Opinion

Dos pilares de la cultura

Cecilia Ester Castañeda
Escritora

2018-09-12

No se organizó ninguna celebración oficial para conmemorar el 12 de septiembre los 130 años del natalicio de Arturo Tolentino Hernández, que yo sepa. El fin de semana, murió atropellado a los 79 años Ernesto Ochoa Guillemard. Estas dos tragedias del mundo cultural dicen mucho sobre Ciudad Juárez.
El olvido de legado de quien probablemente haya sido el compositor local más prolífico y exitoso antes de Juan Gabriel parece un crimen. El deceso del mentor de teatro más prestigiado de la región, cuando cruzaba por la esquina una peligrosa zona comercial de moda, refleja el precio en vidas del añejo caos en las vialidades de la frontera. Y ambos hechos se traducen en pérdidas mayores para una ciudad urgentemente necesitada de manifestaciones de su lado humano y artístico. En eso, tanto Tolentino como Ochoa han sido dos de sus principales pilares.
¿Por qué seguimos ignorando a la cultura? Ese maravilloso conductor potencial de sensibilización, de catarsis, liberación y unión para una sociedad víctima de ansiedad resulta más barato que desplegar fuerzas del orden. Sus efectos pueden perdurar por mucho mayor tiempo, en esferas más amplias.
Si queremos fomentar la paz, el arraigo o la esperanza, una de nuestras herramientas se llama cultura.
Pero las mismas autoridades parecen decididas a acabar con la Biblioteca Pública Municipal Arturo Tolentino, apropiándose, según el grupo Tolentino SOS, de la mitad de sus instalaciones para destinarlas a otros usos y descuidando abiertamente el reducido resto.
Tal vez no sepan que el edificio situado en el parque Borunda lleva el nombre del contador, promotor cultural, educador, político y músico que por décadas fungió como director de una biblioteca situada en Mariscal y María Martínez, la segunda en nuestra ciudad después de aquella destruida en tiempos de la Revolución.
Reconocido a nivel internacional como autor de piezas de diversos géneros musicales, Arturo Tolentino es especialmente recordado por “Ojos de juventud”. El famoso vals para piano grabado en varios países cuenta en México con las versiones de, entre otros, Pedro Vargas, Javier Solís, mariachis y orquestas. Es también el tema de una película protagonizada por Joaquín Pardavé y Elsa Aguirre en 1948.
Y si en la escuela usted bailó “Jesusita en Chihuahua”, adivine a quién atribuyen esa polka algunos autores. 
Entonces, ¿por qué no celebramos a Arturo Tolentino?
Al parecer no hemos aprendido ciertas lecciones. Cuando en el 2010 el guitarrista clásico Aquiles Valdez Ortiz murió a consecuencia de las heridas sufridas durante un asalto, perdimos trágicamente a uno de nuestros artistas de mayor renombre. Era el momento más álgido de la violencia, podría decir alguien.
Hoy, la partida de Ernesto Ochoa nos obliga nuevamente a reflexionar. El “profe Ochoa” fue uno de los tres hombres mayores de 50 años que perecieron atropellados el sábado, informó El Diario. Ese mismo día cuatro personas más fallecieron en otro tipo de accidente vial, añade. “El maestro Ochoa muere atropellado por esta vorágine comercial devastadora”, dice vía telefónica entre lágrimas el actor Joaquín Cosío a este medio, “esta curva ilógica y terrible donde han muerto varias personas… donde no hay manera de cruzar la calle”. 
Discípulo de Ochoa, Cosío se refiere al bulevar Gómez Morín, ese punto de excesos donde se conjugan la incivilidad, el licor, la escasa cultura vial, la invasión de carriles, la alta velocidad, la falta de accesos y señalamientos peatonales… No es casual que las víctimas atropelladas tiendan a ser adultos mayores.
La conmoción por la repentina muerte del profe Ochoa permite entrever el peligro al cruzar una calle juarense. Pero para apreciar el valor de cada vida humana no deberíamos tener que estar llorando a un director de teatro, un formador de generaciones enteras de actores, un ingeniero en Minas políglota que representó en esgrima a México en las Olimpiadas, una figura multigalardonada de las artes escénicas, una persona descrita como “un espíritu intrépido, aventurero, generoso” o “un maestro de vida” por quienes lo conocieron de cerca.
Rindamos tributo a dos grandes hombres defendiendo el acceso a los libros, la música, el teatro, y el derecho a caminar en forma segura por las calles. A cualquier edad.

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