Francisco Ortiz Bello
Analista
Lo más grave y perjudicial que nos pudiera pasar como sociedad es que las pugnas entre quienes defienden a ultranza a López Obrador y quienes lo critican terminen por dividir a los mexicanos hasta formar dos bandos confrontados y enfrentados, hasta el extremo pernicioso de polarizar el ambiente al extremo del choque abierto, directo, hostil. Ese no es ningún escenario esperanzador para México.
A unos cuantos días de que inicie el mandato constitucional de Andrés Manuel López Obrador, que todos esperamos concluya el 31 de octubre del 2024 (Reforma política-electoral de 2014), los escenarios previsibles tienen preocupados a más de dos analistas políticos, especialistas financieros, economistas y periodistas en nuestro país. Las cosas no pintan como todos quisiéramos que fueran para todo el país, y por supuesto tampoco para esta frontera. O al menos esa es la percepción en este momento.
¿Qué tan favorables o desfavorables se perfilan estos escenarios? ¿Cuántos y cuáles son? ¿Hay razones verdaderas, sólidas, para ser pesimistas del futuro de México, de Chihuahua y de nuestra ciudad? Son muchas las preguntas, dudas y cuestionamientos que surgen, y quizá sean la principal razón que origine inquietud, desasosiego. La incertidumbre, la falta de certeza, son elementos capaces de desconfigurar cualquier esquema, ocasionando verdaderos dolores de cabeza.
No en vano, en materia económica, la confianza, la credibilidad y la certeza son factores que inciden en forma determinante para modificar sensiblemente índices económicos tales como la inflación, la paridad cambiaria, la inversión extranjera, los mercados bursátiles y otros que tienen un impacto directo en la vida cotidiana de cualquier sociedad, por ende, en el bolsillo de los ciudadanos. Los estudiosos de la economía saben de lo que hablo.
Empezaría por afirmar que nunca se debe permitir el paso al pesimismo. Es una actitud poco recomendable que puede predeterminar o predisponer acciones y resultados que quizá, de otro modo, no ocurrirían. Por más desfavorables que pudieran parecer las cosas, si se identifican y atienden oportunamente, siempre habrá modo de prevenir sus posibles efectos o consecuencias negativas y de ahí la importancia del análisis y prospectiva de escenarios. Por muy negativa que sea una situación, si se anticipa adecuadamente qué va a ocurrir, siempre habrá manera de paliar sus efectos.
No es lo mismo que un huracán azote una playa y tome totalmente desprevenidos a sus habitantes, porque ignoraban que ocurriría, a que los moradores se encuentren debidamente preparados, apertrechados y resguardados, esperando la llegada del meteoro climatológico. Un mundo de diferencia.
Por eso es importante reflexionar y analizar detalladamente todo lo que ocurre actualmente, en materia de acciones políticas, declaraciones y decisiones, por parte del presidente electo y los efectos y consecuencias que estas traen, porque muchas de ellas ya ocasionaron perturbaciones importantes en algunos índices económicos del país, en sentido negativo, claro.
Y aquí es donde empiezan las razones para el enfrentamiento social, para la división, para la polarización de unos mexicanos en contra de otros. Los defensores de AMLO aseguran que no son responsabilidad de él las turbulencias financieras y económicas que se han presentado, agregan que aún no entra en funciones y por lo tanto, no se le pueden atribuir tales condiciones.
Tienen razón en cuanto a la parte de sus atribuciones legales y funciones institucionales, éstas empiezan a partir del 1 de diciembre y no antes. No obstante esa particularidad, López Obrador ha iniciado con acciones y decisiones de facto, que constituyen en los hechos –o que equivalen– acciones de gobierno aunque no esté revestido aún de las facultades legales para hacerlo.
Acciones y decisiones que nadie puede negar que han tenido efectos desastrosos, si bien temporales, en la economía del país pero que amenazan seriamente convertirse en permanentes o de mayor alcance. La caída de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), ya en dos ocasiones, la devaluación del peso mexicano frente al dólar, el freno temporal e indefinido a la inversión extranjera, la reclasificación del riesgo del país por parte de calificadoras internacionales, no son ocurrencias, no fueron hechos producto de la imaginación calenturienta de ningún crítico lopezobradorista, no. Ocurrieron. Pasaron. Fueron hechos indiscutibles.
