Opinion

Hay tiro en el PAN

Pascal Beltrán del Río
Analista

2018-08-28

Ciudad de México.- Así como Pedro Lascuráin asumió la Presidencia de la República por 45 minutos, el 19 de febrero de 1913, para hacer canciller al golpista Victoriano Huerta, a fin de que éste pudiera ser legalmente su sucesor, así subió Marcelo Torres Cofiño a la jefatura nacional del PAN para poner a su predecesor Damián Zepeda al frente de la próxima bancada del partido en la Cámara de Senadores.
Con esta comparación no pretendo decir que Zepeda sea Huerta, pero sí que Torres no será recordado en la historia de Acción Nacional por otra cosa que haberse convertido en el vehículo mediante el cual el grupo del excandidato presidencial Ricardo Anaya pudo hacerse de algunos de los restos del naufragio blanquiazul.
La semana pasada, Zepeda había jurado que no se autodesignaría coordinador de los senadores panistas (debe recordarse que el nombramiento de los líderes de bancada es, por estatutos, facultad exclusiva del jefe nacional). Un cínico diría que el sonorense cumplió su palabra, pues hizo que Torres lo nombrara coordinador después de pedir él mismo licencia a la presidencia del PAN en pleno fin de semana.
Es eso o Torres fue incapaz de encontrar a otro integrante del futuro grupo parlamentario que pudiera dirigir el grupo y, con ello, evitar un nuevo episodio de conflicto interno.
Ignoro si él y su grupo tal vez pensaron que ahí se acabaría el asunto. Pero sucedió lo contrario. Igual que con la asonada de Huerta, los adversarios de Anaya –que nunca habían tenido la capacidad de enfrentarlo de manera organizada– se coordinaron para lanzar a un solo candidato a la jefatura nacional a fin de enfrentar a Marko Cortés, quien es percibido como la opción de continuidad para la renovación de la dirigencia del partido.
La fórmula de Héctor Larios y Rafael Moreno Valle –para presidente y secretario general, respectivamente– consiguió el apoyo de nueve gobernadores surgidos del PAN. La oposición aún deberá enfrentar en octubre a la maquinaria anayista, que ha logrado un férreo control de los organismos del partido y maneja el padrón de militantes como su tesoro preciado.
Durante la jornada del lunes, las fuerzas antiAnaya se hicieron sentir en las redes sociales.
“Es triste reconocer, que quienes más criticaron a Ricardo Anaya acabaron teniendo razón... y que quienes lo apoyamos, perdimos y nos equivocamos”, tuiteó Gustavo Madero, exjefe nacional del PAN y padre político de Anaya quien, se dice, fue traicionado por el queretano y pese a ello lo apoyó para que obtuviera la candidatura presidencial.
“Lo verdaderamente triste es la falta de comprensión del momento, la ausencia de aprecio por la institución que tanto apoyo le brindó; seguir colocando los intereses personales y de grupo por encima de todo, en este momento tan duro para Acción Nacional, es insensibilidad y abuso”, respondió a Madero su paisano el gobernador chihuahuense Javier Corral.
“¡Qué descaro!”, escribió el mandatario aguascalentense Martín Orozco al enterarse de que Zepeda sería coordinador. Uno de los principales responsables de la peor derrota del PAN se premia. El clan de Anaya, qué gandalla”.
“¡No entienden, que no entienden!”, arremetió a su vez el gobernador queretano Pancho Domínguez. “Insistir en adueñarse de Acción Nacional, dándole la espalda a sus principios democráticos, es suicidio y es, también, profundamente irresponsable con el futuro de México”, escribió en Twitter.
Así pues, el pleito está cantado en el PAN. Habrá tiro para definir la esencia y el rumbo del partido fundado por Manuel Gómez Morín, en lo que parece el principio de una nueva travesía por el desierto.
Si bien es cierto que ninguna otra fuerza política luce tan bien posicionada para ser la verdadera oposición al nuevo oficialismo, muy poco podrá hacer sin encontrar antes una institucionalidad que sustituya la lucha fratricida que ha caracterizado al PAN en la última década, lapso en el que seis jefes nacionales distintos se han alternado en el liderazgo partidista.

Buscapiés
El capítulo agrícola que se dio a conocer el lunes como parte del acuerdo comercial entre México y Estados Unidos contempla obligaciones que pudieran interferir con el propósito del nuevo gobierno mexicano de lograr la autosuficiencia alimentaria del país, como es el compromiso de no echar mano de subsidios u otras medidas que tengan efectos de distorsión económica.
Anunciado el acuerdo bilateral, el futuro de la zona de libre comercio de América del Norte reside en las manos de Canadá. Si acepta lo convenido por sus socios, el tratado sobrevivirá (aunque quizá con otro nombre, pues Donald Trump dijo ayer que el NAFTA o TLCAN tiene “connotaciones negativas”). Si no lo acepta, Trump tendrá que pedir al Congreso estadunidense una nueva autorización para negociar vía rápida con México, pues la que tiene actualmente es para un acuerdo trilateral.
Al invitar a su homólogo a celebrar “con tequila” la conclusión de las negociaciones bilaterales, el presidente Enrique Peña Nieto tuvo un lapsus: Trump no toma ni una gota de alcohol.

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