Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes

2016-07-19

Esta columnejilla se forma hoy con los siguientes elementos: un epigrama picaresco, dos comentarios de política y tres inanes chascarrillos. Mis cuatro lectores pueden omitir la lectura de cualquiera de esas partes, y aun de todas, sin alterar la armonía de la República ni su propio equilibrio interior. Va primero el epigrama pícaro, escrito por mí en sonorosos versos decasílabos: "Una monja y cierto monseñor / conocieron lo que es el amor. / Ella era madre superiora. / Desde luego ya no lo es ahora / ¡pero sí una mamá superior!". Sigue a continuación el primer comentario de política. Con módico entusiasmo y mesurado júbilo me uno a los aplausos que el Presidente Peña ha recibido tras de pedir perdón a México y a los mexicanos por el penoso asunto de nuestra Casa Blanca. Mi aplauso, sin embargo, lo doy con una sola mano. Con ambas lo daré cuando a las palabras sigan los hechos. La creación del Sistema Nacional Anticorrupción; la necesaria renuncia del señor Andrade, quien aceptó subir al tinglado de la farsa sólo para ser sacado de él; la promesa de que -ahora sí- se vigilará muy de cerca la conducta de los gobernantes y los funcionarios para evitar que llenen sus bolsillos a costa de los nuestros; todo eso servirá de nada si se mantiene la grosera impunidad que reina en este país donde la política se pone siempre por encima de la ley. Obligado es citar el manido latinajo: Facta, non verba. Hechos, no palabras. Otro no tan usado reza: Verba docent, exempla trahunt. Las palabras enseñan, los ejemplos arrastran. El santo de Asís exhortaba a sus frailecitos: "Prediquen, aunque sea con la palabra". Quería decirles que el ejemplo es el mejor sermón. La imagen de un gobierno -en el caso de México el gobierno es el Presidente- no se limpia siguiendo simplemente los tres movimientos de Fab: remoje, exprima y tienda. El prigobierno llegará débil al 2018, y aun vencido de antemano, si no pone tras las rejas a dos o tres -o cuatro, o cinco, o seis- de los que han obtenido provecho ilícito en el ejercicio del poder. Hay mucho dónde escoger. Viene en seguida el segundo comentario de política. El afecto y reconocimiento que siento por Humberto Moreira no me impiden decir que considero un error grave la demanda que presentó en contra del editorialista Sergio Aguayo. Mucho qué perder y nada qué ganar tiene Moreira en este caso. Si lo pierde quedará en evidencia; si lo gana -cosa que en verdad dudo- convertirá en víctima al editorialista, y él aparecerá como victimario. La fama pública, elemento al que algunos conceden valor probatorio, le es desfavorable al ex gobernador de mi estado. En las actuales circunstancias del país, en vísperas de la elección en Coahuila, y de la presidencial, su desacertada acción podrá traer consigo efectos que habrá de lamentar. En el caso de esta demanda no le doy la razón al demandante, sino al demandado. He aquí, para terminar, los tres inanes chascarrillos que anuncié ut supra (o sea arriba). Víctima de un súbito mal que lo hizo sentirse al borde de la muerte el marido le dijo con vez feble a su mujer: "Antes de irme, Gordoloba, quiero confesarte que te estaba engañando con mi secretaria, con la vecina del 14, con la comadre Nalgarina y con Chichonia, tu mejor amiga". "No te angusties, mi amor -respondió ella-. Todo eso ya lo sabía. Tranquilízate y deja que el veneno haga su efecto". La esposa de Babalucas dio a luz trillizos. El badulaque le exigió hecho una furia: "¡Dime quiénes son los otros dos papás!". Don Algón invitó a cenar a Rosibel. En el restorán la linda chica veía una y otra vez el menú. Le preguntó el salaz ejecutivo: "¿No sabes qué escoger?". "Sí lo sé -respondió ella-. Pero primero cenamos". (No le entendí). FIN.

 

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