Opinion

Si piensas que sin ti voy a morir...

Manuel Narváez
Analista

2018-09-16

El futurismo por la sucesión gubernamental en Chihuahua va a abrir un frente amplio de desgaste aun mayor a la imagen del gobernador del Estado.
Los desastrosos resultados en los dos primeros años de la administración de Javier Corral Jurado van a propiciar un fuerte golpeteo interno y externo en los tres años que le quedan al frente de su quinquenio.
Desde su hermético y unipersonal paraíso del Olimpo, Corral busca apretar las tuercas y colocar en puestos claves de su gobierno y en el partido, a personas afines a él.
Los relevos anunciados la semana pasada convalidan la tesis de que en la carrera por dejar un sucesor o sucesora panista, más vale malo conocido que bueno por conocer.
La salida del gabinete de Pablo Cuarón, Cecilia Olague, Ernesto Ávila, Norma Ramírez, Rubén Chávez y de dos panistas con cierta influencia dentro de las filas blanquiazules como las de Guillermo Luján y Carlos Reyes, auguran mayor activismo político en la recta final de los tres años venideros.
Los casos de Ramón Galindo, que se reincorpora como subsecretario de Desarrollo Social en Ciudad Juárez, y de Rocío Reza como muy posible relevo de Fernando Álvarez en el Comité Directivo Estatal del PAN, confirman que la apuesta de Javier es empanizar el gabinete estatal y controlar el partido.
El gobernador sabe que perder la sucesión a manos del independiente juarense Armando Cabada; de su acérrimo enemigo, Cruz Pérez Cuéllar o de su némesis interna, Maru Campos, puede llevarlo al mismo cadalso que usa para ejecutar a los duartistas.
Lo intrincado de construir un andamiaje político-electoral con una sola corriente interna o por gracia de la nómina gubernamental, es que la endogamia política pare ojeriza. Ya existe un antecedente que cortó de tajo la posibilidad de que el PAN hilara dos sexenios en el gobierno del Estado, tal como sucedió en 1998 cuando la necedad de Francisco Barrio por imponer a un priista connotado como lo era Eduardo Romero, dividió al partido al grado de que perdieron la elección ante Patricio Martínez.
La diferencia entre Barrio y Corral, es que Pancho no tuvo tan mal gobierno; sin embargo, la cerrazón para aceptar la candidatura de Ramón Galindo y el golpeteo interno al que fue sometido por el propio presidente estatal de entonces, Guillermo Luján Peña, devino en una derrota estrepitosa.
Los relevos en el gabinete corralista no implican mayor daño del causado por la inoperancia de la administración actual. La reinserción de Galindo en el gabinete y de Rocío en el partido, sí puede experimentar cierto cambio, al menos en el oficio político porque ambos cuentan con una trayectoria importante en el servicio público y en el gasto de suela de campañas electorales.
Donde la puerca puede volver a torcer el rabo es que se repita la historia del 98. Que Javier se aferre a controlar la sucesión para algún fanático suyo, o bien, que continúe alimentando la ira en contra de la alcaldesa de la capital del estado. Todos saben que utiliza dealers de la Coordinación de Comunicación Social para saciar el morbo de los especuladores y futurólogos, que obviamente insisten en vincular a Campos Galván con el exgobernador Duarte.
En este contexto, dudo mucho que en los próximos tres años Corral vaya a mejorar en la percepción de los ciudadanos. Su gobierno ha sido decepcionante y peligroso por la pérdida de territorio ante el crimen organizado, amén del brutal deterioro de la infraestructura carretera, los servicios de salud y en la educación. Es sin lugar a dudas una losa muy pesada para quien obtenga la candidatura del PAN al Gobierno del Estado.
Por estas razones, sería un suicido desperdiciar el capital político que mantiene en el centro-sur del estado. Es el bastión que le puede servir de plataforma para ser competitivos en el 2021.
No puede el PAN, bajo ninguna pretexto, soslayar la persona del senador Cruz Pérez Cuéllar, que es un fuerte sinodal y probado en las campañas políticas. El exdirigente panista conoce el estado mejor que Cabada y Maru, y eso ya es una ventaja.
Por su lado, Armando Cabada, pese a los pronósticos y con todo en contra, remontó las adversidades, y el tsunami morenista, para reelegirse como alcalde de la ciudad más poblada del estado. El 15 de septiembre, como muestra de arrastre, duplicó la asistencia a la ceremonia del Grito de Independencia, con respecto al evento de Corral en la Plaza del Ángel.
Lo mejor para Chihuahua y los chihuahuenses, es que el gobernador se dedicara de tiempo completo a cultivar sus relaciones con la corte intelectual VIP que lo vitorea. Que deje a los funcionarios recién incorporados hacer la talacha de gobernar y permita a Rocío Reza reconstruir al partido. Entre más lejos del estado y del partido, el PAN pudiese tener alguna oportunidad de repetir en el gobierno, a pesar de él.

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