Opinion

Todos somos migrantes

Carlos Murillo
Abogado

2018-11-17

Hace unos meses asistí a una mesa de diálogo sobre la migración, celebrada en Oaxaca,en el marco del primer simposio del Centro Internacional Interdisciplinario de Investigación Enseñanza Aplicada www.ciiie.com.mx, entre los participantes había varios grupos de colombianos, guatemaltecos, brasileños, mexicanos, estadounidenses, canadienses, alemanes y suizos.
Una de las coincidencias en todos los asistentes es que el fenómeno de la migración está plasmado en la historia de la humanidad, el hombre es migrante y, por tanto, todos somos migrantes. Vamos de un lugar a otro buscando mejores condiciones de vida.
En algún momento de la historia, cientos de miles migraron obligados por la peste en la Edad Media o por las guerras santas; así como también migraron los buscadores de fortuna en la época de la colonización a distintas partes del orbe y, en los últimos dos siglos, hay cientos de motivos para el desplazamiento forzado, por ejemplo, las crisis económicas, los motivos religiosos, las persecuciones raciales, así como la violencia que produce el narcotráfico en Latinoamérica, entre otros motivos.
Entonces, la migración es una característica del ser humano, no de un pueblo en especial, ni de un momento en específico de la historia. Pero, además, hay ciudades y países enteros que se construyeron gracias a los migrantes. Estados Unidos es un buen ejemplo ya que, desde las trece colonias, los primeros europeos en asentarse fueron migrantes y hace 242 años declararon su independencia de los países europeos.
Las grandes ciudades de Estados Unidos fueron construidas por migrantes, Los Ángeles, por ejemplo, no se puede explicar sin los mexicanos que migraron a tierras bajacalifornianas durante la década de los cincuenta y sesenta.
Otra ciudad de migrantes es Ciudad Juárez que, desde su fundación como Paso del Norte, era considerado un lugar para descansar en la ruta del Camino Real. Después, Paso del Norte se convierte en la frontera del México independiente cuando pierde el territorio del norte (donde se encuentran ahora los estados de Texas, Nuevo México, Arizona y California, que pasan a ser territorio de Estados Unidos) y, con esto, la frontera se convierte en un punto estratégico, esto detona la economía y, por lo tanto, la migración.
Actualmente, según datos de 2015, hay 232 millones de migrantes internacionales y 740 millones de migrantes internos, casi mil millones de personas están en migración en el mundo.
Entonces, las familias que emigran huyen principalmente de la pobreza y la violencia que ha provocado el liberalismo económico en los países en subdesarrollo que, durante más de dos siglos, han sido saqueadas y explotadas por los países desarrollados.
Siria, Somalia, Afganistán, Irak, Eritrea, Sudán, Nigeria, Gambia, Albania, Bangladesh, y Pakistán son países expulsores de migrantes que buscan quedarse en Europa. La postura de algunos países como Alemania es recibirlos como refugiados para garantizar su seguridad en una acción humanitaria, pero no son integrados a la sociedad, no se les da trabajo ni educación, además son rechazados por grupos de ultraderecha que cada vez tienen mayor membresía.
Estos movimientos xénofobos europeos han ideologizado la migración, transformándola en un discurso político en contra de los migrantes, a quienes consideran que son invasores de la soberanía nacional, los señalan como amenazas contra la seguridad y hasta contra la economía, ganando con esto adeptos y votos.
El discurso de la migración provoca miedo y, por tanto, es usado con fines electorales, porque detrás del miedo se esconde una solución que se vende como el antídoto: cerrar las fronteras y expulsarlos.
Así, tal parece que, de pronto, la migración irrumpió en la escena pública como un nuevo mal. Se nos olvidaron todas las lecciones de historia y, ahora, por un grupo de musulmanes extremistas todos los pueblos islámicos son malos. Y, ahora, según los grupos antiislámicos, todos los migrantes son terroristas.
En la era Trump, el discurso contra los migrantes es el más rentable electoralmente, en todo el país se han dado enfrentamientos de fanáticos racistas que encaran a migrantes en un McDonalds o en un avión, los gringos más enajenados se lanzan contra cualquier mexicano impulsados por el vigoroso mensaje xenófobo del presidente Trump.
Entonces, entre los refugiados Sirios que vemos en la televisión cruzando las fronteras en el desierto entre alambres de púas o los barcos de somalíes queriendo entrar a Francia o España, ahora están los ríos de centroamericanos que destruyen las puertas de la frontera con México. La caravana migrante es la representación simbólica de la migración en este momento.
Los centroamericanos, principalmente hondureños, que se organizaron para emprender la caravana hacía Estados Unidos, se han convertido en un tema de la agenda nacional, porque su presencia ha abierto el debate sobre la migración en México. Según los Tratados Internacionales de Derechos Humanos, es obligación del Estado mexicano atender la crisis humanitaria durante el tránsito de la caravana migrante.
Pero hay una campaña en contra que se funda en premisas falsas, “todos son delincuentes”, “están pagados”, “los mandó Trump para las elecciones”, son algunas de las expresiones que provocan miedo y rechazo, sembradas deliberadamente para causar rechazo.
De pronto, a los juarenses les sorprende la migración, como si fuera algo ajeno a nuestra sociedad. Sin embargo, somos una ciudad donde la mayoría de la gente es migrante y, gracias a ellos, gracias a nosotros los migrantes, Juárez se ha convertido en un polo de desarrollo económico, que recibe a miles de familias cada año y los integra a su sociedad y cultura.
Todos estos antecedentes han provocado que, con la llegada de los primeros integrantes de la caravana migrante a Juárez, se han incrementado las expresiones xenófobas que son el eco de lo que dicen los europeos o los gringos conservadores.
Después de una historia centenaria de migraciones, parece que algunos juarenses olvidaron de pronto que, por nuestras calles, han pasado miles de migrantes centroamericanos buscando el sueño americano y, mientras la crisis económica y la violencia crezcan en estos países latinoamericanos (incluido México), la migración crecerá cada vez más.
Pero este problema estructural no puede paralizarnos, al contrario, es el momento de comenzar a debatir sobre el fenómeno de migración en nuevos contextos y con otras miradas, para entenderla mejor.
Por lo pronto, Juárez no debe rechazar a ningún migrante porque entonces rechazaría su historia, tal como lo están haciendo los grupos racistas en Estados Unidos.
Y, no, Trump no tiene razón.

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