Opinion

Entre la mala fortuna y su gato Cali, va en declive

LA COLUMNA
de El Diario

2018-08-18

Maquiavelo en ‘El Príncipe’ es muy claro y agudo. Es Maquiavelo. El éxito proviene de la fortuna y del trabajo, combinados.
Ni la uno ni la otro, es el grave problema para el gobernador Javier Corral en los momentos agónicos de la primera mitad de su administración.
Tiene frente a sí un panorama desolador y desesperante. Se le acaba la gobernabilidad, esa maravilla de los hombres del poder, que con la fuerza hacen chilar y huerto, pero sin ella, sucumben ante la imposibilidad de acuerdos consensuados.
Además con el agravante de que el gobernador ha dañado irreversiblemente su relación con las fuerzas políticas externas e internas. No ha medido un milímetro el impacto de sus brutales decisiones surgidas más de la emoción que de la razón.
El señor gobernador es como aquellos políticos que gobiernan porque tienen una mayoría cómoda y prepotente, desde donde instrumentan procesos penales sin ton ni son; nombran y quitan funcionarios, se burlan de la democracia y sus principios, como la división de poderes. Hacen lo que critican en un cinismo que espanta.
El gobernador se ha colocado en la antesala de un concepto que abomina de los dientes hacia afuera pero que en los hechos lo practica día con día sin ningún remordimiento: el corralato. El monopolio de los poderes. No hay más opinión ni decisión que la propia.

