Opinion

Crónica de un último discurso para promesas

LA COLUMNA
de El Diario

2018-12-01

Sobrado y desafiante. Muy confiado de sí mismo, Andrés Manuel López Obrador asumió como el sexagésimo quinto presidente de México.
Una retahíla de promesas y refrendo de compromisos lo acompañó en su pausada exposición en el palacio de San Lázaro, frente a una mediana representación internacional y una oposición exigua que apenas se escuchó en sus intervenciones, envueltos en la bandera federalista y antiautoritaria.
Sin problema, el nuevo tlatoani desarmó a sus principales críticos: no irá por la reelección y sí a una revocación a los dos años y medio.
Metió las manos al fuego exclusivamente por su hijo menor. Su esposa y resto de familia, si incurren en un acto de abuso o corrupción, deberán vérselas con la ley, advirtió con énfasis que mereció aplausos.
Nuevo discurso, próximo, sin ribetes ni adornos. Respetó el nombre de Enrique Peña Nieto, quien incómodo pero estoico escuchó hora y media de crítica acérrima al neoliberalismo, y la severidad del señalamiento a la corrupción e ineficiencia.
El expresidente, impávido, apretaba los labios, enseguida de un Porfirio Muñoz Ledo aletargado y bastante momificado, que optó por usar lente oscuro, en una sesión que condujo errático, y que demostró la improvisación y desconocimiento en el manejo de las fórmulas legislativas.
Abucheos cuando el Partido Verde, Movimiento Ciudadano, PRI y PAN abordaron la tribuna. Nicolás Maduro, presente, recibió los gritos de dictador, sentado a un lado del resto de los invitados. Millones de insultos no lo han conmovido, menos unos cuantos de noveles legisladores.
Al mediodía, el protocolo de una comida con invitados y funcionarios del nuevo gabinete y por la tarde, el baño de pueblo en medio del Zócalo capitalino, ante miles de simpatizantes que corearon el nombre del nuevo mandatario, convertido en un caudillo nacional formal, con la banda tricolor al pecho.

***
La mañana inició con un mensaje en redes sociales por parte de Felipe Calderón, felicitando al nuevo presidente. Pero antes, en el primer minuto, el relevo en Gobernación, la Defensa Nacional, Marina y Seguridad Pública. Con carácter de urgente, una iniciativa para crear la Guardia Nacional que será conformada por miembros del Exestado Mayor, Policía Federal y otras corporaciones similares.
Ayer se estrenó una nueva organización de la administración pública federal. Nació la Secretaría del Bienestar y los coordinadores en los estados, que ya están en funciones, y que tanta urticaria han levantado entre los gobernadores.
Las formalidades del relevo tuvieron su punto culminante con la sesión en San Lázaro. Mil 300 periodistas registrados cubrieron la llegada de otros mil invitados.
No hubo Estado Mayor Presidencial. El nuevo cuerpo, la Ayudantía, uniforme de gala, se hizo cargo de la seguridad.
Peña Nieto salió de Los Pinos en un vehículo blindado. López Obrador, en su Jetta blanco, recibió flores a lo largo del camino, vitoreado por personas a las orillas de las vialidades. Ambos fueron muy saludados en su recorrido hacia la tribuna.
Un abrazo cordial, y luego, sin mayor preámbulo, la toma de protesta, que salvo un cambio menor –“que el pueblo me ha concedido de manera democrática”–, se ajustó al ritual constitucional.
Ni el que llega ni el que se va escucharon las intervenciones de los legisladores de las distintas fracciones parlamentarias, que estaban pactadas a diez minutos, pero que en tres ocasiones Porfirio Muñoz Ledo, como presidente, llamó la atención, insistente pero sin energía.
Las intervenciones no salieron de lo mismo que hemos señalado.
El primero fue Raúl Bolaños Cacho, del PVEM. Defendió a Peña Nieto y sus logros. Fue el primer abucheo.
Le siguió Miguel Ángel Mancera, del PRD. Duro, muy duro. Adjetivos. Que cumpla promesas. Sea plural e incluyente. No a los superdelegados. Respeto a los estados y municipios.  “No escatimamos los 30 millones de votos, pero debe trabajar para todos”. Un nuevo federalismo fiscal y eliminar el IEPS en gasolinas. Retiro gradual del ejército.
Luego el PT sin pena ni gloria. La minoría rapaz. La Cuarta Transformación. Hincapié en que el partido jugó con el ganador. Vendrán días de felicidad popular.
Enseguida fue el Partido Encuentro Social. No lucha de clases, libre mercado, Estado fuerte pero delgado.
Movimiento Ciudadano radicaliza el discurso y advierte de la restauración del régimen autoritario. No a la democracia dirigida. Quitar a una oligarquía para poner otra. No al poder del soliloquio ni a la paz ficticia.
El PRI, con René Juárez, siguió por esa línea: “Habrá que decidir entre democracia y dictadura”. Es tiempo de dejar de pensar en reelecciones. 30 millones de votos no hacen infalible a nadie. El PAN más tibio. Los principios de la nación son innegociables e irrenunciable. No hay popularidad por encima de las instituciones. Ayuno de calidad moral y de calidad política con dos expresidentes que sirvieron para dos cosas: para nada y para nada.
Morena cerró con Mario Delgado: el nacimiento de una nueva democracia en el mundo, con un hombre, Andrés Manuel López Obrador al que le bastó ser honesto para ser revolucionario.
Tendió la alfombra roja para el discurso del nuevo presidente. Completo el barril de miel para que no hubiera dudas.

