Opinion

Los dos riesgos de Morena

Viridiana Ríos
Académica

2018-10-07

Ciudad de México.— México ha tenido gobiernos de izquierda dos veces en su historia: con Lázaro Cárdenas y con Luis Echeverría-José López Portillo. En ambas ocasiones, la izquierda fue sustituida por gobiernos de derecha, y de una derecha cada vez más recalcitrante.
Ávila Camacho y Alemán eliminaron muchas de las políticas sociales implementadas por Cárdenas. Desarrollaron un sistema que permitía a los empresarios crear fortunas sin pagar impuestos. A López Portillo, lo sucedió De la Madrid y Salinas, quienes implementaron políticas de austeridad y liberalismo sin precedente.
Y nada de esto fue coincidencia.
Los gobiernos de izquierda popular siempre han sido sucedidos por gobiernos de derecha económica porque las izquierdas han cedido a las tentaciones del poder, sin tener un modelo de cambio que les permita extirpar de raíz los problemas.
Y ése será el reto más grande de Morena.
El primer enemigo, la oposición a ultranza a la redistribución, ya va flaqueando. Incluso, los neoliberales más recalcitrantes han ido entendiendo que la democracia sólo será legítima en México si se crean condiciones económicas dignas para la mayoría de los ciudadanos. Y han entendido que si esto no se logra, México transitará irremediablemente hacia el autoritarismo. Un autoritarismo que, por las mismas condiciones de desigualdad del país, tendrá un carácter populista o será abiertamente opresor. Así, incluso los más ortodoxos económicos han comenzado a entender la redistribución de la riqueza como “el menor de los males”.
El segundo enemigo es más peligroso y no ha flaqueado para nada: el sistema político que el PRI lideró y operó por años. La política mexicana priista sigue intacta. Es la política de favorecer los intereses particulares de camarillas políticas internas. La de utilizar la vulnerabilidad económica de los ciudadanos para lucrar con su apoyo electoral, sigue intacta.
Morena tendrá la tentación de montarse en este sistema y ya muchos están cayendo en ese error. Otorgar programas sociales haciendo su propio censo, como lo han planteado, es crear clientelas políticas. La redistribución así pensada, bajo canales partidistas, no liberará al ciudadano del yugo de la pobreza, sino que lo transformará a un yugo político. Si se quiere redistribuir tiene que ser sin partidismos. Se debe hacer notar al ciudadano que lo que recibe no es un regalo del gobierno, sino fruto de los impuestos que todos pagamos. El gobierno no da porque es bueno, sino porque es su trabajo.
Un gobierno de izquierda debe promover el surgimiento de una sociedad civil que casi no existe: la de los sindicatos, la de los grupos organizados que exigen al gobierno, la de los ciudadanos que no son miembros de un partido, sino que exigen resultados independientemente del partido que esté en el gobierno. Debe hacerlo porque sólo esa sociedad civil creará un cambio verdadero y de largo plazo. Un cambio basado en la exigencia, no en los regalos.
La otra tentación que tendrá Morena, la de crear un gobierno de “camarillas privilegiadas”, es también peligrosa. Algo que muy pocos saben es que el PRI le daba la misma proporción de tiempo y espacio a los grupos parlamentarios de oposición durante las legislaturas que tenían la mayoría. El PRD y Morena, por ejemplo, tuvieron el mismo espacio que el PRI o el PAN en las legislaturas pasadas para presentar iniciativas y participar en el pleno. Ahora hay un grupo de Morena que lucha para desaparecer eso y que sea proporcional al voto, lo cual violentaría el derecho de las minorías y, por tanto, sería insostenible en el largo plazo.
Finalmente, está la tentación del enriquecimiento. Muchos legisladores han llegado al poder con la idea de acceder a la riqueza. Todo esto representa el elitismo y el clasismo contra, el cual, el electorado se reveló el 2 de julio.
La izquierda tiene una oportunidad única de gobernar por 6 años. No puede desperdiciarse.

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