Opinion

Pedir perdón

Sergio Sarmiento

2016-07-19

Ciudad de México– No es usual, pero tampoco es la primera vez que un presidente mexicano pide perdón públicamente. Lo hizo, entre sollozos, José López Portillo el 1º de septiembre de 1982 en su último informe de gobierno: “A los desposeídos y marginados, a los que hace seis años les pedí un perdón, que he venido arrastrando como responsabilidad personal, excúsenme por favor, les digo que hice todo lo que pude para organizar a la sociedad y corregir el rezago, que si por algo tengo tristeza es por no haber acertado a hacerlo mejor. Más no pude hacer”.
El presidente Enrique Peña Nieto también ha pedido perdón. La indignación en torno a la Casa Blanca, dijo, “me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos, y en esto reconozco que cometí un error. No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad les pido perdón”.
En efecto, la percepción de corrupción puede ser tan dañina como la corrupción misma. Quizá el presidente tiene razón cuando afirma que la compra de la Casa Blanca no violó ninguna ley, pero no hay duda que el inicio de la caída de su popularidad en septiembre de 2014 coincide con la divulgación por Carmen Aristegui y su equipo de la compra de la Casa Blanca por la esposa de Peña Nieto.
La percepción de corrupción ha resultado un veneno para la imagen de muchos presidentes. López Portillo sufrió un deterioro en su imagen pública por la crisis económica de 1982, pero la puntilla fue la Colina del Perro, la mansión que se hizo construir en el poniente de la ciudad de México. La reputación de Carlos Salinas de Gortari sufrió por la devaluación de 1994, por el “error de diciembre” como lo llamó para culpar a su sucesor Ernesto Zedillo, pero el verdadero golpe surgió del hallazgo que su hermano Raúl tenía cuentas bancarias con millones de dólares en Suiza.
Es difícil, si no imposible, conocer cuál será el veredicto final sobre el gobierno de Peña Nieto. El Pacto por México, que consiguió que el PRI, el PAN y el PRD avalaran juntos una serie de reformas que había sido imposible llevar a cabo en décadas, hoy es menospreciado y cuestionado por los mismos partidos que lo firmaron. La idea que la violencia de la guerra contra las drogas había quedado atrás al concluir el sexenio de Felipe Calderón, se ha desplomado. La promesa del crecimiento de 6 por ciento al año contrasta con una tasa apenas superior al 2 por ciento, ante la cual de poco sirve argumentar el efecto de los precios del petróleo o el hecho de que México esté creciendo mientras Latinoamérica se hunde en una contracción.
La Casa Blanca amenaza con convertirse en el símbolo de este sexenio. Por lo pronto explica en buena medida la caída de la aprobación de Peña Nieto, de cifras de más de 60 por ciento en 2013 a apenas un 30 por ciento. Ante estas condiciones entiendo la decisión del presidente de pedir perdón. Quizá no pueda ya salvar su popularidad personal en los dos años y medio que le quedan de gobierno, pero en 2018 su partido enfrentará una nueva y crucial elección federal. Un gesto de humildad parecería adecuado frente a la soberbia que tradicionalmente caracteriza a nuestros políticos, aunque en un principio no se alcancen a ver sus beneficios.

Anticorrupción
A mí me parece que el nuevo Sistema Nacional Anticorrupción no generará más que una nueva burocracia, pero los especialistas que conocen el tema más que yo afirman es realmente un paso adelante. Ojalá tengan razón.
Twitter: @SergioSarmiento
 

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