Opinion

El burro hablando de orejas

Francisco Ortiz Bello
Analista

2018-10-13

La celebración del Encuentro Nacional Anticorrupción 2018 en la capital del estado, durante la semana que hoy concluye, se convirtió en la mayor exaltación del refrán mexicano “El burro hablando de orejas”, para vergüenza y escarnio de los mismos que la organizaron. Además también de constituirse en grave referente de exclusión y discriminación hacia la sociedad.
Diseñado desde un inicio como plataforma exclusiva de lucimiento personal para Javier Corral, el Encuentro Nacional Anticorrupción 2018 terminó por plantear a la comunidad nacional una serie de incongruencias, contradicciones y absurdos que se viven en el estado grande al hablar de corrupción política.
Reconociendo que en varios de los paneles, mesas redondas y conferencias se trataron temas nodales de gran relevancia en el combate a la corrupción, abordados por personajes de probada solvencia moral y académica en el tema, le adelanto que los resultados o conclusiones alcanzados en estas mesas de trabajo, son claramente aplicables al mismo gobierno de Chihuahua con todo y haber sido el organizador del evento. El tiro por la culata.
Y no es que demerite la importancia del tema o la conveniencia de abordarlo en este tipo de foros u otros similares ¡para nada! Luego de la jornada electoral del 1 de julio pasado, ha quedado más que claro el hartazgo y molestia de la sociedad por la cantidad de actos corruptos de gobernantes y políticos en general. Particularmente la gestión agonizante de Enrique Peña Nieto que ha sido la más señalada por actos de corrupción y excesos del poder.
Queda muy claro que un terrible cáncer de esta sociedad es precisamente la corrupción, pero no sólo en la política, sino en todos los niveles y campos de la actividad humana. Por eso cualquier esfuerzo serio enfocado a combatir este cáncer social es aplaudido por la misma ciudadanía, salvo cuando se advierten aviesas intenciones detrás de una pretendida cruzada anticorrupción.
Una cosa es emprender una lucha contra la corrupción y otra muy distinta montar todo un espectáculo circense alrededor del tema, espectáculo de carácter nacional por cierto, para darle reflectores y escenario de primera a quien asegura encabezar esa lucha. Y es justo ahí donde empiezan los problemas.
No es posible organizar un fastuoso y faraónico evento, muy costoso, con cargo a las arcas estatales (bastante disminuidas y adelgazadas por cierto), poniendo como pretexto el combate a la corrupción, pero colocando en el centro de los reflectores al gobernador del estado, como si fuera la representación viva de la honestidad, integridad y decencia encarnadas en un ser humano, tan sólo para brindarle una tribuna a modo desde la que pretende apropiarse del tema y de la causa, para blindarse y proyectarse a nivel nacional como el paladín de la justicia. Nada más alejado de la realidad que eso.
Por otro lado, la corrupción significa la realización de actos y conductas que se apartan de la ley, que la violentan, y que representan jugosas ganancias para quienes cometen dichos actos o practican tales conductas. La corrupción es el robo descarado y cínico de los recursos públicos, o el uso indebido de facultades o información privilegiada para obtener beneficios económicos de contratos u obras de gobierno. La corrupción es la incapacidad o impericia de un funcionario que, sabiendo que carece de habilidades o capacidades para desempeñar una función o cargo determinados, acepta ejercerlos aun a sabiendas de que no lo hará bien.
La corrupción, pues, significa lo peor de la esencia del ser humano. Por eso, quien pretenda encabezar cualquier esfuerzo o lucha contra la corrupción debe tener, al menos, una calidad moral bien respaldada en su propia conducta intachable, así como capacidades adecuadas que garanticen buenos resultados. Quien enarbole la bandera anticorrupción no puede tener la más mínima tacha o señalamiento en ese sentido, debe ser, como persona, de conducta íntegra y de reconocido prestigio social.
En ese sentido ¿con qué cara puede el gobernador Corral señalar a “los corruptos” y exigir su encarcelamiento, si él mismo como mandatario estatal está severamente cuestionado por actos de corrupción? Él y algunos de sus principales colaboradores.
