Sixto Duarte
2016-06-27
En mi participación anterior mencionamos varios de los argumentos que se habían señalado respecto a la derrota del PRI en la pasada elección. Seguimos con la lista.
La primera hipótesis pudiera ser la inconsistencia en el número de boletas. Dicha inconsistencia en las cifras dio pie a una impugnación por parte del PRI. Esto se sustenta en un argumento jurídico por encima de uno político. Gente se ha manifestado en contra de la impugnación del proceso electoral, “por el costo político”. Suponiendo que los resultados del 5 de junio pasado terminaran por confirmarse, ¿De cuál costo político estarían hablando? ¿Qué más se podría perder? El recurrir un resultado electoral es una prerrogativa de los partidos políticos; ¿Se debe renunciar a ella porque hay quienes se oponen?
Hay que recordar precisamente a Javier Corral, quien en 2012, en la elección interna de su partido para elegir candidatos al Senado, terminó en tercer lugar, detrás de Cruz Pérez Cuéllar y Carlos Borruel.
Al impugnar el resultado, Corral, con menos de 24 puntos en la contienda, logró quitar de su camino a los dos. De no ser por esa acción, probablemente Corral no estaría actualmente en donde está. ¿Estaba Corral en su derecho de impugnar? Yo creo que sí. El odio de los sectores más reaccionarios hacia el PRI, no puede privar a éste de los derechos y prerrogativas de un partido político como lo es el impugnar. Pretenderlo sería caer en la tiranía de las mayorías. Es un camino institucional, y como tal se debe agotar. La mayoría de los votos dan el poder, mas no la razón. Por eso, al ver la expresión violenta y agresiva convocada por personajes como García Chávez y Rogelio Loya, me confirma que puede haber elementos válidos a favor de la impugnación, por eso el interés de desestabilizar. ¿Qué urgencia de que el actual gobierno termine si en teoría ya ganaron?
Después del fracaso de la versión chihuahuense de la “Toma de la Alhóndiga de Granaditas”, y de creerse casi el “Pípila”, García Chávez sale a decir que trató de calmar los ánimos. Lo más grave, después de incitar a la anarquía, me parece la incapacidad tanto de Corral como de García Chávez de detener ese acto. No vale ahora responsabilizar al Gobierno de sus acciones. Quienes jugaron con fuego fueron ellos, su juego se salió de control evidenciando su incapacidad de controlar una turba enardecida que ellos mismos convocaron.
La segunda hipótesis pudiera ser las pugnas internas del PRI. No es un secreto que muchos candidatos de distintos grupos políticos se seguían sacando la lengua durante el proceso. Parecía que muchos, más que ganar querían que perdiera el otro. Aunado a ello, traiciones intestinas para apoyar otros proyectos, que si bien no fueron causa única (como lo mencioné en la entrega anterior), sí restaron. Esto desde luego que abonó a la fractura, a pesar de los enormes esfuerzos encabezados desde la dirigencia partidista para ir siempre en unidad. La enorme soberbia de pensar que no se requería de nada más que las siglas traería consigo la derrota. El creer que al PRI sólo lo puede derrotar el PRI es parte de esa soberbia.
La última hipótesis es quizás la más sencilla: la población votó por la alternancia. El ejercicio del poder desgasta al partido que lo detenta. Se han tenido en el país desde el año pasado alternancias en la mayoría de los Estados. En 2015, de nueve gubernaturas disputadas, hubo alternancia en cinco (independientemente de qué partido gobernara) incluido Querétaro, estimado por varios indicadores como uno de los Estados con mayor calidad de vida, y con uno de los gobernadores mejor calificados. En 2016 hubo alternancia en todos salvo Hidalgo, Puebla y Tlaxcala. Una razón de la población para buscar la alternancia sin duda fueron escándalos de corrupción y frivolidad en todo el país, crisis económica, soberbia en gobernantes y funcionarios, y un estado general de “mal humor social” (causado o no por lo anterior) como lo definió el presidente. Hay pues, un sinfín de motivos.