Opinion

En la anarquía todos pierden

GPS

2016-06-22

Desde el enfrentamiento entre colonos de Malverde y policías estatales, durante la segunda parte del gobierno de Francisco Barrio, Chihuahua no vivía un episodio violento que incluyese choque entre cuerpos de seguridad y ciudadanos, hasta la manifestación de ayer frente a Palacio, convocada por Unión Ciudadana.
Las escenas quedan para el registro histórico, reventaron las redes. El resultado escueto es de 100 detenidos, dañada la puerta principal de Palacio, quebrados vidrios de ventanas, vandalizada una patrulla de la Policía, 18 policías heridos, uno grave y cuatro armas de fuego robadas.
No es la clásica manifestación de protesta contra un gobierno que se va, en ella se advierte una idea subversiva liderada por agentes profesionales venidos del sur. El robo de armas, la destrucción de vehículos, los intentos frustrados por ingresar a Palacio y la provocación a policías por parte de embozados con mochila, es señal de que están en sintonía con otros agitadores profesionales del país.
Hay que cerrarles el paso, a los que llegan de fuera con fines desestabilizadores, lo mismo que a sus promotores locales, quienes tienen responsabilidad en esos hechos por más que pretendan hacerse los disimulados.
Víctor Quintana, Jaime García Chávez, Gabino Gómez, Ana Lilia Gómez Licón, Rogelio Loya, prominentes personajes de la izquierda y diputados del derechista PAN, hicieron un favor a Duarte, pues convocaron esa manifestación, a sabiendas del peligro existente con los grupos subversivos, entre los cuales uno fue detenido con un arma .380, registrada en Juárez.
Equivocan su estrategia. La gente de Chihuahua rechaza la violencia social, por eso los ve como atavismos de una ideología sepultada por la caída del muro de Berlín. Si no están seguros de controlar una manifestación, no la convoquen.

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Hoy la realidad de Chihuahua es otra, una realidad dominada por la legítima irritación social contra un Gobierno al que la gente califica de corrupto y prepotente; lastimados por la indolencia de Pemex ante el desabasto y el silencio de las autoridades locales durante la crisis.
Un monero la trazaría de la siguiente manera: el rostro del gobernador mirando en dirección opuesta a las manifestaciones en Palacio, las gasolineras saturadas de autos o desabastecidas, carros del ViveBús sin llantas y las fotomultas parpadeantes. El clásico ‘ni los veo ni los oigo’.
En el umbral de la ingobernabilidad, Duarte transita sobre una agenda paralela a los intereses sociales; es como pretender gobernar desde las nubes, como el autista cuyo entorno ignora, inmerso en su propia realidad.
Ayer inauguró el Centro Cultural de las Fronteras de la UACJ, junto a su hermano el rector Ricardo Duarte; el martes visitó en México al líder del SNTE, Juan Díaz, enviando un comunicado donde propone elevar la calidad educativa y mejorar las condiciones laborales de los maestros; antes recibió al director general del IMSS para firmar la afiliación de estudiantes al Seguro Social; el domingo hizo una felicitación a los padres…
Son actividades que la prensa diaria califica de “socialité”, entendidos como actos de gobierno desprovistos de contenido, diseñados para la foto del momento y eventualmente usados en informes anuales de trabajo, pero vacíos e inocuos en cuanto a utilidad práctica.
En momentos de incertidumbre, la gente esperaría una conducta responsable y comprometida de sus gobernantes. Por ejemplo, hacer una exigencia firme y decidida para que Pemex envíe a uno de sus altos ejecutivos y explique a los chihuahuenses las causas del desabasto y las soluciones que plantean.

