Francisco Ortiz Bello
Analista
Con la mano en la cintura y sin el menor rubor, el jefe del Ejecutivo estatal, por sí mismo o a través de terceros, reparte culpas y responsabilidades a diestra y siniestra. Para él la seguridad pública, el repunte de ejecuciones violentas, la falta de condiciones para la inversión privada y otros temas de igual relevancia, no son su responsabilidad. Es responsabilidad de todos menos de él.
Ha dicho el gobernador, y en eso debemos aceptar que ha sido congruente y persistente desde el inicio de su mandato, que la culpa de todo lo que ocurre en Chihuahua actualmente la tiene César Duarte y todo su gabinete de funcionarios, o la tiene el Gobierno federal que no viene pronto en su apoyo, o, ya en el colmo de los absurdos la tenemos los medios de comunicación.
El gobernador piensa, y lo dice sin recato alguno que los más oscuros nubarrones auspiciados desde la más tenebrosa y malévola de las conspiraciones se cierne sobre su Gobierno, porque todos, todos, los que criticamos su actuar, no somos más que aves de mal agüero que sólo deseamos que le vaya mal, y por eso no comprendemos su “forma de gobernar”.
El pasado viernes, luego de sendas reuniones sobre el tema de seguridad, el gobernador afirmó que “…el estado de Chihuahua no tiene la capacidad para combatir a los organismos del crimen organizado, y –recalcó– el abandono que tiene la Federación que no ha querido asumir la responsabilidad de estos grupos que generan el 80 por ciento de los homicidios que se registran en el estado”.
Días antes, el comisionado estatal de Seguridad Pública, Óscar Alberto Aparicio Avendaño, culpó a algunos medios de comunicación –sin precisar cuáles– de generar el clima de inseguridad, al publicar eventos que no ocurren, dijo el funcionario en su irresponsable declaración.
Yo le pediría al señor Aparicio que vaya y les diga eso a los familiares de los asesinados por grupos del crimen organizado. Que vaya y les diga “las muertes de sus familiares no ocurrieron, todo es invento de los medios de comunicación”. A ver qué le dicen…
Sin embargo, no es la primera vez que altos funcionarios del gabinete estatal cometen ese tipo de desaciertos. No es la primera vez que sueltan declaraciones tan irresponsables y temerarias, porque si el mismo gobernador lo hace cada que se le ocurre, nada le impide a sus colaboradores seguir sus pasos.
¡Vaya manera de quitarse la barra! El señor Aparicio dijo en una entrevista que –cito textual–: “Muchos medios, no todos por supuesto, se han dedicado a un golpeteo político, a ver el tema de la inseguridad como la oportunidad de sacar una remuneración económica, eso nos ha provocado varios ataques que hemos tenido en el Gobierno del Estado”.
Para luego rematar: “Este tipo de medios que no son serios, que se dedican a querer extorsionar al estado lo que están provocando es una atmósfera, una percepción a los ciudadanos de algo que realmente no está pasando”… de algo que no está pasando, dijo. Insisto, que le diga a los familiares y amigos de todos quienes han caído sin vida bajo por las balas de los grupos del crimen organizado, a ver qué le dicen.
Esta entrevista la dio el funcionario estatal para un canal privado de televisión que, por cierto, funge mejor que la Coordinación de Comunicación Social del Gobierno del Estado, y en la que no tuvo reparo alguno en hacer señalamientos temerarios y tendenciosos.
Señor Aparicio, sólo le recuerdo que los medios de comunicación publican todo lo que ocurre, esa es su función, esa es su tarea, esa es su razón de ser, de existir, no hay otra. Usted debería hacer lo mismo: cumplir sus obligaciones.
Un par de días después de esa entrevista, y luego de las reacciones que generó con sus declaraciones, el titular de la CESP quiso matizarlas, puntualizando que “sólo algunos medios generaban esa inseguridad”, aunque se negó nuevamente a precisar cuáles son esos “algunos”, pero lo cierto es que en la entrevista al canal de televisión dijo “muchos medios”, y ahí esta la grabación para quien tenga duda de lo que dijo. El tema delicado aquí es que, al igual que cuando lo hace el mismo gobernador, siendo ellos altos funcionarios públicos, a cargo de la gobernabilidad del estado, cuando hacen un señalamiento de esa naturaleza debería venir acompañado de las pruebas respectivas, de las denuncias correspondientes porque no se vale señalar nada más por señalar.