Por supuesto que estos acontecimientos macroeconómicos han afectado directa y sensiblemente el bolsillo de los mexicanos, eso tampoco nadie lo puede negar, cualquiera con un mínimo de cultura básica económica y financiera lo sabe. No se necesita ser accionista en la BMV para que una caída en el índice de precios y cotizaciones lo afecte.
Ahora bien, hay otros que, haciendo gala de un pretendido nivel superior de conocimientos en la materia, argumentan que en realidad nuestra economía no estaba tan sólida, porque unas simples declaraciones o un anuncio de planes son capaces de estrujarla. Un sofisma muy elaborado, pero sofisma al fin.
La economía de una de las naciones más poderosas del mundo, Estados Unidos, es capaz de sobresaltarse ante las ocurrencias y desatinos de su presidente Donald Trump, luego entonces, queda claro que es precisamente ese tipo de hechos los que alteran la estabilidad de cualquier sistema económico y financiero. De cualquiera, por muy sólido que sea. Y eso lo sabe muy bien cualquier economista recién egresado de la universidad.
La decisión de cancelar la obra del NAIM (Nuevo Aeropuerto Internacional de México), la realización de consultas populares poco claras y creíbles, el anuncio de castigar comisiones al sistema bancario y otras medidas similares no han sido bien tomadas en el ámbito internacional, ni en materia política ni económica.
El director de Moody’s Analytics para América Latina, Alfredo Coutiño, ha afirmado que la economía de México padece desequilibrios desde hace años, por lo que es más vulnerable a choques internos y externos, presentando momentos de volatilidad financiera como los ocurridos recientemente.
Coutiño apuntó que López Obrador recibirá una economía en franca desaceleración y con serias amenazas que, eventualmente, se pueden volver más graves en la medida que continúen acciones, propuestas y decisiones que afecten las inversiones en el país, como la cancelación de la construcción del aeropuerto en Texcoco o la iniciativa de reducir o eliminar algunas comisiones bancarias.
Las acciones y declaraciones de Andrés Manuel provocan una percepción de que la realidad no sólo no será como se dijo que sería en su campaña, sino que se adoptarán medidas que significan un riesgo para la propiedad privada y las inversiones, tanto nacionales como extranjeras, explicó.
Coutiño afirma que luego del triunfo de López Obrador el 1 de julio, apenas se veían unas pequeñas nubes grises sobre el futuro económico del país, pero que esas nubes se van haciendo cada vez más grandes, oscuras y pesadas, conforme se tomen acciones que aumenten la incertidumbre sobre el rumbo financiero, económico y político del país.
Así pues, en el ámbito político, la clara tendencia populista y demagógica del tabasqueño hacen suponer escenarios no deseados en cuanto a democracia, federalismo, libertades y desarrollo humano. El tema de las consultas populares ha desatado cualquier cantidad de críticas en ese sentido.
No deseo contribuir a incrementar el divisionismo y la polarización entre mexicanos, entre juarenses. Sin duda hay propuestas y proyectos muy interesantes en el Gobierno de López Obrador, unos que claramente beneficiarán de manera importante a nuestra ciudad. Pero no puedo dejar de señalar lo que parece constituir una seria amenaza, sin dejar de reconocer que merece el beneficio de la duda.
Como sea, ninguna potencial amenaza debe tomarnos por sorpresa. Habremos de celebrar y reconocer lo que se haga bien, y sin duda alguna señalaremos lo que no sea así, pero ante todo insistiremos en la imperiosa necesidad de mantener una cohesión social básica, fundamental, en los temas de mayor relevancia.
Como decía el escritor francés Albert Camus: “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas”, o sea, si el Gobierno de AMLO termina imponiendo una dictadura, será nuestra culpa y no de él. Como sociedad, habrá que estar preparados para apoyarlo en todo lo que sea benéfico y para no permitir que abuse del poder. Así de simple, así de sencillo.