente a la Mesa Directiva para pedir con cartulina en mano “Ni perdón ni olvido: ¡Justicia!”.
La exigencia es la misma que le hicieran a AMLO las víctimas durante su visita a esta ciudad. Madres, padres, viudas, huérfanos, exigieron aquí al mandatario que no permitiera más impunidad, que no habría perdón, menos olvido.
La consigna en boca de Madero, hasta hace meses pieza central Gobierno estatal, contrasta con el perdón que obsequia Corral a los Ávila, Pinedo, Luévano, y por supuesto con el olvido de las víctimas, Miroslava, Blas, Joaquín…

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Fue lleno de significado que el primer acto del presidente Andrés Manuel López Obrador haya sido la salutación a las fuerzas armadas.
A diferencia de su antecesor, AMLO realizó los  honores un día después de la ceremonia de investidura del cargo. Campo Marte, a menos de dos kilómetros de Los Pinos, fue el escenario dispuesto por un presidente que desde que se supo tal, ha tenido luna de miel con el Ejército y la Marina, ambas obsequiadas de elogios en el discurso del tabasqueño.
Se acercó López Obrador no solamente a la élite castrense, en sus discursos le ha hablado a la tropa “el soldado, el marino, es pueblo uniformado”; les dijo ayer.
“Nuestro ejército de arriba, sus oficiales, hasta sus soldados, hasta la tropa, tienen un origen popular, es un ejército del pueblo”, les recordó AMLO a los elegidos por él para cuidar las calles.
Sabe bien el tabasqueño que fondo es forma. Enrique Peña Nieto se reunió con los militares el cuatro de diciembre de 2012, tres días después de haber tomado posesión, en un desayuno ofrecido para él en el Heroico Colegio Militar.
Para AMLO, la prioridad fue acercarse a ellos y resaltarles el carácter de pueblo y, de paso, de respeto a los gobiernos constitucionales. No ha habido en México golpes militares, tampoco mandos millonarios.
Es una nueva época. Una en la que la izquierda aplaude desde la tribuna cuando su líder convertido en presidente le entrega la seguridad pública al Ejército, la Marina y, casi sin querer, a la Policía Federal.
En contraste, la derecha que repite sexenio sin hueso, protesta con mantas, gritos y cartulinas y, entre risas (como la del exlíder nacional del PAN, Damián Zepeda), recuerda a los 43 de Ayotzinapa.
Nueva época, ni duda cabe. Hacia dónde, está todavía por verse.

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Puestos los reflectores en la Ciudad de México, pasó casi de noche el nombramiento de Héctor Acosta Félix como nuevo auditor superior del Estado.
Con la asistencia de 18 diputados (apenas por encima del mínimo requerido), el Congreso logró la ceremonia para que Acosta tomara posesión del cargo.
No fue casual que faltaran tantos diputados –salvo los de Morena que estuvieron de fiesta en la capital por AMLO–, el PRI había acordado que no acudirían sus legisladores en protesta por el método de designación de Acosta Félix, discípulo y socio en algunos negocitos del notario Eduardo Romero Ramos.
De los cuatro diputados tricolores acataron la decisión solamente la coordinadora Rosa Isela Gaytán y el líder partidista Omar Bazán.
Chuy Velázquez, se sabe, corre por la libre, acomodándose en donde mejor cobijo le dé cada situación. Lo tienen agarrado de los dedos de los pies en Palacio de Gobierno.
Fue Betty Chávez la que dio la nota porque el desacato puede ser la gota que colme el vaso y se envíe el asunto a la Comisión de Justicia del partido.
Cuentan los que saben que en caso de que el órgano decida sancionar a Betty, en cumplimiento con los estatutos le pueden quitar la diputación, ya que se trata de un asiento ganado vía plurinominal. Mientras son peras o son manzanas, quien se frota las manos es Aideé Alejandra Domínguez Favela, suplente de Chávez, que en una de esas anda quedando sin curul.

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Además de los dos priistas rebeldes, fueron los diputados René Frías (Panal), Rubén Aguilar (PT), Obed Lara y Misael Máynez (PES) los que sumados al PAN consiguieron el quórum para sesionar el sábado.
De Frías, que carga con mancha duartista, se sabe que se ha alineado a los designios del gobernador por las transas que lo persiguen desde la administración anterior. Lo mismo del histórico líder petista, por intereses económicos obediente a quien mejor convenga.
El tema está en el PES, partido que aunque a nivel nacional perdió el registro, logró en el estado cuatro diputaciones, todas de mayoría, por la alianza con Morena.
El intríngulis está en que a mediados de semana se movieron las piezas del PES en contra de la coordinadora Marisela Sáenz Moreno.
Se enteró la juarense de que Lara y Máynez iban tras ella para quitarle la coordinación, o cuando menos, amagaron con ello.
Operó a tiempo Sáenz para quedarse como la jefa de la bancada, pero la asistencia de sus dos correligionarios deja en evidencia que solamente tiene en su bolsa a Martha Josefina Lemus.
Deberá entrar al quite el jefe de jefes, el pastor Poncho Murguía, para poner orden y encarrilar a sus ovejas.

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Dieron señales de vida el presidente del PRI de Juárez, Óscar Nieto Burciaga, y el presidente de la Fundación Colosio, Wilfrido Campbell.
Acudieron ambos a la ceremonia de la presea Tomás Herrera al mérito priista 2018, que le fue concedida a Antonio Díaz García.
Con 58 años de militancia en el tricolor, Díaz García es “uno de los priistas de verdad que todavía le quedan al partido”, nos confía una fuente al interior del partido relegado a minoría apenas combatiente.
Más que preseas necesitará el tricolor para revivir los próximos años.

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