Opinion

Gastan pronto la reputación de humildes

LA COLUMNA
de El Diario

2018-10-06

No será tan fácil para Andrés Manuel López Obrador mantener el encantamiento social de su campaña electoral que lo ha llevado a la Presidencia de la República. Ha empezado el desgaste político cuando faltan todavía dos meses para tomar protesta.
No es sólo el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, las becas para ninis, refinerías o descentralización de secretarías. Se acumulan situaciones que no son previstas en su magnitud y que el nuevo Gobierno desestima antes siquiera de iniciar.
Hay un exceso de confianza en el bono democrático, sin pensar en que se agota minuto a minuto. ¿Dónde habremos visto esa historia? ¿Corral en Chihuahua? Sin duda. Empiezan chairos y terminan extra fifí.
El camino fácil es culpar a los medios de comunicación o a la mafia del poder. Pero ese argumento ya no da para más, en la antesala de una amnistía penal y política, tácita y expresa.
Hay que comprender que los medios informativos sólo replican un evento generalizadamente cuestionado como una boda fifí, en que César Yañéz ofrece una recepción de alcurnia y alto refinamiento para su publicitada boda. Han sido más recatados para actos semejantes inclusive los empresarios multimillonetas que comprueban fácilmente cómo y de dónde sufragan.
Al final su presencia, la del presidente electo en esa ceremonia, es más, mucho más, que la asistencia de un simple invitado a una reunión social publicada en amplio espacio ya no en el proletario órgano informativo de Morena, Regeneración, sino nada más y nada menos que en la revista de celebridades globales ¡Hola!, las más fifí de las publicaciones a nivel mundial.
Andrés Manuel es ya el presidente, sólo le falta la banda tricolor, porque ya ejerce la nómina sin necesidad de firmar, como una concesión legal para equipos de transición…
Ello le permite una amplia movilidad y operación, pero con ella, un desgaste natural y anticipado.

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A ese desgaste permanente que genera su presencia pública debe sumarse el nombramiento de personajes polémicos, que quiérase o no, restan puntos a la amplia bodega de votos de aceptación con que cuenta.
Uno de éstos es sin duda, el nombramiento de Manuel Bartlett Díaz en la Comisión Federal de Electricidad. Es un hombre del sistema. Su currículo lo llevó a ocupar la Secretaría de Gobernación y como tal, la presidencia de la Comisión Federal Electoral.
Desde esta importante posición, Bartlett declaró la famosa caída del sistema, en un momento neurálgico para la vida nacional.
Echó por la borda el sueño de una alternancia en el poder, en medio del esfuerzo del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Era el preludio del nacimiento del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que se consolidó en Morena.
Bartlett defendió en aquel entonces la caída del software informático que operó la elección presidencial. Años después debió soportar la airada crítica.
No es suficiente el agua bendita de Andrés Manuel para que sus pecados queden olvidados, pero le ayuda muchísimo y lo mantiene en la nómina oficial de la que no se despega, sean las siglas del PRI o de Morena.
Situación la de Bartlett que hoy cobra relevancia –y levanta ampolla– por la polémica del excandidato presidencial Roberto Madrazo, que oficiosamente habla de un fraude, con boletas en mano, en las elecciones de 2006.

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Hay también en este contexto del equipo nacional en el poder, un comportamiento relajado del representante plenipotenciario, casi casi vicegobernador, Juan Carlos Loera.
Administra el poder, pero mediante un juego de negociaciones con Javier Corral y Armando Cabada.
Disponen Juan Carlos Loera y Javier Corral, en una especie de concertacesión, de los espacios pero con migajas a Morena.
Loera cede el manejo del Congreso del Estado, cuando pudo presionar a sus aliados, para presentar una auténtica oposición y equilibrio al ejercicio del poder estatal, que hace agua en seguridad, obra pública, atención social y economía.
Se conforma con una Secretaría de Asuntos Interinstitucionales donde hoy libra la madre de todas las batallas por ¡una oficina de comunicación social!, que significa una nómina y unos miles de pesos en publicidad.
No existe aún en la representación del presidente electo una mira de largo alcance, que se coloque por encima de esos intereses inmediatos y coyunturales.