¿Ya se le olvidaron al gobernador los casos de Miguel Riggs y sus empresas, el del secretario de Salud Ávila y los millonarios contratos a empresas familiares, o los casos de su secretario particular Luévano y el secretario de Comunicación del PAN Piñera ambos estrechamente vinculados a los asesinos de Miroslava Breach? ¿Ya se le olvidaron los casos de su coordinador de Comunicación Pinedo entregando contratos directos a empresas que son propiedad de familiares de sus mismos colaboradores o contratos publicitarios a televisoras que no tienen concesión comercial? Y en todos y cada uno de esos casos el gobernador ha hecho ¡nada! ¡nada! Los ha dejado pasar tal cual. Eso también es corrupción.
Peor aún, el gobernador Corral ha sido severamente cuestionado –y directamente señalado– de haber ejecutado grotescas y violatorias intervenciones en el Poder Judicial, en el Congreso del Estado y en el Ichitaip. Eso también es corrupción y de la más alta escuela.
Entonces, y bajo este contexto, qué peso verdadero puede tener el resultado del Encuentro Nacional Anticorrupción 2018 realizado en Chihuahua, si quien lo organiza, su autor y ejecutor intelectual y material, el gobernador de Chihuahua, está en el ojo del huracán precisamente envuelto en actos de corrupción, propia o de colaboradores, pero de la que finalmente es responsable por ser el gobernador del estado.
El gobernador Corral dirá de este artículo, y de cualquier otra publicación que lo critique o señale, que se trata de golpeteo político, de subjetividad periodística o hasta de una vil extorsión para obtener contratos publicitarios. Esa ha sido su salida por dos años ante las críticas y los señalamientos, no importa que sea verdad lo que se diga, no importa que se demuestre y documente rigurosamente cada señalamiento o crítica, nada de eso importa, la salida siempre será la misma: descalificar al medio, atacar en lo individual a quien escribe y evadir el tema central. Podrá decir lo que quiera el gobernador, lo que no podrá hacer es negar lo que aquí se dice. Y no lo podrá negar porque es escrupulosamente cierto.
Pero no sólo con periodistas lo ha hecho. Cualquiera que se atreve a disentir, a señalar o a criticar su actuación, en automático es colocado en la línea de fuego de los “enemigos” al régimen y, por lo tanto, tratado con singular desprecio y hasta con francas “hostilidades oficiales”. Así le ocurrió el pasado jueves al abogado y activista Jaime García Chávez, antiguo aliado de Corral, cuando pretendía ingresar al encuentro y mediante el uso de la fuerza pública (seguridad oficial), se le impidió el acceso al pomposo evento, no obstante se repitió hasta el cansancio que dicho encuentro sería un foro ciudadano al que, sin embargo, ya en los hechos no todo mundo tenía acceso.
Como seguramente diría López Obrador si se enterara de lo ocurrido: “El Encuentro Nacional Anticorrupción 2018 fue un evento ‘fifí’ para la nobleza intelectual de Chihuahua y de México”, esa “nobleza” que tanto le gusta al gobernador y de la que él se siente parte.
Pero como dije al principio, dentro de todo, hubo una mesa de trabajo en la que se dijeron cosas interesantes. La mesa fue moderada por María Amparo Casar (María Consuelo escribieron en su boletín y así lo publicaron los del Gobierno estatal en su página). En ella participaron los periodistas Justine Dupuy de la Asociación Fundar; Salvador Camarena, de la organización Mexicanos Contra la Corrupción y el reportero independiente, Rafael Cabrera quien participó en el reportaje de la Casa Blanca. Sin duda alguna extraordinaria mesa de trabajo.
Estos periodistas concluyeron que tanto la Procuraduría General de la República y la Secretaría de la Función Pública Federal, entre otras dependencias federales, se han quedado cortas ante los casos de corrupción evidenciados por investigaciones periodísticas, realizadas por sus diversas agrupaciones y que han sido publicadas sin que tengan mayores consecuencias ¡Uff! ¡Te lo digo Pedro para que oigas Juan!
En Chihuahua, El Diario de Juárez, El Diario de Chihuahua, La Opción de Chihuahua y diversos medios han publicado sendos reportajes de investigación que han revelado actos de corrupción claros y contundentes, y dichas publicaciones no han tenido consecuencia alguna. El gobernador del estado ha hecho oídos sordos y ojos ciegos a todo lo que se publica y que no le favorece, aunque sea verdad.
Esta conducta pareciera tener una sencilla explicación. Para Corral una investigación periodística debe estar firmada por Aristegui o por cualquier periodista del centro del país, no por uno de Chihuahua para que tenga valor y credibilidad.
Esa es la congruencia, integridad y verticalidad de quien organizó el #ENA2018, evento por demás deslucido y poco trascendente ¡ah! pero eso sí ¡muy caro!

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