Opinion

Sociedad Enferma

Francisco Ortiz Bello
Analista

2018-08-18

Un refrán de la sabiduría popular dice que “La ocasión hace al ladrón”, refiriéndose a que, en ocasiones, las circunstancias y condiciones pueden propiciar o favorecer para que alguien tome lo que no es suyo. Por ejemplo, si una persona deja una laptop sobre el asiento de su auto, con los vidrios de las ventanas abajo, y así lo deja unos momentos para bajar a la tienda a comprar algo, claro, al regresar ya no estará su computadora, y todos le recriminarán su descuido cuando en realidad la premisa básica debería de ser otra. Nadie debería tomar lo que no es suyo.
Un video que circula por las redes sociales muestra cómo, en Japón la gente que usa como transporte la bicicleta o motonetas las deja sin ningún tipo de protección o candado afuera de tiendas, escuelas, oficinas o estaciones de tren o metro mientras realizan sus actividades que muchas veces son de varias horas y luego, al regresar, ahí están sin que nadie se haya atrevido a tomarlas o robarlas. ¿Por qué ocurre eso en Japón? El video en mención lo explica: el principio “Si no es tuyo, es de alguien más” se inculca en los japoneses desde muy pequeños, como un valor fundamental del ser humano, esencial para su vida, y además motivo del honor personal. Robar en Japón es uno de los delitos más penados y más castigados, pese a que su incidencia es muy baja en relación con otros delitos precisamente por la razón descrita antes.
Ante esta óptica, en la que se plantea que el ser humano debe ser honrado en esencia, pierde toda validez la afirmación del refrán “La ocasión hace al ladrón”, porque, pese a que todas las condiciones estén dadas, debería prevalecer en los seres humanos la resistencia a apoderarse de lo que no es de su propiedad y, en consecuencia, aunque encontráramos una cartera llena de dinero tirada en la calle, no deberíamos apoderarnos de ella porque pertenece a alguien más. Eso es algo que ocurre con bastante frecuencia en Japón.
Y si eso ocurre con algo como el respeto a la propiedad de los demás, con mucha mayor razón debería ocurrir igual con el respeto a la vida de los demás, sin distingo de género, edad, pensamiento o cualquier otra circunstancia o condición. Por definición los seres humanos deberíamos respetar la vida de los demás, incluso cuidarla.
El muy lamentable asesinato reciente del pequeño ‘Rafita’, además de estremecer y conmocionar a los juarenses, nos llevó a situaciones de verdad sorprendentes para una sociedad como la nuestra. El linchamiento que se dio en redes sociales a diversos personajes e instituciones involucrados en este caso nos muestra a una sociedad disfuncional, enferma y poco asertiva en el diagnóstico de sus problemas y de sus soluciones.
Un pequeño de seis años de edad desaparece luego de ir de su casa a la tienda, en una colonia alejada de la ciudad. Se dan todas las alertas, vecinos, corporaciones policiacas y diversos grupos civiles de apoyo lo buscan durante días, y no dan con su paradero.
Finalmente, una denuncia de quien días después resultaría ser el indiciado como autor intelectual y material de este monstruoso crimen, alerta a las corporaciones policíacas sobre el lugar en donde tiraron el cuerpo sin vida del pequeño. Así es, no conforme con su bestial crimen, quien hoy es presentado como el probable responsable del mismo, quiso confundir a la autoridad investigadora dando aviso de que hombres armados habrían dejado el cuerpo abandonado. Toda su versión resultó falsa y fue descubierto al caer en tremendas contradicciones. Debemos reconocer y aplaudir un buen trabajo de la autoridad investigadora.
Sin embargo, en todo este drama social subyace otro tema aún más grave y desgarrador. Que un hombre capaz de secuestrar, torturar, abusar y asesinar a un pequeño indefenso de seis años de edad, viva y sea producto de una sociedad como la nuestra, habla muy mal de nosotros mismos, de nuestros valores como comunidad y de nuestra tolerancia a conductas nocivas y a sujetos dañinos para nuestra sana y plena convivencia. Somos una sociedad enferma sin duda alguna.
Y luego todavía viene algo peor. El descubrimiento del cuerpo de ‘Rafita’ causó, en redes sociales, una virulenta reacción de bullying contra la madre y abuela del pequeño. Literalmente fueron linchadas acusándolas de haber cometido grave descuido al permitir que ‘Rafita’ fuera solo a la tienda. Quizá exista algo de razón en tales señalamientos, pero… ni la abuela ni la madre del pequeño lo asesinaron, por tanto, no deben ser señaladas ni recriminadas por ese hecho. Quien debe ser rechazado y juzgado por las autoridades correspondientes, es quien cometió el asesinato. Vil y despreciable asesinato.
