Opinion

Asignaturas pendientes

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2018-08-15

La verdad no tengo ganas de escribir. Ni leer noticias, ni ver televisión, ni conectarme a internet, ni escuchar conversaciones. En este momento sólo deseo quedarme viendo a la nada con la esperanza de alguna súbita idea que acabe con la sensación de vacío, con la frustración, con la profunda tristeza.
Un segundo niño con reporte de desaparición localizado sin vida en un lote baldío en el 2018 hace que me remonte a principios de año, cuando los operativos por encontrar a James Camacho fueron noticia en varios países. Ahora, la muerte de Rafael Santillán nos recuerda lo poco que hemos avanzado como comunidad en la protección de nuestros hijos.
Los casos presentan similitudes, desde luego. Se trataba de menores de siete y de seis años, cuidados por sus abuelitas en colonias marginadas. Uno aparentemente se salió solo, mientras que el otro fue a hacer un mandado a una tienda situada a la vuelta de la esquina. Pero si la tragedia de un pequeño autista con pocos días de haber llegado a la frontera procedente de Estados Unidos estremeció a toda la sociedad, la pérdida de “Rafita” es inclusive más preocupante. Confirma el riesgo que algunas calles de Ciudad Juárez —sólo algunas, quiero pensar— representan para cualquier niño, no sólo para los que tienen dificultades de comunicación o son nuevos aquí.
Rafita estaba familiarizado con el camino, suponemos, debido a que lo enviaron solo. Los vecinos del sector lo conocían, pues ahí vivía por lo menos su abuelita. Hacer conjeturas sobre lo ocurrido resulta un ejercicio estéril. Probablemente, asimismo, todo padre de familia haya perdido por segundos de vista a algún hijo pequeño. Alejarse de mamá o jugar a las escondidas forma parte del proceso de crecimiento. Dar confianza para explorar bajo supervisión, también. Desafortunadamente en demasiadas ocasiones se enseña a obedecer a ciegas a los mayores, mientras que la curiosidad y la inocencia infantiles —tan indispensables— pueden volver a los niños presa fácil de personas sin escrúpulos.    
¿Qué hacer entonces?
Evidentemente hasta ahora hemos fracasado en nuestros esfuerzos por garantizar la seguridad de la población, y esto incluye a los menores de edad. Basta escribir “Ciudad Juárez niños” en Google para que aparezca en primer término un artículo sobre “una generación marcada por la violencia”. La búsqueda de “Ciudad Juárez niñas” remite a la “captura de presunto violador”. Si se desean imágenes, los resultados son básicamente similares: el rostro del presunto atacante de unas hermanitas agredidas en el 2017 acapara las primeras fotografías en “niñas” mientras que, si hablamos de “niños”, a la ilustración sobre “los olvidados” la complementan imágenes sobre menores pasando junto a un soldado, jugando con un rifle, en un funeral o en el interior de un albergue para migrantes y repatriados.
Ése es el panorama que transmitimos sobre la infancia local. Peor aun, no hemos estado a la altura de esos retos cuyas consecuencias incidirán por décadas en nuestra calidad de vida.
Parte de ello se debe a la falta de seguimiento a las estrategias dirigidas a las deficiencias estructurales en la atención a los menores. Se anuncian programas, se implementan de manera incompleta unos cuantos, se continúan menos aun. Tenemos a la vista el resultado.
Influye asimismo el aislamiento en una ciudad dispersa. Con el gran número de casas solas durante la jornada laboral, las viviendas abandonadas en zonas conflictivas, la falta de parques y hasta los entretenimientos modernos se han ido desplazando de la convivencia vecinal que protegía a las zonas habitacionales. 
¿Cómo podemos apoyar, por ejemplo, a las madres obligadas a dejar a sus hijos para ir a trabajar? ¿Estamos haciendo algo por facilitar la solución de los problemas familiares aparentemente detrás de casos como el de Juan Manuel Ruiz “Tomatito”, el niño de 11 años desaparecido desde el 4 de julio que, informó El Diario, esta semana se molestó cuando un vecino lo vio y le preguntó la razón de su ausencia?
Cuando también abordemos este tipo de aspectos de un tema multifactorial —sólo entonces— podremos ir rumbo a abandonar la poca honrosa posición que nos otorga la Red por los Derechos en la Infancia como el municipio líder en desaparición de menores en México. 

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