Opinion

Sergio nos habla a gritos

Óscar Ibáñez Hernández
Académico

2018-10-12

No es común que la trayectoria de una depresión tropical pase exactamente por Ciudad Juárez, ese fue el caso con “Sergio”, un fenómeno hidrometeorológico que se generó en el océano pacífico y después de tener una trayectoria hacia el oeste, cambió repentinamente en sentido contrario y se enfiló hacia las costas de Baja California Sur, atravesó el Mar de Cortés y finalmente ingresó a Sonora y al noroeste de Chihuahua.
Lo que comúnmente conocemos como huracanes tiene un período de gestación que lleva varias etapas de acuerdo con la cantidad de energía acumulada, por las condiciones de presión y humedad en la atmósfera y la temperatura del agua en los océanos. La velocidad de vientos sostenidos que se generan nos permite clasificarlos en depresiones tropicales, tormentas tropicales y finalmente huracanes con cinco diferentes niveles.
“Sergio” fue un huracán y cuando entró a México ya llegó como una tormenta tropical, la expectativa a la hora que escribo estas líneas es que llegue a nuestra ciudad como depresión tropical, con vientos promedio sostenidos de 38 millas por hora y un pronóstico de precipitación de 30 milímetros. Cantidades menores de lluvia ya han puesto en jaque a nuestra ciudad por la falta de infraestructura de diques, canales y compuertas que nos permitan reducir el impacto de toneladas de agua bajando desde la Sierra de Juárez arrastrando todo lo que encuentra a su paso.
Apenas el miércoles de esta semana, la Oficina para la Reducción de Riesgos por Desastres de la Organización de Naciones Unidas emitió el reporte a nivel mundial “Pérdidas económicas, pobreza y desastres”. Entre sus conclusiones destaca que, en los últimos 20 años, en el mundo las pérdidas por desastres asociados al clima han aumentado en 151 por ciento respecto a los 20 años previos, que seguirán aumentando, y que afectan principalmente a los más pobres.
Las cifras son casi inimaginables, y eso considerando que muchos daños económicos no se reportan: 2 mil 245 millones de dólares de los cuales el 43.4 por ciento se deben a inundaciones y el 28.2 por ciento se deben a tormentas. En México la cifra calculada es de 46.5 miles de millones de dólares esto es más de 900 mil millones de pesos.
La conclusión más importante del reporte es: “Integrar la reducción de riesgos a las decisiones de inversión representa el mejor resultado de costo-beneficio para reducir los riesgos; invertir en reducción de riesgos por desastres, se convierte en una precondición para el desarrollo sustentable en un entorno cambiante”.
Una traducción para nuestra ciudad es que, si no invertimos en infraestructura de drenaje pluvial que prevenga las constantes inundaciones y pérdidas económicas, la mayoría ni siquiera cuantificadas, no podremos aspirar a un desarrollo sustentable, mucho menos en un entorno de cambio climático, económico y político.
Las principales razones son los costos de oportunidad derivados de tener que invertir tiempo y dinero en costosas reparaciones de la infraestructura vial, sanitaria, de equipamiento urbano y de vivienda, en lugar de invertir en mejorar las condiciones de la ciudad o abatir los rezagos en infraestructura que padecemos, por otra parte la cantidad de horas hombre perdidas por la industria, el comercio y los servicios en la ciudad cada vez que hay inundaciones son costos que permanecen ocultos, ya que ni siquiera hacemos estimaciones de esas pérdidas económicas, son costos escondidos que pagamos cada ciudadano y empresa en esta ciudad.
La pregunta recurrente de gobernantes y empresarios que participan en comités de decisión como el Fideicomiso de los Puentes Internacionales es: ¿en qué debemos invertir los recursos para tener la ventaja competitiva que nuestra frontera requiere para desarrollarse y aumentar su calidad de vida? La respuesta evidente es clara, sin embargo, la tentación de seguir corriendo riesgos y apostarle a que somos resilientes frente a los desastres, ha impedido que nuestra ciudad deje de ser un lugar que genera riqueza a pesar del abandono urbano y la mala calidad de vida e infraestructura de sus habitantes, para convertirse en una pujante y competitiva metrópoli binacional.
La depresión tropical “Sergio” se presentó en nuestra ciudad como pregonero que nos invita a cambiar e intentar caminos que no hemos tomado para prevenir desastres y potenciar nuestro desarrollo. ¿Invertimos en prevención o seguimos empeñados en tirar dinero y perder la apuesta de ganarle a las fuerzas de la naturaleza cada año?

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