Pero qué se le puede pedir a un funcionario como el señor Aparicio, que no comprende ni la “O” por lo redondo en el tema de los medios de comunicación y su funcionamiento, y menos cuando su propio jefe, el gobernador del estado, se la pasa ninguneando y hostigando a periodistas y medios de comunicación que no se pliegan a sus deseos, que no publican lo que él quiere que publiquen.
Por eso mismo, no es de extrañar a nadie que el mandatario estatal reparta culpas de sus responsabilidades como quien reparte globos en una fiesta, alegre y desenfadadamente. Y en esa repartición no se escapa nadie.
Recientemente, Corral ha tenido diferendos y controversias con los mandos militares en Chihuahua y en Juárez. Primero, acusó el Ejército de no colaborar en las tareas de seguridad contra los grupos del crimen organizado, principalmente en la zona serrana de la entidad, y luego, hasta los acusó de ser completamente omisos en esa responsabilidad.
Sin embargo, de inmediato, el general brigadier Fernando Gómez, comandante de la Guarnición Militar en Ciudad Juárez, señaló el pasado viernes que el gobierno de Javier Corral no ha seguido los protocolos para solicitar ayuda militar. Aseguró el militar que esa es la razón por la que no trabajan en conjunto con la Comisión Estatal de Seguridad en tareas de combate a la delincuencia, no obstante eso no quiere decir que ellos no realicen su trabajo.
Pese a todo, las quejas y demandas de Corral se caen por sí solas. Hace sólo algunas semanas un grupo de élite de la Marina y el Ejército mexicano capturaron a “El 80”, peligroso capo del narco que asolaba la región serrana. ¿Hay o no hay participación de las fuerzas armadas mexicanas en Chihuahua?
Es por demás. Corral sólo clama a los cuatro vientos que alguien venga y asuma sus responsabilidades como gobernador del estado. Y para ello no tiene miramiento alguno para depositar en otros las obligaciones que debería estar cumpliendo desde que rindió protesta al cargo.
El gobernador sólo quiere atender a sus perros y gatos, jugar golf o tenis y tener reuniones agradables con sus amigos. ¡Ah! Y organizar carreras, maratones y competencias ciclistas. Con eso él es feliz. No necesita más. Aunque los chihuahuenses lo hayan elegido para gobernar el estado, para tomar decisiones y acciones que resuelvan nuestros principales problemas.
No. Definitivamente Javier Corral Jurado no está hecho para gobernar. Lo suyo lo suyo lo suyo es la tribuna legislativa, el parlamento, la “socialité”, la bohemia fina con sus amigos intelectuales de la Ciudad de México, copas de vino en La Condesa, juguetear con sus mascotas y más recientemente las nuevas aficiones adquiridas en su etapa de alto mandatario: el golf y el tenis. Pero de gobernar ¡ni hablar!
Y quizá lo estamos juzgando en exceso. Cada uno tenemos habilidades distintas, unos para determinadas actividades otros para otras, pero no tenemos por qué tener determinadas habilidades obligadamente. Javier Corral no tiene habilidades, capacidades ni destrezas para gobernar, tampoco las ha desarrollado en estos casi dos años. Así que no habría porque exigirle al señor lo que no tiene.
Apenas el viernes pasado hizo cambios en su gabinete que son sólo la cereza del pastel de todo lo que he escrito aquí. Hizo cera y pabilo de la Secretaría General de Gobierno. Nombró como titular de la Subsecretaría General de Gobierno en la Zona Norte a Luis Fernando Mesta Soulé, pero reubicó la posición (y a su titular por supuesto) en la capital del estado. Será pues la Subsecretaría de la Zona Norte, pero con sede en la capital.
Sin embargo, deja en la frontera a Mario Dena como su representante (que formalmente debe ser el subsecretario de la Zona Norte), asignándole un nuevo cargo dentro de la estructura de gobierno: la Coordinación Ejecutiva del gabinete de funcionarios de gobierno en la frontera.
Lo dicho, no hay idea. Apatía, desorganización, falta de visión, desconocimiento, incompetencia, soberbia y, por si fuera poco, una gran desvergüenza para culpar de todo a todos, menos aceptar su responsabilidad. Y así llevamos ya casi dos años, y así igual seguramente transcurrirán los siguientes tres ¿a dónde iremos a parar?