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El reto para la nueva administración es mayúsculo. No sólo se trata de mantener a flote el barco llamado México, sino de cumplir en sus términos con las promesas de campaña.
Ya no hay posibilidad de discurso. El tiempo de la política se agota e inicia la operación de programas, que den resultados inmediatos, como la población espera en las altas expectativas creadas.
Es un camino sinuoso.
En el caso del aeropuerto de la Ciudad de México, los tumbos fueron mayores. De una cancelación del NAICM, transitamos a tres alternativas: que el proyecto continúe, que se cancele o que se concesione.
La posibilidad alterna es la construcción de dos pistas, no en Tizayuca como se dijo allá en 2017, sino en Santa María. El problema es que los estudios técnicos no lo permiten, dadas las condiciones orográficas, el riesgo de colisión es elevado, con un funcionamiento simultáneo con el actual aeropuerto.
Con otra: cancelar significa perder 100 mil millones de pesos y continuar, seguir invirtiendo en una obra que ya superó el doble del presupuesto inicial, y que ronda en los 300 mil millones de pesos. Los estudios técnicos apoyan que siga la obra, pero es otra la promesa de campaña. El “no” se complica ante la ausencia de soporte técnico. No hay margen de maniobra.
En este asunto, la famosa consulta, que se realizaría este mes, ya no sería vinculatoria, como se había dicho en un principio, y que suena lógico, pero que significa una modificación, de nueva cuenta.
Así como este tema se encuentran las becas para 300 mil jóvenes universitarios y dos millones de “ninis”; las refinerías propuestas, que se concretarán exclusivamente al proyecto de Tula, y la llevada y traída descentralización de secretarías, que queda en veremos por el alto costo, social y financiero.
Ha tenido que virar en las promesas, más aterrizado, más presidente que candidato. Y eso cuesta.
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La carga financiera y la seguridad en el país están como para concentrarse en eso y no en asuntos menores.
Se observa una gran distracción, como si hubiera bonanza, pensando en proyectos, cuyo financiamiento difícilmente puede basarse en los ahorros previstos por medidas de austeridad y combate a la corrupción.
La prueba se encuentra en lo que ocurrió en las cámaras de legisladores, donde al final los ahorros por reducción de salarios y prestaciones resultaron pequeños, ante la resistencia de la clase política.
El desgaste que viene será incesante.
Para muestra un botón, el tema de las gasolinas. Cuando la población observe que el Gobierno federal y los estados declaran inviable eliminar el IEPS y el IVA en gasolinas, que son la base de la distribución de aportaciones a las entidades federativas, evidentemente el bono democrático del tabasqueño sufrirá, como ya empieza a ocurrir.
Sume a ello esa boda aristócrata en Puebla, los nombramientos polémicos, los tumbos en proyectos y las necesarias promesas incumplidas de cualquier candidato triunfador.
Vienen 60 días intensos de acomodo y desgaste para el presidente electo, aderezados, por si fuera poco, con los protagonismos de gobernadores como Javier Corral, que quiere seguir operando con su estruendo y luces, en el despilfarro de recursos, para llamar la atención nacional, con ejercicios propios de la academia y no suyos.
Se distrae mientras la ciudad se estremece todos los días con homicidios en calles principales, y con un plumazo autoriza nuevas deudas a corto plazo para evadir al Congreso.
Con esa yunta deberá arar el próximo titular del Ejecutivo federal, con poca ayuda de la varita mágica electoral que irremediablemente deberá tener el destino de un cerillo encendido: la reducción hasta desaparecer... si el comportamiento sigue igual.

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