Opinion

Legislar y gobernar para el aplauso

Sixto Duarte
Analista

2018-11-19

No, no soy un ‘derechairo’; de hecho, comulgo con muchas ideas de justicia social. Tampoco estoy ‘ardido’ porque ganó López Obrador; la política no es para mí un juego de futbol donde la gente ‘se arde’ si pierde su equipo. Mucho menos quiero que los gobiernos ‘sigan robando’; como cualquier ciudadano, quiero que los recursos públicos se utilicen eficazmente. Sí, he sido crítico de algunas políticas implementadas por los gobiernos de Calderón y de Peña, antes que me digan que cómo antes no criticaba. No, no soy ‘fifí’ beneficiario del sistema que ahora ve perdidos sus privilegios; soy un ciudadano crítico, eso es todo.
Tengo que iniciar mi participación editorial de este martes con esta aclaración, pues la feligresía oficialista se encarga de destruir y denostar las voces críticas con argumentos ‘ad hominem’ que van encaminados siempre a descalificar a la persona que se atreve a criticar, nunca a contrastar una posición ideológica, o a debatir dos posiciones encontradas.
Como he expresado en varias ocasiones en este espacio, la democracia es un sistema de gobierno al cual todos los estados deben de aspirar. La nuestra, al igual que la mayoría de las democracias del mundo occidental, es una democracia representativa, donde se delega el poder a nuestros representantes para que tomen medidas necesarias en beneficio de la República. Muchas veces esas decisiones necesarias, no son populares. Si se le pregunta a los mexicanos si están de acuerdo con pagar impuestos, el 99 por ciento dirá que no. Es evidente, a nadie le gusta que le metan la mano al bolsillo. Sin embargo, el pago de impuestos es necesario para la subsistencia del Estado. De alguna manera se tienen que pagar los servicios públicos que el Estado presta.
La Cuarta Transformación ha encontrado en el tema de las ‘consultas’ o en el ‘escuchar al pueblo’ el pretexto perfecto para echar abajo políticas públicas necesarias, pero impopulares, para consolidar su poder político. Lo más grave es que Juan Pueblo no acaba de darse cuenta que ese aplauso que está regalándole al nuevo régimen, va en su detrimento, no en el de los “enemigos” del pueblo.
En primer término –y repito, nadie está ardido, sino preocupado– el tema del aeropuerto. La feligresía de López Obrador no ha logrado expresar un solo argumento técnico, financiero, o ambiental a favor de la cancelación de dicha obra. Todo se reduce a acabar con “el nido de corrupción” que es la construcción de esa obra, misma que por cierto, no ha sido señalada seriamente por nadie. Ojalá fueran tan feroces con la construcción de la Línea 12 del Metro. El pretexto que tomó López Obrador para cancelar dicha obra fue el de “escuchar al pueblo”. De entrada, si el pueblo fuera sabio como él lo dice, no hubiera resultado electo. Pero esa es ya otra historia.
En segundo término, la cancelación de pensiones a expresidentes. Con el ínfimo ahorro en las finanzas a partir de esta medida, la Cuarta Transformación cree que se está convirtiendo en un ejemplo de austeridad. Esta medida, lejos de buscar un verdadero ahorro (pues es nulo), busca el aplauso fácil. Prácticamente todos los países civilizados tienen pensiones para sus expresidentes. Es natural que, después de destinar toda una vida a la Patria, y de enfrentarse con poderes fácticos muy fuertes, los expresidentes deban tener la seguridad de no tener que dejar el poder para pedir trabajo, precisamente a las empresas a quienes regularon. Pero al parecer, la gente prefiere tener un presidente que saliendo tendrá que ir a pedir trabajo, por lo que durante su gobierno, muy seguramente será laxo con dichos poderes. Una paradoja, para todo lo que prodiga la izquierda morenista contra la empresa.
En tercer lugar, tenemos la reducción de las comisiones bancarias. De entrada, esta medida debo aplaudírsela a Morena. Estimo que las instituciones financieras en México cobran comisiones muy altas, sin prestar un servicio adecuado (¿a cuántos de ustedes les han clonado una tarjeta?). Sin embargo, estimo que con esta medida se interviene en la autonomía del Banco de México, mermando lo que en principio parecería una buena medida.
En cuarto lugar, la eliminación del fuero. Esta medida ya está siendo discutida en la Cámara de Diputados. No me cansaré de decir que es un grave retroceso. Basta preguntar a los constitucionalistas más experimentados del país para que todos coincidan en que es un error. El Pueblo Sabio no se da cuenta que esto necesariamente perjudica el régimen de división de poderes. Pero como genera aplauso, entonces es cacareado por el nuevo régimen.

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