Opinion

Te quiero ver

Carlos Irigoyen/
Analista

2018-04-19

Qué impactante es dejar de verte, de sentir tu respeto y compartir tus alegrías. Quiero pensar en los muchos padres que han sido “deshijados”, de las hermandades rotas, de las fraternidades que ya no estarán completas, quiero pensar en todos los proyectos que quedan inconclusos, en todas las navidades que ya no se podrán compartir, todos los cumpleaños que ya no se podrán festejar, todas las palabras que ya no podrán ser.
Tu partida es un dolor sordo e inenarrable; el dolor de tu ausencia es tan grande como la falta de tranquilidad para andar en las calles de nuestra ciudad; no hay palabras para describir el estupor que me causa el saber tu partida.
Reflexiono para encontrar los motivos que hicieron que ya no estés aquí.
Busco en el desarrollo empresarial de nuestra ciudad, ¿será acaso que los bajos salarios que se pagan con la falta de oportunidades de desarrollo para miles de personas están generando las actividades ilícitas que generan un mayor “beneficio” para un sector de la población? Qué infame sería poder determinar de forma estadística que efectivamente las nuevas generaciones han tomado el camino de involucrarse en actividades ilícitas como el robo a mano armada, el sicariato, el tráfico de drogas, el secuestro; actividades que destruyen el componente principal de todas las sociedades como lo es la integridad de las personas. Hay que trabajar de forma inmediata en generar modelos de negocio que tengan mayores probabilidades de éxito y rentabilidad; el ser empresario debería ser visto como una norma y no como una revelación. Hay que crear negocios como una respuesta a la necesidad de incrementar los niveles de vida y así, tener menos argumentos para “echarle la culpa” a la falta de un trabajo bien remunerado para entrarle a los negocios ilícitos.
Examino la academia. ¿Qué tanto habrá dejado de hacer para que los ciudadanos decidan no creer en la educación como medio de superación personal? ¿Cuánto habrá dañado en su formación un profesor sin ética, sin compromiso y sin la vocación? ¿Cuánto ignoramos del papel de las escuelas como parte de la formación de una persona? La academia no debe ni puede renunciar a su compromiso de transformar a nuestra sociedad; hay un área de oportunidad enorme en los modelos educativos, en la labor del docente, el mismo docente como persona, en la infraestructura escolar. La vida entera de las naciones, los estados, las ciudades, las colonias, las familias y los individuos se escriben en las aulas escolares y estas se regresan en forma de comportamientos y acciones en la sociedad.
Averiguo si la cuestión está en el gobierno. La respuesta es fácil, sí, pero no del todo. No podemos irnos por lo simplón, es cuestión de responsabilidades. Una función es prevenir el delito, en caso de ocurrir, sancionarlos con los medios legales y ahorita, ni lo uno ni lo otro. Los gobiernos traen una deuda alucinante de credibilidad con los ciudadanos, la experiencia raya más en la decepción que en la aprobación, en la resignación de “no la arman” a nos sumarnos a sus esfuerzos. La situación no es fácil, pero eso ya lo sabían; por dignidad háganse a un lado si no pueden o no quieren lidiar con el paquete, pero no estén cantando playback y cobrando como rockstar. Urge una revisión a las funciones de prevención del delito y es que la percepción ciudadana respecto a la estrategia policiaca no es favorable.
Indague también en la sociedad; si la familia está severamente condicionada por los factores externos, ¿cómo queremos una sociedad sana? ¿Con qué cara podemos los padres exigir a los hijos cuando caemos en tanta inconsistencia de valores? La sociedad del “tanto tienes tanto vales”, del “que más saliva tiene más pinole traga”, la sociedad individualista nos está destrozando cualquier pensamiento colectivo, habrá que reinventarnos porque no podemos segur así; le debemos respuestas claras a más de 12 mil niños que han quedado huérfanos por la violencia y a miles de familias que han tenido que despedir con un inmenso sufrimiento a sus seres queridos.
¿Cuándo habrá de parar la hemorragia de la violencia?
Gardel tienes un tango que me da rabia e impotencia, me da tristeza, me genera compromiso, porque yo no quiero que Juárez se convierta en la retórica de tu Cuesta Abajo, la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.
Algo necesitamos hacer, yo quiero ver mañana la sonrisa de mi amigo, sentir el abrazo del compañero, ver tus sueños realizados y compartir los recuerdos que el vivir nos brinda.
Quiero la ilusión de tu mirada y no el cierre de tu fábrica de sueños.
Lo necesitamos por el bien de todos como sociedad.

X