Opinion

¿A qué aspiramos?

Carlos Irigoyen
Analista

2018-08-16

La indignación es total y el estupor es sobresaliente, así simplemente no se puede salir adelante como ciudad. Se ha fallado en todos los órdenes posibles, no es que todo este mal en la ciudad; es que el estiércol que se vierte día tras día no deja que la planta salga. Las redes sociales, los medios impresos, las opiniones de muchas personas, la prensa nacional, la internacional pone de nueva cuenta en la palestra a la que alguna vez llamaron Sodoma y Gomorra versión 4.0, Ciudad Juárez.
Vayamos por partes, la violencia que se ha ensañado en cualquier lugar de nuestra frontera rompiendo cualquier protocolo visto anteriormente, con una saña que no se recuerda; las muertes violentas en el año son testigos fieles de que en cualquier momento y a cualquier hora, por cualquier motivo y en diferentes circunstancias podemos morir en forma violenta.
Las redes sociales han hecho abundantemente un recuento de las atrocidades que hemos vivido, el caso de ‘Rafita’, el de ‘Tomatito’, nos tienen con el alma en un hilo; sin capacidad para imaginar el inmenso dolor de los familiares, pero con girones en el alma y eso sí, con una gran duda, el que hizo esos asesinatos y desapariciones tipo barbarie, ¿con que conciencia puede ir a su casa y ver de frente a los suyos?
La violencia se pasea en nuestra ciudad, el tan llevado y traído foro de la semana pasada, parece que es cosa anecdótica. Desconcertante como entre las protestas de los familiares se escuchan reclamos de no atención a la solicitud de búsqueda del niño, se supone que una de las obligaciones del gobierno es brindar seguridad a los habitantes de la ciudad, pero la realidad es que entre la desconfianza y la incertidumbre, el pánico se está apoderando de la ciudadanía; a algunos ya se los trago, a otros los anda engullendo y a unos cuantos los está dejando con asombro y zozobra, como quien acecha la presa sabiendo que ya la tiene dominada. Las redes sociales están inundadas de consejos, de amenazas, y de reflexiones para cuidar nuestros hijos; se han convocado a marchas para protestar sobre la violencia infantil que estamos padeciendo.
Y luego, el panorama político que se vive. Dimes y diretes, dardos cargados, inconformidades, acusaciones, circo mediático, ¿se merece esto nuestra ciudad? ¿Cuándo se terminará la pesadilla que vivimos de estar en la zozobra de un desgobierno que tiene altas dosis de intriga e intereses de poder? La ciudad sufre y no es por el recuento de votos, y no es de esta administración, ni de la pasada y ni siquiera de las recientes; es un cisma que por falta de visión y planeación de nueva cuenta nos está estallando en 2018. Ya no queremos saber quién lo hizo, es por demás tratar de averiguar quién fue, cuando las soluciones están brillando por su ausencia, el no accionar de una manera contundente, con resultados palpables nos va a dejar una marca terrible como sociedad; si usted lector considera que estos escenarios son caóticos, prepárese para cuestiones apocalípticas. No nos queda otra más que cuidarnos en extremo, el cáncer de la violencia ha hecho metástasis y tiene miles de aristas que no estaban presupuestadas ni siquiera imaginadas.
Los escenarios de tristeza están golpeando a una sociedad que de paso está reclamando y anhelando un liderazgo que nos ayude a salir del hoyo en el que estamos como ciudad.
Como ciudadano me preocupa de manera profunda que no hemos terminado por asimilar que la única forma en cómo podremos intentar revertir todos estos lamentables hechos será educando a nuestros hijos, apoyándolos en su desarrollo y fortificando las familias, es un trabajo de la sociedad en conjunto con otras instancias.
Hay cartas en las redes sociales donde cibernautas están expresando un comportamiento por educar de manera distinta a sus hijos; para respetar a la sociedad como un ente y a sus individuos como personas con los mismos derechos, en pocas palabras, quieren expandir la experiencia de la educación de sus hijos a provocar un estado de derecho.
Es de verdad una situación de verdadera crisis donde bien valdría la pena declarar un estado de emergencia social –en caso de que exista el término- porque estamos ante escenarios complejos, multifactoriales y que si no se actúa inmediatamente no podremos aspirar a tener una sociedad en paz.
Es hora de dejar de pretender resolver los problemas y realmente en enfocarnos cada quien, desde su propia trinchera a trabajar con dedicación y convicción por cada uno, las familias, las colonias y eso redituará en una mejor ciudad.
A qué estamos aspirando, ¿a establecer un record guiness de balazos? ¿A establecer nuevos parámetros de saña en los asesinatos? ¿A no dejar vivir a nuestra juventud y niñez? ¿A qué aspiramos como sociedad? ¿A qué aspiramos con la función de los gobiernos? ¿A qué aspiramos con el modelo de educación que tenemos? ¿A qué aspiramos como juarenses?

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