Opinion

Estado de sitio

Sergio Sarmiento

2016-06-23

Ciudad de México– Horas antes de que llegara la policía ya habían empezado a quemar llantas. Era el 19 de junio en el cruce de Hacienda Blanca, uno de los lugares donde hubo enfrentamientos ese día del padre en Oaxaca y donde murió una persona. Me muestran fotografías de un celular con registro de la hora: 15:54. Había que correr riesgos para tomar las fotos. Quienes bloqueaban la carretera amenazaban a reporteros y a ocupantes de vehículos si tomaban imágenes. No querían que se supiera lo que estaban haciendo.
La quema de las llantas tenía el propósito de dejar bloqueada la carretera aun cuando las autoridades trataran de liberarla. “Estaban como preparando todo para la llegada de la policía”, me dicen.
Quienes realizan los bloqueos no son en su mayoría maestros sino activistas o miembros de grupos de choque. Buscan provocar una revuelta armada. Sienten que por fin están cerca del objetivo. Los enfrentamientos del 19 de junio fueron para ellos el inicio de la revolución. Se enorgullecen de que los bloqueos se han mantenido incluso después de las muertes: los activistas ya están dispuestos a dar la vida por la causa. El que de los nueve muertos ninguno haya sido maestro es significativo. La CNTE está siendo rebasada por grupos más radicales a los cuales poco o nada les preocupa la reforma educativa, excepto como detonador de una revuelta.
A eso de las nueve de la noche se oían los disparos desde los cerros cercanos al cruce de Hacienda Blanca. Ya en la carretera los activistas tiraron un poste de electricidad de concreto. “¿Cómo pudieron? ¡Quién sabe!” Buscaban hacer el mayor daño posible. A la mañana siguiente el lugar parecía un campo después de la batalla. Había restos de unos 20 o 30 autos quemados.
En el centro histórico de la ciudad de Oaxaca había destrozos. Una modesta zapatería, llamada Azteca, fue destruida por manifestantes. Los periódicos dijeron después que era pérdida total. Los activistas destruyeron también tiendas Oxxo y otros comercios. Muchos dueños han preferido mantener las puertas cerradas. La gente tiene miedo. El lunes 20 de junio hubo una nueva manifestación que cerró las calles. En la noche se registró un virtual estado de queda. Las calles estaban desiertas.
En los bloqueos a veces se permite el paso de vehículos, dependiendo del humor de los activistas. Las empresas de transporte público, sin embargo, han dejado de prestar servicio. Los precios de los pasajes aéreos se han disparado. Un modesto trabajador oaxaqueño residente en la Ciudad de México trató de regresar para asistir al funeral de su padre. Simplemente no tuvo forma de hacerlo.
La escasez provocada por el bloqueo ha disparado los precios de los alimentos. No hay pollo. Los transportistas no quieren ya arriesgar sus unidades. El domingo fue capturado un camión que trasladaba pollos, los cuales fueron quemados vivos en un acto de enorme crueldad. La gente hace compras de pánico de gasolina. La refinería de Salina Cruz quema productos como el propileno, el más valioso de la refinación, porque no hay forma de almacenarlo. En lugar de aprovechar los productos de forma productiva, se van íntegros a contaminar el ambiente. El cierre que ya se prevé de la refinería tendrá costos multimillonarios. Lo peor es que la refinería es uno de los pocos centros de producción industrial del estado.
Oaxaca está en estado de sitio. Las autoridades ya no se atreven a hacer nada contra los bloqueos. Para ellos lo esencial es no perder sus empleos; para los activistas, impulsar la revolución. Ni a unos ni a otros les importa lo que sufran los oaxaqueños.

Nada para nadie
Después de 50 años de guerra el gobierno de Colombia y las FARC han firmado un acuerdo de cese al fuego. El resultado del conflicto que dejó 220 mil muertes es “Nada para nadie”.
Twitter: @SergioSarmiento

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