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La imagen que El Diario presentó ayer en su portada, describe una aproximación al peligro tan grave que vive la ciudad de Chihuahua y su precaria estabilidad. Ver policías en fila conteniendo a la gente que busca combustible, mientras uno de ellos las encañona con su arma larga, genera escalofrío.
Nadie tiene certeza del grado de irritación social, por lo mismo serían gravísimas las consecuencias de un enfrentamiento entre policías y sociedad, con armas de fuego de por medio. Sólo imaginen un accidente ¿De qué tamaño sería la reacción en medio de tanta indignación?
La comunidad busca salidas a su enfado y al ver un gobierno distraído en asuntos superficiales reacciona con más enojo. Sin darse cuenta se acerca al que propone soluciones, así sean violentas, como las registradas ayer frente a Palacio, con encapuchados intentando ingresar a la fuerza y vandalizando patrullas.
No y mil veces no, la salida no está en la violencia, por más razones que busquen en la corrupción o la indolencia gubernamental. A nadie, ni a sus mismos promotores, conviene un estado volteado de cabeza, un Gobierno fallido.
Frente a una realidad rayando en anarquía, también extraña la ausencia del gobernador electo, Javier Corral. Cierto, no tiene ninguna responsabilidad en lo que sucede, tampoco la obligación constitucional de actuar, pero ante el vacío de poder alguien debe obrar con premura, energía y buenas formas.
Nadie mejor que Javier Corral para ponerse a la cabeza y encauzar positivamente la irritación. Ofrecer sus mejores oficios para cabildear ante las autoridades federales soluciones inmediatas al desabasto, aunque sea parcial, enviar mensajes fijando su posición sobre los problemas dominantes y hacer un llamado general a la calma, sería una iniciativa de auténtico liderazgo.
¿Quiere meter a Duarte en la cárcel?, hágalo. ¿Quiere limpiar el Gobierno de corrupción?, límpielo, pero desaliente a la vez apetitos de quienes buscan trastocar la frágil paz social.
Desde el domingo 5 el gobernador electo ha guardado silencio en torno a los activos fijos de la irritación, específicamente transporte y fotomultas. También calló sobre el desabasto.
Oculto en la crisis desaprovecha la oportunidad de mostrar su liderazgo social, asumir la responsabilidad abandonada por otros y conducir a la gente hacia un estado de menor exaltación.

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¿Quién gobierna en este momento? Ni lo hacen los que están; ni lo hacen los que llegarán el 1 de octubre. Es un vacío espantoso donde grupos asociados a la izquierda, estimulados por la coyuntura del vacío asumen que “las condiciones están dadas” y empujan.
No hay mesura, cuando el Gobierno decide fijar posición, lo hace para responsabilizar a Javier Corral de la violencia. El gobernador electo es el más interesado en la paz, pero sus amigos de izquierda y diputados de su partido dan armas a Duarte para inculparlo.
Otra vez una que parece estribillo: alguien necesita pensar en Chihuahua, urgentemente.

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A quien le están lloviendo críticas entre los mismos panistas es al diputado juarense Rogelio Loya. A la par de Unión Ciudadana fue de los más activos convocantes a la protesta en Palacio de Gobierno que ayer terminó en un verdadero desmán.
Lo que más se comenta entre blanquiazules es que el legislador andaba muy preocupado por congraciarse con el gobernador electo, Javier Corral, para que lo voltee a ver ahora que debe integrar su gabinete, pero seguramente el tiro le saldrá por la culata ante el saldo (de daños materiales y costo político) que finalmente dejó la manifestación.
El diputado Loya se vio por ahí incluso tratando de persuadir a los más encabritados (a los que los panistas señalan como “infiltrados”) cuando le daban con todo a la puertas de Palacio, pero simplemente no lo tomaron en cuenta.

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Hablando de integración del gabinete de Javier Corral, quien suena insistentemente para aparecer en el primer nivel, posiblemente como secretario general de Gobierno, aunque no anduvo en las tareas campañeras, es el exsenador y exintegrante de la Judicatura del Poder Judicial de la Federación, el abogado César Jáuregui Robles.
No han sonado más nombres fuera de los que estuvieron en las coordinaciones de la campaña y que luego fueron comisionados a revisar las finanzas estatales por el proyecto de bursatilización o de contratar más deuda (Gustavo Madero Muñoz, Arturo Fuentes Vélez, Ismael Rodríguez Gallegos, Luis Fernando Mesta y Eduardo Fernández Herrera). Lo que se comenta entre propios panistas es que ya están hechos a la idea de que no todos los primeros niveles serán ocupados por militantes de su partido.
 

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