En Ciudad Juárez, como en cualquier parte del mundo, lo que debería ocurrir cuando un pequeño ande caminando solo y perdido por las calles, es que cualquier persona que lo viera, lo proteja de inmediato, y de aviso a las autoridades correspondientes. Nuestros hijos deben estar seguros en cualquier parte de nuestra ciudad, de nuestro estado, de nuestro país. Así anden solos y extraviados, eso no es justificación -de ninguna manera- para que se atente contra su integridad y bienestar.
Por eso inicié señalando lo inconveniente de ese refrán popular que de alguna manera justifica que alguien robe, cuando las circunstancias y condiciones se lo permiten. No podemos creer, como sociedad, en una justificación de esa naturaleza.
También es importante destacar el perfil del torvo sujeto que cometió tan horrendo crimen. ¿Qué tiene en la mente un hombre capaz de tal conducta? ¿Por qué es capaz de atentar así contra un indefenso ser? Como sociedad ¿Por qué estamos “produciendo” ciudadanos así? Una patología social como la de este individuo tiene orígenes muy profundos en el tejido social, y se vuelven cada vez más en mayor medida contra nosotros mismos. Esta clase de conductas son más frecuentes cada vez en nuestra sociedad.
Pero este horrendo crimen también tuvo un ángulo político, aunque usted no lo crea. En medio de conflictos legales ante las autoridades electorales por el resultado de la elección de ayuntamiento en Juárez, a alguna “mente brillante” se le ocurrió señalar como culpable a uno de los contendientes: Armando Cabada Alvídrez.
El trabajo de cientos de bots en redes sociales fue repetir hasta el cansancio que Cabada no había hecho su trabajo, y que por su culpa había muerto ‘Rafita’, o que en lugar de estar buscándolo él andaba pelando sus votos en los tribunales de Chihuahua. Una monstruosidad y perversidad peores que la del mismo crimen del pequeño en sí mismo.
Pretender que lo ocurrido con ‘Rafita’ tenga esos alcances, es tanto como asegurar que el Gobierno debe poner un policía para cada ciudadano, sólo así podría evitar la autoridad algo como lo que le ocurrió al infante desafortunadamente. Y sabemos bien que eso es imposible. Imposible y descabellado.
Porque además también se comete otra gran injusticia con esa aseveración perversa y manipuladora: se desacredita y descalifica el trabajo realizado por la Secretaría de Seguridad Pública Municipal que ha sido uno de los más eficientes y productivos en los últimos 15 años, incluyendo el período en el que Julián Leyzaola estuvo al frente y que fue uno de los mejores.
Tan sólo en el mes de julio la SSPM detuvo a más de 5 mil personas. De esas detenciones, mil 204 estuvieron directamente relacionadas con el crimen organizado, ya sea el narcotráfico o robo de autos, también incluyen la captura prácticamente in fraganti de sicarios luego de cometer ejecuciones, y las de los responsables de la matanza de 11 jóvenes en Pradera de los Oasis. Los índices de captura, decomisos de droga, dinero y armas, así como de autos robados recuperados, rebasan en porcentajes que doblan o triplican los resultados de administraciones pasadas. No se vale regatear eso, porque ese trabajo ha sido en beneficio de nuestra sociedad, de nosotros mismos y lo menos que merecen nuestros policías es el reconocimiento social cuando hacen un buen trabajo exponiendo sus vidas por garantizar nuestra seguridad y la de nuestras familias.
Ojalá que la familia de ‘Rafita’ encuentre pronto la paz, el consuelo y la resignación que necesitan. Respeto profundamente su duelo y si escribí este artículo es para que, en memoria de ‘Rafita’, cosas tan horrendas como las que él vivió y sufrió a manos de su agresor, no le vuelvan a ocurrir a ningún otro pequeño, pero también para señalar con puntualidad cómo hay mentes perversas y maquiavélicas que no dudan en utilizar casos como este para medrar en otros ámbitos distintos para obtener un beneficio de orden político. Tan sucios y despreciables como quien asesinó al pequeño ‘Rafita’. Mentes enfermas que están enfermando a nuestra sociedad.

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