Manuel Narváez
Analista
El 2019 se perfila como un año más difícil para el Estado. Las discrepancias entre el gobernador y el presidente electo van en aumento.
Como lo anticipé hace algunos meses, la frívola personalidad del titular del Poder Ejecutivo estatal para tratar los asuntos de Gobierno y su proclividad a enemistarse con los poderes de la Unión, tensan las relaciones y repercuten negativamente en el desarrollo de la entidad.
Por su lado, AMLO que para nada es una perita en dulce, en estos meses posteriores a la elección y a una semana de protestar el cargo ha dejado de manifiesto que no sabe diferenciar lo que es ser ya el presidente, de facto aunque sea electo, pues trata a la oposición como si fueran sus vasallos.
Nos ha quedado claro que está llevando al plano personal y subjetivo las diferencias, que por su propia naturaleza corresponden al ámbito del debate. Comprendo que su propuesta de nación y el estilo para defenderlas son válidas, las urnas dieron cuenta del cambio profundo que pretende, lo que no debe perder de vista es que se le brindó confianza no una patente de corso.
Al proferir declaraciones que rayan en la intimidación y la amenaza, incita a sus huestes a extralimitarse también. No queremos censurarlo, porque su libertad de expresión es tan legítima como la de quienes disienten de él; lo grave es que siendo ya quien es, se aproveche de ella y se lo vea temerario, como Corral lo es en Chihuahua.
En alguien debe caber la prudencia y siendo López Obrador una persona de 65 años de edad y con casi 50 en la jerga política, asumiríamos que ya debería empezar a mostrarse como el estadista al que aspira ser, el mejor presidente según sus propias palabras. En todo caso, los chihuahuenses no tenemos la culpa de que el mandatario estatal haya salido malo.
Pero contrario a esta suposición, la de estadista, estamos viendo a un hombre contradictorio, primero por el matiz que está dando a su propuesta original de campaña y segundo, porque adopta posturas propias de un pendenciero al que le robaron la elección. Similar a los berrinches del primer magistrado del Estado Grande.
Insisto, no se trata de pedirle que deje de decir lo que piensa, sino que respete la división de poderes y el pacto federal, es decir, a los legisladores federales de la oposición, a los gobernadores, por muy indeseables que sean la mayoría, ya que fueron electos bajo el mismo sistema electoral que lo legitimó a él.
Más allá del debate que se suscite por sus iniciativas, con algunas de las cuales coincido, la prioridad es generar confianza, no solo a los mercados financieros, por más desgraciados que sean, sino preponderantemente entre los mexicanos que de buena fe votamos por él.
Me parece que López Obrador no debe perder el piso ni confundir confianza con un cheque en blanco. Una cosa es llevar a cabo su plan de gobierno y apoyarse en la mayoría legislativa en el Congreso federal y otra cosa muy distinta es ensañarse con los otros dos poderes y los tres órdenes de gobierno.
Ciertamente, como lo dije renglones atrás, hay gobernadores que no se atreven a llevar su permanencia a un referéndum porque serían puestos patitas a la calle ipso facto por su pésimo desempeño, tal es el caso del gobernador de Chihuahua y de otros, pero muy distinto es que un legislador como Félix Salgado Macedonio, se sienta sobrado y amague con desaparecer poderes.
Otro hecho que preocupa por la beligerancia de sus palabras y el cargo que detenta, es el de Yeidckol Polenvsky, dirigente nacional de Morena, la que tachó de retrógradas a quienes voten en contra de las reformas impulsadas por su jefe inmediato. Cuidado, eso no es libertad de expresión, sino un claro síntoma de intolerancia que alimenta el morbo de que el próximo presidente de México se encamine a un centralismo asfixiante.
Estoy cierto que Andrés Manuel y los suyos no querrán empujarnos a una situación similar como la que está viviendo Francia, donde la población salió a las calles a protestar y repudiar las medidas económicas implementadas por su presidente. Emmanuel Macron les aplicó el gasolinazo.
PD. Que ironías de la vida. Hace doce años Felipe Calderón Hinojosa entró por la puerta trasera del palacio legislativo, escoltado por la guardia presidencial y los legisladores federales del PAN, para tomar protesta. El próximo sábado López Obrador hará su entrada triunfal y por la puerta principal para lo mismo. Espero que el final de su sexenio sea digno de respeto y admiración, y que lo termine, claro.