Carlos Murillo M./
Abogado
El futbol es un ritual humano donde compiten los jugadores para obtener el triunfo. El triunfo es un invento del imaginario colectivo. Con el nacimiento del triunfo como objeto social, también nace su mellizo la derrota. Triunfo y derrota siempre aparecen al mismo tiempo, aunque en algunos casos también se puede presentar el empate como tercero en discordia.
Pero la noción de triunfo y derrota, así como el juego y las reglas, son inventos del ser humano, son patrones y etiquetas que se interpretan dependiendo de la realidad de cada quien. Para muchos la derrota es una tragedia, para otros es aprendizaje, como también el triunfo a veces lo interpretan como gloria y para otros es compromiso.
En todo juego –y el futbol es un juego–, hay reglas. Muchas veces no estamos de acuerdo con lo justo que pueden ser las reglas, pero las reglas son un consenso previo de los jugadores.
Quienes entran a una cancha –por ejemplo–, saben que existen las reglas y se obligan a cumplirlas por el simple hecho de participar. Es el árbitro quien se encarga de sancionar las reglas, quien tiene una labor imparcial frente a los jugadores.
En un juego de futbol callejero no hay árbitro y las reglas son flexibles, pero siempre hay controversias y, como las reglas no son claras, a veces las diferencias se resuelven con golpes, esto muestra cómo la violencia es la forma más primitiva de resolver conflictos.
En un juego profesional las reglas son más estrictas, la FIFA por ejemplo es el más alto nivel en la organización del futbol, los torneos mundiales son una religión para cientos de millones de personas.
Las reglas de la FIFA son claras, todos las conocen cuando entran a competir, los árbitros son los más capacitados para dirigir el juego conforme a esas reglas.
Por otro lado, desde la organización, con el tráfico de influencias para ganar las sedes, como el escándalo de Blatter y Platini del año pasado y la sombra de la manipulación de las mafias de apostadores, la FIFA ha tenido que sanear su organización para mantener una buena imagen ante los aficionados de todo el mundo.
No sólo en la organización hay dudas, también en la cancha los árbitros son evaluados por el público y a veces dejan mucho que desear, en varias ocasiones se han presentado situaciones que ponen en duda el correcto actuar del juez en el pasto, inclusive, algunos se han visto obligados a renunciar por polémicas decisiones en los momentos definitivos de un partido.
Aquí en México a cada rato escucho teorías de la conspiración que hablan de la intromisión de las televisoras para afectar el arbitraje, porque son dueñas de los equipos de futbol, así como el manejo tendencioso de algunos comentaristas sobre el desempeño y los resultados.
Todos creen que el futbol está arreglado por los intereses económicos, es casi un infierno. Claro, hasta que su equipo gana el torneo, entonces todo se torna justo y legal, el mundo ideal.
Recuerdo un debate en la opinión pública deportiva, en el que debatían sobre la pertinencia de incluir imágenes de video como apoyo para los árbitros de futbol, como lo hacen en Estados Unidos con el Futbol Americano, donde los jueces piden la mejor toma de video para tomar una decisión en situaciones difíciles. El principal argumento en contra, era que el futbol soccer no podía aceptar la intromisión de la tecnología porque eso le quitaría el carácter de un juego humano y, junto con el factor humano había que aceptar la posibilidad del error.
En el mítico juego donde Diego Armando Maradona metió un gol con la mano, que después llamaron “la mano de Dios” –que hasta canción tiene–, fue una jugada de culto que demuestra la posibilidad de error en el arbitraje. ¿Fue justo o injusto?, eso depende de cada quien. Según las reglas el gol fue válido y le dio la Copa del Mundo a los argentinos, según el equipo contrario es lo más injusto, así se escribe la historia. Finalmente este juego se gana con goles.
Y, no es necesario irnos tan lejos en la distancia, ni en el tiempo, para los mexicanos el penal marcado en la pasada justa mundial, fue causa de un trauma que a muchos les costó meses superar, socializado con el ya clásico hashtag en Facebook #NoEraPenal, en ese juego los mexicanos sufrimos el error humano de los árbitros que vieron una falta grave inexistente en un absurdo clavado del delantero holandés Arjen Robben, que se convirtió en verdad.
Las reglas a veces no son tan lógicas como uno cree, la mayoría de la gente espera que un reglamento o una ley tenga todos los supuestos que pueden existir, pero la realidad es mucho más compleja que un enunciado donde se permite o se prohíbe hacer algo.
En ese sentido, las reglas son abstractas, hablan de supuestos hipotéticos, esto quiere decir que plantean situaciones posibles pero no particulares, sino generales. Un ejemplo de regla es: “un equipo tendrá 10 jugadores y un portero”, esa regla no habla de Juan, Pedro o Rodrigo, simplemente menciona el número de jugadores.
La regla 11 de la FIFA siempre me ha llamado la atención, en el futbol soccer se conoce como el “fuera de juego”, porque es complicada de entender, ya que no es una infracción, pero es una ventaja que el reglamento considera inequitativa. Hay dos supuestos para que se presente el “fuera de juego”, uno es cuando un jugador le da un pase a un compañero y éste se encuentra más cerca de la línea de meta contraria que el balón y el otro es cuando se encuentra más cerca de la línea de meta contraria que el penúltimo adversario. Cuando hay fuera de juego el árbitro anula todo lo jugado y marcará tiro libre indirecto contra el equipo defensor.
Cuando la jugada es clara no hay conflicto, pero cuando algo está en duda comienza el debate sobre lo legal y lo ilegal. Así son las reglas, así es el juego.
Una elección es también un juego con reglas y, por supuesto, con jugadores, donde se compite para ganar, siempre y cuando se cumpla con las reglas.
Si un jugador anota un gol pero está fuera de juego, la regla 11 dice que el gol se anula, así de fácil. Si Maradona metió el gol con la mano y el árbitro no se dio cuenta, ni modo, el gol es válido y ganaron.
Pues lo mismo sucede con la impugnación de la elección a gobernador que interpuso el PRI, porque considera que las 171 mil boletas que aparecieron sin explicación representan un hecho fuera de las reglas, que puede cambiar la condición de ganador de Javier Corral y repetirse como un fuera de juego en el futbol. Quien tiene la última palabra es el árbitro, que en este caso ya no es la autoridad electoral. Hoy los tribunales son los encargados de decidir si la elección se repite o no.