Opinion

La política: tan lejos y tan cerca

Elvira Maycotte
Escritora

2018-10-09

Hace un par de días conversaba con un grupo de jóvenes sobre algunos temas relacionados con la ciudad y, específicamente, cuando llegamos al tema del crecimiento de Ciudad Juárez hacia el sur y suroriente, disperso y desarticulado, no hubo más remedio que comentar las peripecias que quienes residen en esa zona deben hacer para sobrevivir día tras día.
Una de las jóvenes nos compartió la charla que acababa de tener con una compañera que, al llegar a clases, apurada, le contó que hacía de tres a tres horas y media de trayecto y que, para su regreso, debía invertir más o menos el mismo tiempo. Ante esta historia, real y cotidiana para muchos juarenses, surgieron algunas reflexiones. La primera de ella nos hizo conscientes de que el tiempo que su compañera pasaba arriba del transporte público ¡es casi una jornada de trabajo!, es decir que si ella invirtiera ese tiempo en realizar alguna labor con el pago más bajo posible devengaría unos 79 pesos, considerando que el salario mínimo es 88.36. Pero la situación aún es más triste, pues para poder llegar a clase tiene que hacer uso de tres unidades de transporte de ida y otras tantas de regreso, es decir, son 48 pesos los que debe pagar. Desde cierto punto de vista, transportarse ese día a recibir clases le significó 127 pesos en términos reales –la suma del costo de oportunidad de realizar alguna labor productiva y lo que ella erogó para hacer uso del transporte– porque, aunque no estemos acostumbrados a considerarlo, el tiempo perdido también tiene su costo.
Yo les pregunté si sabían desde cuándo se había originado esta situación y, de alguna manera, traté de conducirlos a la raíz de esta situación. No puedo negar que encaminé la conversación hacia el tema de las políticas públicas pues para ellos, los jóvenes, como muchos de nosotros, consideramos al tema político como algo muy ajeno a nuestras vidas; de hecho, hasta me atreví a asegurar que esa lejanía que percibimos es la que nos lleva a reírnos de los memes que tanto circulan en las redes sociales sobre las cámaras de diputados y senadores en las que se muestran a legisladores dormidos en plena sesión, o a miembros de la farándula investidos como diputados vestidos de seda.
Minutos más tarde la plática ya estaba en el sitio hacia donde la quería llevar y afirmé que la falta de interés que tradicionalmente tenemos hacia los temas políticos es un factor fundamental para que muchas de las situaciones actuales que consideramos sucedieron por “generación espontánea”, son realmente efectos de políticas perfectamente delineadas décadas atrás.
Sobre el “detalle” de pasar la vida en el asiento de una unidad de transporte público, les platiqué sobre las decisiones de política pública que tuvieron lugar en 1992, cuando con la modificación del artículo 27 constitucional se permitió a los ejidatarios vender sus tierras. En ese tiempo ¿quién podría pensar que esa acción sería fundamental para el modelo de crecimiento disperso y desordenado que décadas después aqueja a las ciudades? Pues créame, así lo pensaron desde entonces quienes pusieron en juego sus intereses, teniendo en la partida una mano ganadora.
Y así suceden las cosas: una cadena de hechos afortunados para pocos y desafortunados para muchos. Los interesados en el mercado inmobiliario se apresuraron en comprar los ejidos a un precio razonable para los inversionistas que resultaba de ensueño para los propietarios, luego, con toda la legalidad en un marco normativo que les favorecía, aumentaron significativamente su valor con el simple hecho de cambiar el uso original, agrícola, a uso urbano. El resto de la historia ya la conocemos: fraccionamientos alejados, viviendas que hoy son ruinas modernas que apenas tienen quince años de construidas a las que se llega por calles cuyo pavimento ha desaparecido; un mundo en donde reina la desesperanza y el desencanto de los sueños desvanecidos con cada vivienda que ha sido abandonada.
Es vital comprender que las decisiones políticas de quienes levantan la mano a miles de kilómetros, tarde que temprano tendrán efectos que deberemos enfrentar en carne viva, aunque ahora no los descifremos a primera vista. Así sucedió hace cinco lustros, decisiones que tenían que ver con el suelo hoy encadenan los cuerpos de cientos de miles de juarenses en el asiento de una rutera, y también sus sueños.
¿Y cómo vamos con la política cultural de nuestro país? Bueno, ya lo veremos.

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