***
Dos momentos relevantes del discurso de Andrés Manuel sobre Chihuahua. La etapa del parralense Antonio Ortiz Mena, en la Secretaría de Hacienda, como ejemplo de manejo eficiente de las finanzas, con crecimiento, sin inflación.
El segundo, la reiteración de la franja fronteriza de 25 kilómetros, con disminución del IVA, ISR y aumento al doble de los salarios.
Ya antes Chihuahua estuvo en la boca de Mario Delgado por la injusticia y pobreza de rarámuris.
Los legisladores y senadores chihuahuenses carecieron de participación alguna. Ni en las comisiones de bienvenida o despedida de los presidentes ni en tribuna. Tampoco en las acciones de protesta. Se perdieron.

***
En el discurso presidencial, primero un diagnóstico de la situación existente: delincuencia institucional, ineficiencia administrativa, fracaso del neoliberalismo y corrupción como modus operandi.
Un largo espacio para defender el perdón a la corrupción, con múltiples argumentos. “No habrá cárceles ni juzgados suficientes. Es un asunto de Estado poner punto final y empezar de nuevo.
Después el catálogo de acciones. La Comisión de la Verdad en relación con Ayotzinapa. La corrupción será delito grave. La consulta de la Guardia Nacional. Las medidas en la frontera. Los jóvenes y adultos mayores con sus becas. Las 100 universidades. Las refinerías. El me canso ganso que opacó a Juárez Cisneros.
Apenas un par de referencias a Estados Unidos y Canadá. El reconocimiento a los pocos jefes de Estado presentes, entre ellos el rey de España y los presidentes de Bolivia, Venezuela, El Salvador, y al resto de invitados. Ivanka Trump se levantó de su asiento al ser mencionada, enfundada en un delicado y elegante conjunto blanco. Junto a ella el recién condecorado  Jared Kushner.
Su compromiso personal por la honestidad. Su no reelección.
Y la elección de tomar las decisiones relevantes sin dilación y con candados, muy rápido, muy rápido, para evitar una regresión de conservadores y corruptos. Que les sea muy difícil hacer cambios.
Su alejamiento a la parafernalia del poder. Sabiduría y humildad.
Su asunción como maderista al principio de no reelección, pero sí a la revocación de mandato.
Lenguaje llano, con omisiones de protocolo al Congreso. En momentos retador, en el asunto de las gasolinas.
Por la tarde, primero comida en el patio central de Palacio, luego, entre miles de seguidores, vitoreado, baño de pueblo. Recibe bastón de mando. Mismos compromisos. Templete de por medio en el zócalo. Un gobierno del pueblo para el pueblo... Un nuevo régimen.

X