Opinion

Hasta la vista, Baby

Vianey Esquinca
Analista

2018-11-25

Ciudad de México.- Tal vez el amable lector no lo tenga tan claro, pero el presidente de México sigue siendo Enrique Peña Nieto, al menos hasta el 30 de noviembre. El que haya claudicado a gobernar, que le haya dado el bastón de mando a Andrés Manuel López Obrador el 2 de julio no significa que constitucionalmente no sea aún el mandatario.
En las últimas semanas se ha sabido poco de él, ha estado presente en uno que otro evento, ha participado en el proceso de transición y también ha publicado en sus redes sociales los conteos regresivos de los días que le faltan para terminar su administración. Hasta hace unos meses, eran los ciudadanos los que llevaban la cuenta sobre cuánto le quedaba como Presidente.
El priista también ha presumido que cumplió el 97 por ciento de compromisos que hizo en su campaña presidencial. El problema es que el 3 por ciento que no cumplió fue acabar con la violencia, la corrupción y la pobreza, casi nada. Ese “insignificante” 3 por ciento fue lo que contó para que su partido perdiera las elecciones presidenciales y lo llevaran al abismo de la popularidad
Definitivamente, Peña Nieto no será recordado como el mandatario que dice que cumplió 257 compromisos de los 266 que hizo, no, injustamente o no, con razón o con estómago, el mexiquense será recordado como el mandatario que tuvo carrera de caballo fino y parada de burro flojo, que se casó con la actriz más famosa del momento, el de la Casa Blanca, el de los 43 de Ayotzinapa, el que estaba viendo y nunca vio, el que no entendía que no entendía (y no entendió).
También como el que no leía y no era capaz de conciliar el nombre del autor con el título de un libro, el que regresó y sacó al PRI de Los Pinos en un tiempo récord guinness, que tenía su propia teoría de la relatividad del tiempo, de ahí su “estamos a un minuto; no, a menos, como a 5”.
El Ejecutivo con sistema sismológico propio que sintió un temblor que nadie más sintió, el del “ya sé no que no aplauden” y el del “¿ustedes qué hubieran hecho?”; el que no sabía contar chistes y públicamente decía que Peña-fiel era “el refresco del presidente”, el de infrestructochor, al que no se le dio la geografía y confundía a Veracruz como capital de Boca del Río, el que le daba por rebautizar instituciones, por lo que renombró al IFAI como el “Instituto de Información y Acceso de Información y de Acceso a la Opinión Pública de toda la Información para la ciudadanía desde el gobierno”; el que ponía la amistad sobre todas las cosas y por eso era capaz de hacerse de la vista gorda con casos como el de Odebrecht o el socavón de Cuernavaca.
Peña Nieto también pasará a la historia como el ambicioso Presidente que emprendió reformas históricas, las cuales, como la canción de los perritos, han ido desapareciendo. “De las 5 que quedaban, de las 5 que quedaban, la educativa se fue al caño, nada más le quedan 4; de las 4 que quedaban, de las 4 que quedaban otra se la llevó Andrés, ya nomás le quedan 3…”.
Sorprendentemente, el que también fue gobernador del Estado de México será recordado como aquél al que López Obrador sacó de los Pinos y al que AMLO salvó (como él salvó a Javier Duarte, a César Duarte y a tantos y tantos…).
El morenista ya dijo que habría perdón y olvido, es decir impunidad, para los pecados del pasado. Por lo tanto, Peña Nieto pasará a la historia como el mandatario más suertudo que ha tenido este país y el que hoy ya puede dormir tranquilo junto con sus colaboradores.

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