Opinion

Alianzas se llama el juego

Ivonne Melgar

2016-07-25

Tres factores comienzan a marcar la disputa por el 2018: la inevitabilidad de las alianzas entre partidos, la obligada oferta del combate a la corrupción y el desafío de construir candidaturas sustentadas en personajes con credibilidad y liderazgo.
Tampoco se han resuelto los problemas de inseguridad derivados del crimen organizado.
Además, los números del 5 de junio han llevado a los partidos a conclusiones que se antojan irreversibles: las maquinarias electorales no pueden hacer milagros cuando los candidatos dejan mucho qué desear.
Aun cuando el presidente Enrique Peña Nieto dice confiar en que alguien con el 1 por ciento de apoyo en las encuestas puede convertirse en su sucesor, actualmente el logo partidista es nada si el abanderado no entusiasma.
Pero de los comicios recientes hay una lección más terrible para la partidocracia: ninguna fuerza por sí sola puede ganar la Presidencia.
Lo saben en el PRI, lo tienen claro en el PAN, lo declaran en el PRD y lo asumen en Morena, donde Andrés Manuel López Obrador ya le abrió la puerta a la posibilidad de sumar a los perredistas que antes dijo despreciar.
Veamos números. En los resultados de las elecciones a gobernadores, Asamblea Constituyente de la CDMX y alcaldías de Baja California de hace siete semanas, el PAN se quedó con el 31.7 por ciento del pastel frente a un 31 por ciento del PRI, cifras equivalentes a cinco millones 197 mil 722 de votantes filopanistas y cinco millones 77 mil 618 filopriistas.
Es una cerrada competencia en la que cobran valor los partidos que podrían añadirse a una u otra opción. Es cierto que el PRD sólo obtuvo un 6.5 por ciento con un millón 66 mil 435 votos.
Pero ese porcentaje que por sí solo no podría llevar a nadie a Los Pinos, se vuelve crucial cuando se añade al PAN y juntos consiguen un 38.2 por ciento.
Ese pedazo de representación que el PRD tiene resulta más determinante si se agrega al 15.1 por ciento que obtuvo Morena en los comicios recientes, con dos millones 467 mil 328 votos.
De manera que así como el PRI requiere seguir anexando el 5 por ciento que le dan el PVEM y Nueva Alianza, también el PAN y AMLO necesitan de acompañantes.
Es previsible que PES y PT con rebanadas de 2 por ciento cada uno se agruparán con el PRI. El primero siempre ha seguido la línea gubernamental, mientras que el segundo le debe su marcapasos a la administración federal.
Pero hay incógnitas en el caso de Movimiento Ciudadano, una fuerza creciente, con protagonismo parlamentario y preeminencia en Jalisco. El 2.6 por ciento que tuvo en las elecciones recientes es codiciable en el nuevo escenario. Y si bien fue parte de la coalición de AMLO en 2006 y en 2012, sus cuadros jóvenes podrían ser cortejados por el PAN en un eventual frente amplio antiPRI.
Porque la fragmentación del voto es tal que, en la expectativa, todas las siglas tienen fichas para jugar en una mesa en la que igualmente cuenta la figura de los candidatos independientes, segmento que este 5 de junio reunió 4 por ciento de la votación.
Sin embargo, el hecho de que ya exista un gobierno estatal concretado por esa vía, el de Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, en Nuevo León, agrega otra variable inédita al relevo presidencial.
Esa experiencia, la de un independiente que venció a los partidos con el respaldo del empresariado, y los antecedentes de 2006 y 2012 nos conducen a una interrogante: ¿Pueden las élites políticas y económicas definir al próximo Presidente?
Las historias no oficiales de los triunfos de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto se sustentan en arreglos cupulares entre grupos de poder.
Y justo por esos antecedentes se habla de una potencial alianza PRI-PAN por la vía de los hechos y se menciona a Margarita Zavala, puntera en las intenciones del voto blanquiazul, y al titular de la Sedesol, José Antonio Meade, como sus prospectos. Pero la lista de presidenciables es larga: Miguel Osorio Chong, secretario de Gobernación; el jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera; los gobernadores Eruviel Ávila de Edomex; Rafael Moreno Valle de Puebla; y Silvano Aureoles de Michoacán. Todos diseñan ya su alianza ideal.
¿Tendrán las élites la capacidad de inducir las preferencias electorales de una sociedad plural, que sabe del voto de castigo y es proclive a la alternancia?
El reto de AMLO como el de panistas y perredistas es construir las alianzas con mayor viabilidad de triunfo.
Para Peña y su representante en el PRI, Enrique Ochoa, la tarea es doble: hacer una coalición potente y evitar que la fórmula PAN-PRD prospere en 2017 en Estado de México, Nayarit y Coahuila, antesala del 2018.
La respuesta dependerá de la oposición. ¿Qué intereses defenderán Ricardo Anaya en el PAN y Alejandra Barrales en el PRD?
Hay dos caminos: ir por los ciudadanos o conformarse con pactos inconfesables. Aliarse con la gente o negociar con el poder.

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