Opinion

Vivir con paz

Cecilia Ester Castañeda
Escritora

2018-08-08

¿Es posible recuperar la paz en una población como Ciudad Juárez? Las recurrentes olas violentas, un programa tras otro para combatirlas, un año más terminado en ocho en el calendario y las esperanzas entremezcladas con dudas ante los foros de pacificación del próximo Gobierno obligan a replantear la pregunta.
¿Se puede? Como cualquier otro objetivo, vivir en paz implica visualizar lo que queremos decir con ello hasta sentirlo con convicción. Es entonces, teniendo clara la meta, cuando se trabaja por ella hasta lograrla.
Pero primero hace falta definir lo deseado o se corre el riesgo de que cada quien tenga una idea distinta. Y la definición debe ser cuantitativa para poder medir los avances.
Queremos paz, de acuerdo. ¿Qué es la paz? No es guerra, no es totalitarismo, no es represalia. En el ámbito local tal vez podamos entenderla como bajar a índices similares a los de hace 15 años en los delitos violentos, por ejemplo. Estamos hablando de homicidios, secuestros, violaciones, robo a mano armada, violencia doméstica, riñas, lesiones, desapariciones y otros que afectan específicamente la integridad física. Sin duda, asimismo, la paz se reflejaría en las estadísticas sobre disputas y accidentes viales relacionados con la inseguridad así como en el número de suicidios, de enfermedades de salud mental e incluso con el de padecimientos crónicos. La tranquilidad en las calles es también, por lo menos, sinónimo de clientes en los restaurantes, visitantes en la ciudad, eventos masivos, generación de empleos.
Yéndonos más a fondo, la paz implica oportunidades educativas, culturales y de esparcimiento –ésas se miden en guarderías, escuelas, museos, producciones artísticas, bibliotecas, espacios verdes, campos deportivos–. Quiere decir participación y desarrollo comunitarios, cuyos indicadores son las organizaciones civiles.
El Estado de Derecho alimenta la paz, desde luego. Tanto las denuncias como los delitos resueltos inciden en una sociedad pacífica. En especial, ésta va de la mano del respeto, la tolerancia y la inclusión. Son factores traducidos en banquetas despejadas, carriles para ciclistas o rampas para sillas de ruedas, entre otros. Todos estos parámetros tienen números. Conocerlos permite monitorear mejor el ambiente de concordia.
Si algo nos dicen los últimos años en Ciudad Juárez es que recuperar la paz es posible… y también volver a perderla. Porque se trata de un proceso activo al cual se nutre a diario en todos los espacios. ¿Estamos dispuestos a defenderla? Entonces ha llegado el momento de adoptar una actitud positiva y cambiar paradigmas. La paz “es un tema de buen gobierno, de buena sociedad, de largo plazo y de aprendizaje continuo”, dice el director de la organización civil Semáforo Delictivo, Santiago Roel, en su texto “México en paz”.
Sin embargo la paz no equivale a ausencia de conflictos o de violencia, señala el asesor en seguridad Jorge Laffitte en el libro “Picar piedra: iniciativas ciudadanas frente a la violencia”. Más bien implica “valores, actitudes y comportamientos” tendientes a la resolución pacífica de los conflictos, sugiere. Laffite propone un currículum de la paz basado en las dimensiones individual, relacional, estructural y cultural –las creencias, conductas o percepciones grupales– y en el desarrollo de aptitudes sociales en varias esferas.
Para otros estudiosos, como el médico holístico Gabriel Cousens en su libro “Paz en la Tierra”, la paz se manifiesta en niveles que van desde el cuerpo, la mente, la familia, la humanidad, el planeta y la espiritualidad.
En otras palabras, independientemente de los programas gubernamentales, los ciudadanos debemos hacer nuestra parte adoptando una actitud más armónica. Según Lafitte, una de las consecuencias de la cultura de la violencia son las generalizadas respuestas agresivas ante cualquier situación y las políticas intolerantes. ¿Le suena?
Reconocernos violentos es un paso. Trabajar a nivel personal otro.
A fin de garantizar que la recuperación de la paz en México sea un hecho, de acuerdo con Roel, nos corresponde asimismo concentrarnos en los datos públicos de mayor relevancia, medirlos, tomar decisiones y evaluar periódicamente los avances.   
Los análisis nos ofrecen metodologías. Ahora el turno es nuestro.

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