Opinion

La definición de capacidad

Cecilia Ester Castañeda

2016-07-27

Qué gusto que ya se puedan tramitar en Ciudad Juárez marbetes para estacionarse en los cajones especiales cuando se padezca discapacidad temporal. Es un pequeño paso, me parece, en la dirección correcta por volver más accesibles los espacios urbanos a toda la ciudadanía.
Probablemente se deba a que algún funcionario municipal se dio cuenta de lo complicado de desplazarse cuando alguna parte del cuerpo se halla en huelga, no importa.
Ahora nos toca a nosotros esforzarnos más por aprender a reconocer el derecho de alguien en desventaja física a recorrer las calles, banquetas y edificios de esta ciudad de luz inagotable y cielo infinito. 
¿Cuántas personas con capacidades diferentes viven aquí? Ni siquiera existe una cifra precisa. En el 2014 el DIF tenía registradas menos de dos mil, según la Dirección de Grupos Vulnerables del estado en la frontera debe de haber decenas de miles de hombres, mujeres y niños con aptitudes físicas limitadas, el Inegi calcula cinco de cada 100 habitantes y la Organización Mundial de la Salud el 15 por ciento de la población. 
Mucho, claro, depende de la forma como se defina la discapacidad. Sin embargo nos conviene tener presente que la mayoría de las personas con dificultades para realizar actividades físicas se encuentran en esas condiciones a raíz de alguna enfermedad (38 por ciento) o accidente (15 por ciento) y que casi una de cada cuatro se ven limitadas por lo avanzado de su edad, de acuerdo con datos del Inegi.
Dicho de otra manera, probablemente todos en algún momento de nuestra vida comprenderemos en carne propia la diferencia entre instalaciones e infraestructura accesibles y la intensificación social de alguna discapacidad del cuerpo.
Como el índice de enfermedades crónicas va en aumento –sí, la diabetes puede llegar a provocar pérdida de miembros o ceguera– y la población está envejeciendo, cada vez será mayor el número de personas que batallen para realizar actividades físicas consideradas normales así como el desperdicio de potencial humano en una comunidad que necesita la colaboración de todos.
Al parecer no nos damos cuenta. Muchos discapacitados permanecen recluidos en sus casas, encerrados por la falta de transporte eficiente o de equipo con el cual superar el obstáculo físico, por prejuicios o abandono. En esta época de móviles pantallas al tacto, lo más triste es que ellos, a quienes beneficiaría de manera tan drástica la tecnología moderna, tengan menos acceso a la información y la comunicación.
Por ejemplo, ¿cuándo se estandarizará el subtitulaje de los programas de televisión? ¿Por qué no se suben a YouTube las conferencias dirigidas a adultos mayores? ¿Ya se fijaron en la altura de los módulos automáticos para imprimir actas de nacimiento? El otro día un señor me preguntó si un libro mío estaba disponible en audio. “Es que batallo para leer”, me dijo. 
Integrar a las personas con capacidades diferentes es un camino con muchas vías, no nada más las credenciales de descuento. Una de las más importantes es combatir la discriminación. Consciente o inconscientemente, la mayoría de los fronterizos somos adeptos al culto al movimiento rápido, la acción física y la juventud. Si entendiéramos más que la vida es el equilibrio de estados y momentos quizá apreciaríamos mejor las enseñanzas de quienes actúan con aptitudes distintas. Diseñaríamos, tal vez, una ciudad con infraestructura y transporte público pensado en todos.
Podemos empezar en el hogar, poniendo mayor atención a las necesidades de nuestros mayores, y en los espacios públicos, recordando que obstaculizar de cualquier modo una vía de acceso se traduce en un mayor riesgo para alguien con limitaciones motrices.
Y cuando sintamos la tentación de estacionarnos en un cajón reservado, recordemos a varios juarenses: el poeta Miguel Ángel Chávez, quien aprendió a escribir con la mano izquierda después de sufrir una embolia; Fernanda Ruiz Aguilar, la activista en silla de ruedas ganadora de un Premio Nacional de la Juventud; la corredora Perla Bustamante, oro paralímpico en Beijing 2008 que perdió una pierna.
Pensemos en el físico Stephen Hawking y la esclerosis, en Beethoven y la sordera…

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