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Trabajo del gobernador no se ha visto. Ha sido un pésimo administrador. Para ejemplo ahí están los préstamos de corto plazo que suman 4 mil 500 millones de pesos en dos años con todo los intereses que implican. Sólo patea el bote más adelante. Tapa un hoyo pero abre otro. Ni qué decir de la deuda a largo plazo que debe bordear con facilidad los 50 mil millones. Ninguna diferencia con César Duarte o todos los antecesores que le fueron sumando a ese monto. La tardanza y pifias en su operación de reestructura evitaron mejores condiciones de mercado.
Quiere Corral que las soluciones a los problemas le caigan del cielo. Culpa a todos de sus males y huye cuando puede a la Ciudad de México, en sus planes ilusos de control político nacional. Idéntico a Duarte cuando quiso saltar de la gubernatura al PRI nacional. Debieron ser gemelos en otra vida.
Más que gobernar, al panista le gusta jugar tenis y cualquier pretexto es bueno para la fuga. Puede ser en el Club Campestre de Chihuahua o en Mazatlán, o en cualquier otro lugar, mientras Juárez –la entidad completa– se tiñe en sangre, hay escasez de medicamentos y negocios por doquier mediante las adjudicaciones directas.
De la diosa Fortuna ni qué decir. Fue quien lo llevó a vivir 25 años del presupuesto desde distintas posiciones políticas, a nivel estatal y nacional. Brincó que daba gusto de una diputación a la senaduría y viceversa.
Arrebató elecciones internas con descaro para imponerse mediante sus argucias e influencia en la dirigencia nacional panista. Pero esa figura romana mítica poco a poco lo abandona.
La cereza del pastel es la derrota sufrida en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, donde triunfa un proyecto diferente al que impulsó, y donde nada valieron las intervenciones de personeros enviados para exigir declinaciones. Sus huellas aparecen por todo lo largo del proceso electoral interno. Ni modo de negarlo, menos ocultarlo.
En la elección del Ayuntamiento de Juárez, el revés no tiene parangón: si bien la moneda sigue en el aire, y el Tribunal Electoral federal deberá decidir en definitiva, sabe el gobernador que Juárez está perdido para su causa. Perdió desde el 1 de julio.
Ello significa un mensaje claro al 2021, con un Cabada convencido que el causante del desorden en la Asamblea Municipal no es otro que el inquilino de Palacio.
Sin una orden jerárquica de ese tamaño nadie altera medio centenar de actas y pretende salir impune. Es posible equivocarse en una acta o dos, ¿pero en decenas? Fue burda la operación realizada.
Sumemos al Waterloo juarense la reciente conformación de la nueva Legislatura en el Congreso del Estado con la distribución de diputaciones plurinominales. De terror se pone el panorama para Corral. Pierde inclusive la mayoría simple.
No tendrá votos ni para una gárgara. No podrá aprobar siquiera el Presupuesto de Egresos y la Ley de Ingresos sin los morenos con su numerosa bancada que tiene la orden de entrar hasta la cocina redistribuyendo el gasto. Ya lo están haciendo en la Federación, claro que lo van a hacer en Chihuahua. Es una política de Estado, advirtió Andrés Manuel López Obrador.
Un operador fuerte será Óscar Leos Mayagoitia que no se separa ni un milímetro de Juan Carlos Loera, el anunciado coordinador estatal de Presidencia de la República e interface –filtro– quiera o no quiera Corral.
Tienen Morena y PAN, como coaliciones, 13 votos cada uno. El PAN tratará de conservar a Movimiento Ciudadano y Morena al PT y PES. La cuestión es que cada uno de ellos maneja sus intereses personales, negociaciones privadas y líneas a nivel nacional. El petista Rubén Aguilar es un coyote muy correteado. El PAN buscará a Nueva Alianza; su diputado René Frías está en la bolsa con investigaciones de la “Operación Justicia Chihuahua” y han estado maiceando a Alejandro Gloria del Partido Verde, pero nada está escrito.
Como si esto fuera poco para las emociones fuertes, el grupo parlamentario del PAN llegará dividido: los que van con la alcaldesa de Chihuahua, Maru Campos, o dhiacos, y los apoyadores del propio gobernador. El choque será de pronóstico reservado porque se juega la gubernatura en tres años. Campos la busca a como dé lugar.
A mitad del camino la rebelión está en ciernes, y la prueba de fuego inmediata es la elección del auditor superior. Corral, Arturo Fuentes Vélez y Memo Luján van apoyando a Armando Valenzuela, impuesto y sostenido ilegalmente de manera descarada, pero frente a ellos Héctor Acosta, con un perfil nacional de grandes ligas y el apoyo de Eduardo Romero.
Sabemos que Corral ya recibió el mensaje. La propuesta de Armando Valenzuela se atora y no sale. Es una revancha por el San Quintín arrebatado donde salió como víctima Ignacio “Nachito” Rodríguez y violentada la autonomía del Congreso para designar auditor.
Sin el Congreso y sin auditor pierde el gobernador la capacidad de instaurar procesos en contra de sus enemigos políticos. Pero otra cosa más: César Peniche, el fiscal estatal, luce desgastado, sin vida. La ola de violencia en el estado ha generado estragos y no se descartan movimientos en el área. Sólo que da la casualidad que el nombramiento del fiscal debe ser ratificado por el Congreso y no hay mayoría que le haga ese regalo al gobernador.
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El contexto de debilidad de Corral provocará sin lugar a dudas una suerte de ingobernabilidad. La falta de trabajo y el declive de su buena fortuna le cobran factura.
Y este es el contexto local, porque en el nacional enfrentará un desafío mayúsculo. López Obrador no es un niño de pecho. Las instrucciones dadas a sus operadores implican ejercer toda la fuerza metaconstitucional del presidente de la República.
El control político pasará por encima de los gobernadores a través de los coordinadores o delegados estatales. No habrá centavo que no pase por las manos vigilantes de Juan Carlos Loera, quien operará con diez coordinadores regionales.
Loera se sentará todos los días muy temprano con los mandos policiacos y rendirá parte al presidente. AMLO les ordenó reunirse a las seis de la mañana de todos los días como lo hará él. Nada de resacas ni desveladas. Corral dejará de ser la autoridad en materia de seguridad en las mesas.
Igual ocurrirá con la operación de programas y recursos. Será reducido el gobernador al papel, al golf y a Mazatlán.
Por ello a toda prisa está sacando más expedientes de la “Operación Chihuahua”, realiza nombramientos que le competen al Congreso y exprime la fiscalización. A todo vapor la máquina exclusivamente para su interés político, no el de los chihuahuenses.
El tiempo apremia y lo sabe. Podrá sacar asuntos personales urgentes pero aquellos de interés general puede irse olvidando. No lo consiguió con todo el poder bajo su control ,menos ahora acotado. Se perfila para convertirse en uno de los peores gobernadores que haya conocido la historia política chihuahuense.
Ojalá sus afelpados gatos Medea y Cali, reposando sobre su escritorio, le hubieran permitido trabajar. Le sería útil hoy que la fortuna declina.

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